Di Tella en los medios
La Nación
14/06/10

El secreto encanto de la centro izquierda

El triunfo de Ricardo Alfonsín despertó las ilusiones del progresismo no peronista y puso en el centro de la escena a ese espacio variopinto que en marketing político suena a marca ganadora. Cuáles son las banderas de la centroizquierda hoy en la Argentina. ¿Hay una genuina vocación progresista o definirse de "derecha" es piantavotos? Mitos y verdades de un sello que cotiza en alza

Por Pablo Mendelevich

No hace falta cursar un máster en marketing político para saber que cuando se trata de seducir votantes en la Argentina está contraindicado hablar de derecha. Los partidos de derecha prefieren decir que son de centro. Ni siquiera luce demasiado bien en nuestra cultura política titularse conservador -por lo menos desde que la irrupción del peronismo quebró el bipartidismo de radicales y conservadores-, una denominación normal en otras latitudes para partidos y personas.

Todo lo contrario sucede con la palabra centroizquierda, glamorosa etiqueta que remite a un progresismo reformista de semblante moderado. Gobiernos de lo más dispares, deseosos por igual de encantar a la sociedad, se definieron en los últimos cuarenta años como hoy lo hace el gobierno peronista de los Kirchner. En los ochenta se autotituló centroizquierdista el gobierno radical de quierdista el gobierno radical de Raúl Alfonsín. En los setenta, el de Héctor Cámpora. Y hasta el antecesor de facto de Cámpora, el general Alejandro Lanusse, se decía de centroizquierda, aunque la historia oficial contemporánea lo recuerda más por la matanza de guerrilleros que hizo la Marina en Trelew que por sus acercamientos al gobierno socialista de Salvador Allende, al Perú de Velasco Alvarado y a la China de Mao.

Pues bien, sucede ahora que Ricardo Alfonsín, heredero del biotipo del padre tanto como de su mote ideológico, viene de posicionarse como precandidato presidencial del panradicalismo, estacionado en el campo de la espaciosa centroizquierda, allí donde el kirchnerismo se pensaba solo.

Representar al sector

La centroizquierda, dice la socióloga Graciela Römer, es un sector del campus ideológico muy difuso. "Allí entra -explica- lo que se denomina la progresía, desde el socialismo hasta una porción liberal. Los movimientos de masas, como el radicalismo y el peronismo, dificultan la identificación de la centroizquierda. Hoy participa desde el Frente para la Victoria hasta Proyecto Sur, sectores del radicalismo, del socialismo y del ARI".

El Gobierno, sin embargo, cree que sus propias políticas le acreditan la representación del sector. "Las políticas que entendemos como ´de centroizquierda´ -dice el politólogo Juan Manuel Abal Medina, materia gris del diputado Kirchner- son las que tienen como objetivo la distribución del ingreso y del poder social. Hasta el año 2003 parecía imposible que esas políticas fueran llevadas a la práctica y se veían sólo como bellos discursos utópicos. Las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner demostraron que podían ser implementadas con éxito en beneficio de las mayorías sociales. Por eso hoy los distintos actores buscan presentarse como parte de ese espacio más allá de que antecedentes, valores e idearios los sitúen muy lejos de él."

¿Qué parte del electorado de centroizquierda se puede decir hoy que apoya al kirchnerismo? Según Abal Medina, "la gran mayoría del electorado que simpatiza con las transformaciones que apuntan hacia la igualdad social y la profundización de la democracia acompaña al kirchnerismo". En su opinión, salvo algunos pequeños sectores políticos o académicos progresistas que cuestionan parte de la política del oficialismo, los sectores opositores están "a la derecha del kirchnerismo".

Es interesante el matiz que se advierte al contrastar la visión oficialista con lo que significa centroizquierda para el politólogo Guillermo O´Donnell, prestigioso académico. "Ser de centroizquierda -explica ante la consulta de Enfoques- es sostener conjuntamente un firme compromiso con dos valores: la democracia representativa y la equidad social. Esto es fácil de decir pero difícil de implementar en la práctica de la política y el gobierno". Es que a lo largo de la historia se proclamó la democracia con escasa o nula preocupación por la equidad o bien se siguió el camino de proclamar la equidad ignorando o arrasando principios básicos de la democracia representativa. "Creo que nuestra actual situación -completa O´Donnell- abre tal vez como nunca, mientras sea sostenida con creíble autenticidad, la posibilidad de que las posiciones de centroizquierda encuentren amplio eco".

