En los medios

El Cronista
28/06/18

¿Hay vida después del trabajo?

El decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT, Eduardo Levy Yeyati, fue entrevistado sobre el mercado laboral y los desafíos laborales que se vienen a futuro, además habló sobre su último libro "Después del Trabajo". "No podés pedir flexibilización laboral sin dar nada a cambio", explicó el economista.

Por Déborah de Urieta
¿Qué pasará el día en que los límites entre el ocio y el trabajo terminen de diluirse? ¿Y cuando la tecnología sustituya al trabajo? ¿O en el momento en que el ser humano, en menos tiempo, produzca mucho más y, por tanto, necesite trabajar menos? Por otra parte, si ya no se necesitan tantas cabezas trabajando, ¿el Estado se encargará de proveer los servicios que, con los bajos salarios, ya no se podrán costear? ¿O le brindará asignaciones a quienes queden excluidos del circuito laboral? ¿La humanidad quedará sumida en las drogas y el alcohol como consecuencia de una vida sin sentido o sabrá hacer del ocio un modo de vida? Para responder estos y otros interrogantes, nadie mejor que Eduardo Levy Yeyati, quien los puso sobre el tapete en su último libro, Después del trabajo.


Complemento o suplemento

"Es una pregunta que no tiene una respuesta clara", dice el investigador principal de Conicet cuando se le pregunta si la tecnología complementa o sustituye al trabajo. "Las nuevas tecnologías complementan algunas ocupaciones y también sustituyen", se explaya.

Y pone dos ejemplos: "Si a un obrero de la construcción le das una mejor maquinaria, en vez de una masa para romper una vereda, lo estás haciendo más productivo y, cuando lo hacés más productivo, complementa. Sin embargo, si a un operario de una línea de producción lo sustituís por un robot, ese tipo, básicamente, pierde su trabajo: lo sustituye". Aun así, el economista se inclina más por la segunda opción. Para él, los avances tecnológicos acarrearán mejores trabajos. Sucede que, al hablar de "avances tecnológicos", no se debe pensar solo en los robots que reemplazan trabajos manuales. Hay que pensar en inteligencia artificial, data, producción fragmentada, con la llegada de las impresoras 3D, por citar algunos ejemplos.

Así, para Levy Yeyati, las tareas automatizables serán reemplazadas por la tecnología y las personas podrán dedicarse a tareas vinculadas a la creatividad, la improvisación y lo intelectual. "Los pocos que queden con trabajo van a tener una tarea que, desde el punto de vista actual, será más interesante", remata.

Ahora bien, este futuro escenario no es sinónimo de que los únicos trabajos que queden "disponibles" serán necesariamente aquellos que requieren de una elevada calificación o preparación académica. O, al menos, así lo pronostica el autor de Después del trabajo, al diferenciarlo sucedido en otras revoluciones industriales, cuando la tecnología se encargó de reemplazar trabajos de calificación media y baja.

"Pero, hoy no está tan claro, porque la inteligencia artificial -y esto es esencial para entender lo nuevo- es inteligencia artificial. Así como el robot es músculo artificial, la inteligencia artificial reemplaza la inteligencia humana".
Así las cosas, ya no queda tan clara la correlación trabajo-conocimiento. Esto significa que una actividad, por más conocimiento que requiera, no queda exenta de ser reemplazada por la tecnología. Lo que, al menos hasta el momento, no lograron suplir los avances tecnológicos "es lo más esencialmente humano", dice Levy Yeyati, quien enumera cualidades como la empatia, la cercanía, la comprensión o la repentización. "Las habilidades blandas, hoy, son tanto o más estratégicas que las matemáticas", concluye.

¿Algunos ejemplos? El médico clínico. Si bien es cierto que una máquina es más eficiente para correlacionar síntomas con enfermedades, el profesional no solo hace eso: contiene a su paciente, lo escucha y le comunica aquello que debe comunicarle de una manera personal. Eso, una máquina no lo hace; al menos, no hoy. "¿Vamos a tener menos médicos clínicos? Sí. ¿Vamos a poner nuestra salud en manos de un robot o de una máquina? No. Entonces, la misma profesión tiene su trinchera en la empatía", plantea el expresidente del Cippec, al tiempo que pone otro ejemplo: un cuidador de niños. Y vuelve a preguntar: "¿Le dejarías tus chicos a un robot?".

Salirse de la ética protestante con mandatos como "el trabajo dignifica" han regido la vida de las últimas generaciones, pero el fundador y CEO de Elypsis se encarga de recordar que esto no fue siempre así. La ética protestante -y su lema "el trabajo dignifica"— resultó, para Levy Yeyati, "muy instrumental, sobre todo al capitalismo", además de ser una cuestión cultural. De hecho, los griegos clásicos no trabajaban y los aristócratas, tampoco. "La idea de que el trabajo realiza al ser humano es moderna y fue instrumental a un sistema que requería que la gente trabajara mucho", agrega.
Desde su oficina en la Universidad Torcuata Di Tella, en donde es decano de la Escuela de Gobierno, Levy Yeyati admite que varias generaciones, como la suya o la de su padre, no están "formateadas" paravivir una vida regida por el ocio. 'Y, posiblemente [si eso sucediera] , muchos no caerían en el aburrimiento, sino en el alcohol, la droga y la violencia. De hecho, hay estudios que muestran que eso, aveces, sucede". De todas formas, de cara al futuro, el economista tiene una visión esperanzadora: "Creo que vamos a aprender a valorar el trabajo más allá de la remuneración.

