Por Juan Gabriel Tokatlian. Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella
Análisis de situación global. Para el autor, la mayor novedad ha sido el despegue de los países del sur y el surgimiento de la Organización de Cooperación de Shanghái, promovida por China, y el Consejo de Defensa Suramericano, sugerido por Brasil.
La mayor novedad del último cuarto de siglo ha sido el gradual despegue y creciente auge de poderes del Sur.
China, India y Brasil, entre otros, constituyen ejemplos de nuevas potencias que irrumpen en el escenario internacional desde una posición de relativa fortaleza y sin pedir permiso. Durante la Guerra Fría, los tradicionales poderes medios y regionales eran, en general, países occidentales (Canadá, Suecia, Australia) próximos a las naciones centrales, democráticos, estables, satisfechos, con una reducida brecha de desigualdad en su comportamiento externo y ligeramente reformistas en cuanto a promover una difusión del poder internacional. Los nuevos poderes emergentes provienen de la periferia, poseen regímenes políticos diversos, sus casas no están plenamente ordenadas, gravitan significativamente en la economía mundial, están descontentos con los equilibrios de fuerza vigentes, tienen altos niveles de desigualdad doméstica, despliegan una conducta externa heterodoxa y se encuentran muy inclinados a favor de una repartición de poder en el terreno global.
En ese sentido, Southfalia (en contraposición a Westfalia, balance de poder dominante) se vale de mucha de la arquitectura normativa e institucional existente, pero le añade su voluntad de transformarla para que incorpore otros intereses y necesidades. Para ello, y ante el creciente déficit o estancamiento de instancias multilaterales como la ONU y OMC, entre otros, los poderes emergentes parecen dispuestos a introducir, al menos en el terreno de los espacios y foros, alguna originalidad. Por un lado, estos actores han ido activando distintas dinámicas multiminilaterales; esto es, varios ámbitos en los que converge un número limitado de participantes, con una agenda precisa y con propuestas concretas. Ibsa (India, Brasil y Sudáfrica) y Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) expresan lo anterior. Por el otro, varios países buscan impulsar un regionalismo de nuevo cuño destinado a dialogar y consensuar posturas e iniciativas en materia de seguridad: la Organización de Cooperación de Shanghái, promovida por China, y el Consejo de Defensa Suramericano, sugerido por Brasil, apuntan en esa dirección.
En algunas naciones de Southfalia han surgido ideas que intentan llevarse y plasmarse en la política mundial. Desde mediados de esta década, Hu Jintao ha proclamado la noción de hexie shijie ("mundo armónico") como guía de la proyección externa china y como referencia para que el ascenso de Beijing sea interpretado en un sentido pacífico. India, por su lado, ha venido impulsando la noción de Gandhi trusteeship ("tutela") como expresión de la búsqueda de un desarrollo colectivo espiritual y material más igualitario. Muy probablemente se producirán más aportes de otras naciones en el futuro que, en esencia, apunten a darle un carácter más humanitario a un ordenamiento internacional Posguerra Fría tan poco sensible a los ideales de equidad, solidaridad y concordia. De algún modo, Southfalia podría contribuir a conciliar las lógicas de la política, el derecho y la moral, en donde el poder, las normas y la ética se entrelacen y refuercen. De lo contrario, las relaciones internacionales seguirán oscilando entre una realpolitik inmoderada y una idealpolitik vacua.
En términos de prácticas y liderazgo, Westfalia se ha sustentado en procesos deliberativos poco democráticos y en estilos de liderazgo convencionales. Southfalia no se ha mostrado en este campo innovador: ni ha propiciado todavía formas y procedimientos más participativos y pluralistas, ni ha implementado modos de liderazgo múltiple, concertado, conjunto, colaborativo o distributivo. En síntesis, Southfalia muestra ciertos elementos de continuidad, readaptación y cambio con respecto a Westfalia. El sistema westfaliano no se ha colapsado, pero muestra signos de agotamiento evidente. Mientras tanto, el Sur global avanza gradualmente aportando, con marchas y contramarchas, novedades significativas. El desafío para Latinoamérica es entender mejor y aprovechar más esta oportunidad; el reto de las potencias de Occidente es aceptar o asimilar el ascenso de una periferia distinta a la del pasado y con ello no tentarse con "mantener en su lugar", como dijera en 1958 A.F.L. Organski en su obra World Politics, a los inquietos poderes emergentes.
* Extracto del paper titulado "El entorno global", una de las piezas ensayísticas
del libro La defensa en el siglo XXI- Argentina y la seguridad regional (Capital Intelectual, julio 2012).