En el campo teórico muchas veces se habló de la necesidad de fusionar el impulso hacedor de unos con la vocación republicana de otros, pero es evidente que esas intenciones no se cristalizaron en la vida partidaria, por lo demás debilitada desde que menguó el bipartidismo peronista-radical. Kirchner, desde el poder, repitió que consideraba ideal un diseño en el que una fuerza de centroizquierda compitiera con otra de centroderecha. En su esquema, el kirchnerismo sería (o es) la centroizquierda.

¿Tan bien cotiza ser de centroizquierda o el espectro está corrido por culpa de una nomenclatura en la que falta una derecha orgullosa? Sea porque el conservadorismo renovó su ascenso a través de los golpes militares y -en la década del treinta- mediante la reposición del fraude, por la eterna dificultad de los conservadores de constituir un partido unificado, por los efectos del movimientismo sobre el sistema de partidos o por una combinación de razones, lo cierto es que hasta en el lenguaje común se utiliza el término derecha como descalificatorio.

"No sé si en términos generales cotiza tan bien ser de centroizquierda -dice ante una pregunta específica Ana María Mustapic, profesora de ciencia política de la Torcuato Di Tella-; en el electorado argentino hay una franja importante que se identifica con políticas que mitiguen el alto grado de fragmentación social del país y aseguren una expansión de las libertades públicas e individuales. Esos votantes se han expresado a través de distintas ofertas partidarias, por ejemplo el Frepaso, el ARI, la propia UCR y corrientes del PJ. Es en ese universo donde la centroizquierda se cotiza."

La amplia oferta ideológica del peronismo también ha permitido que de los últimos cinco presidentes peronistas (Menem, Rodríguez Saá, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner) sólo los dos últimos hayan reivindicado para sí la identidad centroizquierdista. Dato que se entronca con la volatilidad de la política argentina. Se podría recordar que en 1982, un año y medio antes de la llegada de Raúl Alfonsín al poder, nadie juraba que el viejo contrincante de Balbín le ganaría a un peronismo hasta entonces invicto (en elecciones libres), así como veinte años después, en 2002, pocos apostaban a que el gobernador de la lejana Santa Cruz sería el sucesor del presidente Duhalde.

Aunque mucha agua correrá aún bajo el puente, es notable el carácter súbito -y volcánico- del efecto Alfonsín, un despabilamiento de los jugadores políticos opositores que a partir de una interna provincial de los radicales se propagó al peronismo federal. Los peronistas antikirchneristas se concentraron la semana pasada en el despacho del sonriente Adolfo Rodríguez Saá, explicaron que Macri, antes socio de Felipe Solá y Francisco de Narváez, no entraba en la foto por carecer ahora de suficiente peronismo en sangre y se juramentaron engendrar un solo candidato presidencial, todavía no saben en qué probeta. Ese flanco, en todo caso, podrá reclamar pureza peronista -sobre todo a Kirchner- pero parece difícil que litigue por credenciales progresistas. Quizás el peronismo tolera mayor pragmatismo, lo que en una campaña puede redundar en oportunos juegos de cintura, como aquel golpe de gracia que hizo Carlos Ruckauf en 1999, cuando le ganó la gobernación de Buenos Aires a Graciela Fernández Meijide horas después de "denunciarla" como abortista.

Un suave corrimiento

Antes de que el hijo de Raúl Alfonsín llegara a las primeras planas de los diarios, algunos analistas sostenían que, vista la buena imagen cosechada por figuras como Reutemann, Cobos o incluso Macri, no se estaba registrando un corrimiento del electorado hacia la centroizquierda. Sin embargo, al devaluarse las estructuras partidarias, el fuerte personalismo en el que se desenvuelve la vida política quizás privilegie valoraciones epidérmicas por encima de las disquisiciones ideológicas.