Te pongo un caso: hay gente que cuida chicos por dinero y otra que cuida a sus hijos, en sus casas; los dos son trabajo. Hay gente que hace música o deporte, a veces por dinero, a veces por placer; los dos son trabajo.
Hay muchísimas actividades que uno podría hacer en el ocio si nos sacáramos de la cabeza el cableado de la ética protestante. O sea, ahí le veo bastante futuro". Y remata: "Me parece más esencial la pregunta de cómovamos a hacer para garantizar que esa gente tenga los ingresos".

¿De dónde provendrían esos ingresos? El escritor plantea dos escenarios. Si la tecnología fuese complementaria, los trabajadores aumentarían su productividad y, por tanto, percibirían un salario mayor. "Podrías trabajar menos para ganar el mismo dinero y tendrías mucho más tiempo de ocio para explotarlo, para disfrutarlo", dice.
Ahora bien, si la tecnología resultase sustitutiva, eso se traduce en menos trabajo y, por tanto, en menos salario.
"En ese caso -dice-, la manera natural que uno piensa compensar esa reducción es mediante algún tipo de transferencia pública". Ahora bien, para que esto suceda, aclara, la productividad debería aumentar, de manera tal que "la torta" sea mayor, "cosa que todavía no está pasando".

¿Conclusión? "Necesitás dos condiciones: que aumente la productividad y, luego, que exista un sistema de redistribución que permita que parte de esovuelva al trabajador-consumidor, que, entonces, podría trabajar menos y tener más horas de ocio. Aún ni empezamos ese proceso. Pero vale recordar que nosotros, hace 100 años, empezamos a pagarles a los adultos mayores, que no hacían nada. Y cuando esto se lanzó, en su momento en Alemania, a fines del siglo XIX, era impensable", responde. "Creo que, tarde o temprano, si la productividad aumenta, vamos a ir a un sistema de redistribución que nos va a permitir trabajar menos. Pero, todavía ni siquiera hemos empezado a transitar esa ruta".

De todas formas, también están aquellos para los que el trabajo le da sentido a su vida; los apasionados. Ante esto, el fúndador de Elypsis alerta que hay que diferenciar lo que es un trabajo -o "laburo"- de lo que es una carrera, tomando las palabras del standupero Chris Rock, quien hace esta distinción. "Cuando tenés una carrera, te gusta lo que hacés, te falta el tiempo para hacer todo lo que querés hacer. Pero, cuando tenés un trabajo, es exactamente al revés: no ves la hora de irte a tu casa. La inmensa mayoría de la gente tiene trabajos, laburos", describe. Y asegura que es a los que tienen trabajos y no carreras a quienes está destinada la reducción de la jornada laboral. Mientras que quienes tienen una carrera, cuando se termine la concepción actual de trabajo y su remuneración correspondiente, seguirán destinando su tiempo a hacer aquello que los apasiona.

Otro dilema que surge al hablar de ocio tiene que ver con la esperanza de vida, que sigue extendiéndose:"Vamos a vivir más años y vamos a estar bien de salud mental, pero no necesariamente vamos a estar para jugar al rugby.
Entonces, necesitamos planificar nuestra vejez.". Y suma un pronóstico: "Gran parte de los nuevos trabajos van a estar orientados a que la gente que tiene ocio no se aburra. Va a haber mucho más trabajo de creatividad, esparcimiento, tareas asociadas al ocio, turismo. Esas son actividades que, si cada vez tenemos más ocio y vivimos más, van a tener más demanda".

Pero, si en el futuro no hay trabajo para todos, ¿cómo se determina quiénes serán los que trabajen? "Si me preguntas ahora, creo que es muy difícil hipotetizar", responde el escritor. 'Yo entré a pensar en el tema del ingreso universal y aún lo sigo viendo como un complemento salarial, en el sentido deque le permita a la gente trabajar menos horas, de manera de repartir la demanda laboral que, a mi juicio, será un poco más escasa. Y compensar el menor salario con este ingreso universal. Es como una versión moderna, más tecnológica, de la reducción de jornada laboral".

Un cambio cultural

Todo este escenario parece tan lejano que hasta empezar a pensar en él, en la Argentina, suena descabellado. Pero, para Levy Yeyati, no lo es. ¿Por qué? "Primero, porque son cambios que, culturalmente, exigen un debate muy prolongado: es un verdadero cambio cultural.

