Estridencia en Comic Sans o el lugar de la ficción

Presentación de Radu Jude por Álvaro Bretal - Jornadas de cine-ensayo 2022

El afiche más difundido de Sexo desafortunado o porno loco tiene un diseño minimalista; es de un rosa opaco, llamativo —fondo rosa puro, algunas pocas palabras, un triángulo negro de sugestión sexual—, pero lo suficientemente refinado como para no desentonar dentro de lo que se espera de la nueva película de un cineasta reputado como Radu Jude. Las placas de título e intertítulos también son rosas, pero ese rosa ya es otro cantar: rabioso, hiriente, pop, es el telón de fondo de palabras en tipografía tipo script enmarcadas en arabescos que juegan —solo para destrozarla— con cierta idea de refinamiento. Desde el título, Sexo desafortunado o porno loco advierte su voluntad de generar desconcierto. La película lo confirma: el video erótico de apertura, casero, explícito y crudo en su textura de teléfono celular, da lugar, entre gemidos, a la primera de las placas rosas. Un comienzo acelerado y singular.

Al margen del prólogo sexual, el film de Jude se divide en tres partes bien diferenciadas: una exploración geográfica por la Bucarest post reclusión pandémica, en la cual seguimos a la protagonista, Eli, mientras se prepara para cierto evento significativo (“Calle de una sola mano”); un diccionario de lugares comunes rumanos, razonablemente ácido, que funciona como referencia, eco y huella de muchos de los acontecimientos que ocurren en el film (“Breve diccionario de anécdotas, signos y maravillas”); y el evento cúlmine: un encuentro entre Eli, profesora de historia de un colegio secundario, y los padres de sus alumnos, moralmente indignados luego de que el video sexual se difundiera por Internet y llegara a manos de los niños (“Prácticas e insinuaciones (sitcom)”).


El movimiento de la película es hacia el caos; su título, un presagio: mientras más loca, más desafortunada. Decir que los méritos de la película se acumulan en su primera mitad sería exagerado, pero no del todo falso: cuando acompañamos a Eli en su largo paseo por Bucarest, mientras atraviesa comercios y edificios e interactúa con desconocidos, cada gesto, por más pequeño, señala una falla, una violencia, un horror. Cierta sensación de resquebrajamiento amenaza el paseo, aunque ella parece demasiado enfrascada en su drama personal como para tomar plena consciencia del asunto. O, tal vez, sea el acostumbramiento lo que la insensibiliza. No es tan claro que ese malestar social, ese ruido molesto que se mueve por la ciudad como un fantasma, haya nacido junto al COVID-19. El arco de rispideces es amplio: desde barbijos de diseño desagradable, guiño más o menos sutil, hasta un automovilista que, a raíz de una discusión sin importancia, no duda en tirarle encima el auto a un peatón. Sin embargo, medir a Sexo desafortunado… con un sutilómetro sería perder de vista que, a veces, la efectividad del humor se potencia a la par de su brutalidad.

La observación relativamente calma, con el foco puesto en viejos edificios abandonados (que, en su desesperanza, parecen sintetizar mucho mejor que los nuevos no-espacios funcionales cierta sensación post pandémica de fin-de-todas-las-cosas), da lugar, en la segunda parte, a una extensa sucesión de palabras, cada una acompañada por una definición inesperada, diagonal. Se trata de un diccionario heterogéneo, en el que se mezclan definiciones verbales y visuales; fotos, videoclips, pinturas, animaciones, imágenes encontradas y otras creadas para la película, fílmico y digital. Irradia referencias que impactan en toda la obra de Jude y, al igual que el diccionario de Flaubert, ayuda a dar forma a una visión específica del mundo. Centro y corazón de la película, es, también, el segmento que más se ajusta a la idea de “cine hecho en pandemia”: un collage que, en cierta medida, requiere poco más que una computadora.

Breve paréntesis: el subtítulo de Sexo desafortunado…, “Apuntes para una película popular”, sugiere una estructura desmembrada, de secciones incompletas o no del todo desarrolladas. En verdad, sucede lo contrario: cada segmento funciona —y gana sentido— en el diálogo con los otros dos¹, pero con frecuencia el exceso se convierte en un gran enemigo; los chistes se agotan, el grotesco se vuelve una pantalla para ocultar cierta trivialidad, asoma una previsibilidad sociológica que arruina toda sorpresa. El problema se matiza en la segunda sección, gracias a su multiplicidad temática y el carácter de ametralladora humorística (algunas ideas funcionan y otras no, pero se acepta esa disparidad como inseparable de su forma); es en la tercera cuando todo amenaza con tambalearse.