De acuerdo con mediciones de Graciela Römer, un 19 por ciento de los argentinos mayores de 18 años se autodefine de centroizquierda y de izquierda, un 16 por ciento dice ser de centro y otro 14 por ciento se manifiesta de centroderecha y de derecha, porcentajes que en los años noventa estaban al revés. Lo que certificaría un suave corrimiento hacia la centroizquierda tras el cambio de siglo, no tan abrupto como el que podría esperarse a partir del contraste vociferado entre las eras menemista y kirchnerista. ¿Qué cómo se llega al cien por ciento? Sucede que el 45 por ciento de los encuestados dice "ninguno" cuando se pregunta en qué zona del espectro usted se ubica.

En cuanto al recorrido histórico, la politóloga María Matilde Ollier dice que el voto de centroizquierda se dividió en 1983 entre Raúl Alfonsín y el Partido Intransigente, aunque algunos votaron entonces al PJ por tradición. En 1989 (Menem versus Angeloz) la centroizquierda no tuvo claros referentes y los votos se esparcieron en términos individuales. En 1995 (Menem, Bordón, Masacessi) se inclinaron por el Frepaso. En 1999 (De la Rúa versus Duhalde) fueron para la Alianza. En 2003 se repartieron entre Kirchner, Carrió y otros. En 2007 hubo diversificación.

Ollier también confirma, para sosiego de quienes se esmeran en descubrir un alambrado oculto, que la centroizquierda es difícil de definir. "En tanto es heredera de la izquierda revolucionaria de los años 60 y 70, aunque ha renunciado a la revolución -sobre todo en su apelación a la violencia como instrumento de cambio-, diría que al menos se ha dividido en dos: una izquierda conservadora y una con tinte socialdemócrata. La primera se halla frente a la tragedia del ´adiós´ a la revolución, entonces al apelar a una visión de la política amigo-enemigo sin tener como horizonte la revolución queda atrapada en un juego sin destino. La otra centroizquierda, si bien comparte la visión sobre el conflicto inherente a toda sociedad (sobre todo la moderna), ve en la política democrática la posibilidad de ir saldando las inequidades que produce el capitalismo; cuánto lo puede lograr, es una incógnita".

Como observa Sergio Berenstein, analista político de Poliarquía, la sociedad argentina redescubrió el Estado y tiene consenso en cuanto al problema de la pobreza. ¿La agenda que viene se engarza mejor en una oferta de centroizquierda? En asuntos concretos, por ejemplo el tema de la estatización previsional, el debate hipotético entre Kirchner y Alfonsín sería sobre las formas, no sobre el fondo, porque pese a que Abal Medina reserva las transformaciones al Gobierno y la obstrucción a los opositores, es notorio que buena parte del radicalismo pregonó políticas que Kirchner, con su particular estilo, ejecutó.

Sin llegar a la musicalidad cautivante de la palabra mariposa en la poesía popular, en el marketing político el concepto de la centroizquierda se asocia, quizás, con sensibilidad social, búsqueda de la igualdad, solidaridad, con una mística transformadora. Son resonancias positivas sutiles, es cierto. Pero vigorosas por comparación con etiquetas nada magnéticas. Lo que no significa que no exista una identidad centroizquierdista genuina, a veces, incluso, sincronizada con la marca.

En cifras
Las mediciones de Graciela Römer certificarían un suave corrimiento hacia la centroizquierda tras el cambio de siglo. Según sus sondeos, los argentinos mayores de 18 años se definen:

19% Centro
16% Centroizquierda / Izquierda
14% Centroderecha / Derecha
45% Ninguno

Recorrido
La politóloga María Matilde Ollier dice que el voto de centroizquierda se dividió en 1983 entre Raúl Alfonsín y el Partido Intransigente, aunque algunos votaron entonces al PJ por tradición. En 1989 (Menem versus Angeloz) la centroizquierda no tuvo claros referentes y los votos se esparcieron en términos individuales. En 1995 (Menem, Bordón, Masacessi) se inclinaron por el Frepaso. En 1999 (De la Rúa versus Duhalde) fueron para la Alianza. En 2003 se repartieron entre Kirchner, Carrió y otros. En 2007 hubo diversificación.

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