Segundo, porque no sabemos si funciona o no, o qué funciona. Entonces, decís: ingreso universal o piso mínimo de ingreso o seguro de desempleo, y cuáles son sus efectos. ¿Los hemos estudiado? Porque no podemos tirarnos a la pileta sin saber cuáles son los efectos sobre la oferta laboral, la psicología de la gente, etcétera. Eso lleva tiempo estudiarlo. Hoy, es el momento", señala, al tiempo que aclara: "Estudiarlos sale relativamente barato y todavía no tenemos la productividad que nos garantice que podamos fondear ese sistema.

Hoy, de hecho, tenemos déficit fiscal, ajuste, FMI... claramente, no estamos en situación de profundizar las transferencias. Pero, si tenemos éxito, dentro de 15 o 20 años, posiblemente sí. Y sería bueno saber cuál es el mecanismo más apropiado para cuando tengamos esa opción".

¿Quiénes deberían participar de este debate? El economista enumera varios actores: la sociedad civil, el Gobierno, los sindicatos, las empresas, o sea, los principales actores de la discusión laboral. "También se podría ver en el aula", acota. "Tendrías que modificar tu sistema educativo y explicarles a los alumnos que el rol de la escuela, la autopista de la educación, hoy, es distinta a lo que era hace 50 o 100 años. Es un debate que, como todo tema transversal, se debe dar en varios espacios", concluye.

En el caso puntual de la educación, Levy Yeyati plantea que se trata de un actor que tendrá, al menos, dos desafíos de cara al futuro. El primero: actualizar al docente, que, para él, es "fundamental". No solo se trata de una actualización de los contenidos -que, resalta, "ya están en la web"-, sino de que la formación sea menos enciclopédica y más transversal. "Que esté menos asociada a la generación de ciudadanos y más a la inserción laboral", acota.

El segundo desafio tiene que ver con la educación, que, en palabras del economista, es "muy arcaica", además de elitista. "Se supone que entras en el jardín y terminás en la universidad. Y la verdad es que la gente que termina la universidad es una ínfima minoría y, para el resto, no sabés muy bien cuál es el plan", se explaya. "Deberías generar planes alternativos para la inmensa mayoría que no termina la universidad o un terciario; ahí hay un gran déficit", propone. Y continúa: "Hoy, el modelo educativo es el estudiante universitario y es engañoso". Por dos cuestiones. La primera es que la mayoría de los jóvenes no llega a las universidades o, si llega, pierde tiempo y no se recibe. ¿La segunda? "Vamos a tener —ya tenemos mucha rotación de empleadores y, sobre todo, de actividades. Vamos a necesitar reentrenarnos muy seguido".

Es aquí cuando salta una idea que, a más de uno, puede sonar tortuosa: "Vamos a ser estudiantes crónicos y vamos a estar rotando de trabajo, pero, sobre todo, de capacidades, competencias y habilidades. Para eso, hay que repensar la universidad también". En este sentido, subraya: "Las carreras tienen que ser más cortas, el concepto de incumbencia es arcaico, tienen que ser carreras más transversales, que mezclen disciplinas y habilidades. Todo lo que pensás que se necesita ahí afuera y no te da la universidad, tenés que generarlo".

¿Y el Estado? "Si la tecnología es sustitutiva, vas a tener que competir con la tecnología: la tecnología te va a salir más barata y tu salario va a tener que competir, volviéndose más barato o te vas a ir a tu casa. Y, ahí, lo que debería hacer el sistema político, el Estado, la sociedad, el contrato social, es garantizar que el trabajador que compite con la tecnología mantenga, preserve, su poder adquisitivo, su bienestar y, también, una una serie de beneficios asociados al trabajo o los bienes públicos", responde.

Al mismo tiempo, el economista explica: "¿Por qué digo esto? A vos te pueden compensar el menor salario o te pueden mejorar los servicios públicos. El Estado debería garantizar que en esa transición no haya claros perdedores, que los trabajos que sean afectados por la tecnología, no pierdan nivel de bienestar".

Ante la pregunta de por dónde debería empezar la Argentina a prepararse para lo que se viene, Levy Yeyati menciona, en primer lugar, crear un consejo, mesa o dispositivo en donde se debatan las innovaciones que se necesitarían dentro de las reglas laborales, que permitan hacer una transición justa hacia un mundo con mayor tecnología. "Tendrías que, por un lado, estimar cuáles son las demandas laborales para orientar la formación profesional hacia allá, y la formación profesional de adultos, que es muy importante", dice.

Otra cosa que esa mesa debería tener en el radar es cómo extender beneficios a los cuentapropistas. Pensar hasta qué punto, qué ítems dentro de las reglas laborales deberían flexibilizarse, así como también determinar cuál sería el costo en términos de bienestar para compensarlo por otro lado. "Porque no podés pedir flexibilización laboral sin dar nada a cambio. Y eso se hace, básicamente, sentando en la mesa a los tres actores tradicionales del mercado laboral: el empresario, el trabajador y el Estado, y ver qué pone cada uno para llegar a un acuerdo".

Si bien Levy Yeyati admite que ese paso todavía no se dio en el país, concluye: "Eso es un proceso de cambio y reforma balanceada que se debería dar de forma permanente". Y da un dato esperanzador: "Eso existe en otros países, incluso latinoamericanos".

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