“Prácticas e insinuaciones (sitcom)” se vuelca abiertamente hacia el terreno de la comedia, entregándose al absurdo en una carrera desenfrenada que culmina con tres finales posibles, una fantasía vengativa, iluminación parpadeante en tonos lilas y créditos en Comic Sans. La cuestión, sin embargo, no es tanto el desenlace pantagruélico, sino cómo se llega a él. La reunión entre Eli y los padres de sus alumnos está construida como un gran juicio moral y una subversión del espacio áulico: la docente, sentada frente a los padres, es cuestionada por sus prácticas íntimas e intenta defenderse con explicaciones racionales. El concilio de padres representa a distintos sectores de la sociedad rumana (un militar, un cura, un intelectual progresista, etcétera) y es el ámbito propicio para que se pongan en juego algunas de las referencias deslizadas durante la hora anterior. Un ejemplo: cuando en el debate surge el nombre de Mihai Eminescu, importante poeta romántico de segunda mitad del siglo XIX, algunos padres comparan su figura, inmaculada y heroica, con el triste presente en el que una profesora de historia pierde toda honorabilidad al grabarse teniendo sexo con su pareja. Eli procede, entonces, a recitar un poema erótico de Eminescu. Tal vez para asistir a espectadores no rumanos que puedan desconocerlo, el poeta es presentado minutos antes en el “breve diccionario”.

La inclusión de Eminescu, en todo caso, no resulta forzada: una parte considerable del diccionario versa en torno a acontecimientos de la historia nacional. No es la primera vez que Jude vincula aspectos políticos e históricos con la cotidianidad del presente rumano. Su film más reconocido, No me importa si pasamos a la historia como bárbaros, mostraba a una artista que intentaba reconstruir la masacre de Odessa de 1941, ante la oposición de casi todas las personas involucradas en el proyecto. Este acontecimiento histórico particular reaparece varias veces en Sexo desafortunado…; la selectividad de la memoria histórica colectiva, que amenaza con construir un pasado puro y ficticio, es la gran obsesión de Jude. “Ficción” es, justamente, una de las palabras del “breve diccionario”. Mientras vemos un fragmento nada inocente de un dibujo animado, los subtítulos —no hay voice over— expresan: “Cuando la verdad es importante, prefiero escribir ficción”.


Si la vida urbana moderna, abordada desde un empleo desprejuiciado de géneros cinematográficos, es el escenario predilecto de Jude para ficcionalizar los grandes dramas de la sociedad rumana, Memories from the Eastern Front, uno de los dos cortometrajes que estrenó este año, es radicalmente diferente. Al igual que el largo The Exile of Trains (2020; ambos dirigidos junto a Adrian Cioflâncă), se trata de una recolección de fotografías de junio de 1941, cuando Rumania luchaba junto a la Alemania nazi contra la Unión Soviética. El film no tiene comentarios agregados; apenas algunas placas de fondo negro que ofrecen contexto. La particularidad de Memories… es que las fotos que la componen fueron tomadas por los propios militares rumanos. Se trata de un álbum del horror en el que conviven imágenes de los pueblos asediados por las tropas con otras de soldados batallando o de fosos repletos de cadáveres, todo acompañado por anotaciones encontradas junto a las fotografías. La distancia entre este corto y Sexo desafortunado… es enorme —desenfreno y austeridad—, e incluso hasta podría pensarse en una contradicción entre aquella expresión rotunda del “breve diccionario” y esta opción por mostrar los hechos del pasado sin más intromisión que alguna placa ocasional y el reordenamiento dado a las imágenes. Como sostiene Ezequiel Iván Duarte en una breve reseña de The Exile of Trains: “No se puede hacer entretenimiento con estos materiales”.

Es posible señalar, sin embargo, al menos dos puntos de contacto, que expresan una coherencia en la mirada de Jude. Por un lado, en ambos films la acción transcurre lejos de despachos y documentos oficiales: Sexo desafortunado… y Memories from the Eastern Front ponen el foco en acontecimientos, no solo cotidianos, sino incluso aparentemente triviales. Por otra parte, Jude es consciente de que la ficción tiene un lugar clave tanto en el grotesco de la profesora juzgada por su vida sexual como en el modo en que los soldados rumanos muestran la masacre perpetrada. En definitiva, lo que los fotógrafos del ejército dejaron de lado es tan significativo para el álbum fotográfico como aquello que eligieron incluir. La dimensión del horror nazi marca la línea de separación entre la comedia brutal y la exposición austera, pero eso no significa que los dramas contemporáneos sean triviales: es la posibilidad de incidir en la construcción de la verdad, y cierta esperanza en su impacto futuro, lo que habilita a hacer uso de diversas herramientas de la ficción, desde la melancolía flâneurista al desparpajo más burdo.


-Álvaro Bretal

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¹ Como señala el propio Jude en esta entrevista realizada por Roger Koza: http://www.conlosojosabiertos.com/las-entrevistas-de-la-berlinale-2021-bad-luck-banging-or-loony-porn/

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