Di Tella en los medios
Clarín
1/07/23

La sorpresa y lo previsible

Natalio Botana, profesor del Doctorado y la Maestría en Historia, analizó el escenario electoral argentino.


Mariano Vior


Fueron días febriles para definir candidatos. Una circunstancia en que los contrastes entre la sorpresa y lo previsible fueron evidentes: la sorpresa ejecutada por los arrestos tácticos del peronismo; lo previsible de una competencia larga de candidatos, que despuntó en Juntos por el Cambio luego de los comicios intermedios de 2021.

Conviene subrayar de qué manera jugó el secreto en el seno del peronismo. En cuestión de horas, ante el desconcierto de muchos, quizás haya puesto en marcha el peronismo su tercera transformación a partir de 1983. Del menemismo promercado y privatizaciones de los años 90, el peronismo giro en las últimas dos décadas hacia el populismo con ínfulas verbales de izquierda del matrimonio Kirchner. ¿Y ahora…?

La designación de Sergio Massa deshilachó, pero no elimino del todo, la tradición del gran elector que insiste en detentar la Vicepresidenta. Abierto el juego, hubo cambios de posición, sacrificios de candidatos de uno y otro bando que hubiesen concurrido a las PASO y, sin duda, resentimientos, traiciones y heridas que no se cierran fácilmente. Junto con la Vicepresidenta, todas las variantes del peronismo concurrieron a esa ceremonia: el Presidente, dirigentes con experiencia, gobernadores e intendentes.

Estas variantes se unificaron para mantener el vinculo más solido del peronismo en su ya larga trayectoria: el apetito por el poder. Esa voracidad y el afán para saciarla mediante formula unificadas, por mas que sean precarias, religa transformaciones sucesivas. Las mascaras se intercambian velozmente; el ansia de poder que aquellas encubren se conserva incólume.

Por otra parte, la declinación del papel de gran electora corona dos desaciertos previos. Fracasó CFK en 2015 en que Sergio Massa le dividió los votos que deberían acumularse en la formula Scioli-Zannini; falló asimismo en 2019, designando un Presidente vicario e ineficaz que, al concluir su mandato, lograría sin embargo contener la pretensión de entronizar al candidato impulsado por ella y el camporismo.

¿Dan cuenta acaso estos cambios de un crepúsculo definitivo? No todavía. Si adviene una derrota y se pierden las cajas y recursos del Poder Ejecutivo, el movimiento que sembró de pobres el país y apabulló los ingresos con una inflación incontenible, buscará refugiarse en la provincia de Buenos Aires apuntalando la reelección de Kicillof, confeccionando listas de legisladores devotos y, como quedó demostrado en Jujuy, agitando la violencia callejera.

Claro está que esa derrota depende de que el faccionalismo se contenga en las filas opositoras. Por eso, por el temor a un desgarro faccionalista, el peronismo fraguó la formula Massa-Rossi, lo que amortigua, aunque no impide, la probable presencia de otros peronismos en Córdoba o ligados a alguna vertiente de los movimientos sociales.

Estos arreglos de cúpula no coinciden con la competencia abierta de Juntos por el Cambio. Se impone pues demostrar si en estas semanas previas a las PASO, las fórmulas Larreta-Morales y Bullrich-Petri podrán transmitir al electorado consensos básicos y programas igualmente compartidos.

A no olvidar, este es un comicio interno y no una elección definitoria entre oficialismo y oposición. Por consiguiente, cometerá un error quien confunda las cosas y aplique retóricas confrontativas, propias de las elecciones generales, al plano interno de las primarias. Provocaría de este modo que la formula ganadora no retenga posteriormente una porción de los votos pertenecientes a quienes salieron segundos.

Esta exigencia es más notoria porque, distintas de las PASO de 2015 en que hubo un candidato predominante, en las de este año sobresale la paridad entre los dos candidatos presidenciales que provee el PRO. Habrá que ver qué actitud adoptará Mauricio Macri, ya sea la de gran elector, deshilachada por el lado peronista, o la de arbitro que, sin identificaciones personales, garantiza ante todo la unidad.

Todo esto sería insuficiente para los candidatos del PRO de no contar con la función integradora de otros miembros de Juntos por el Cambio: la UCR retuvo ambas candidaturas a Vicepresidente y a Vicegobernador en la provincia de Buenos Aires, la Coalición Cívica y el peronismo republicano respaldaron al binomio Larreta-Morales y las corrientes liberales se encolumnaron a su vez en los dos espacios.

El contraste entre estas dos clases de unidad es relevante. La del oficialismo, monolítica e impuesta desde arriba mediante arreglos que ahora pasan factura; la de la oposición competitiva y generada desde abajo con riesgos de caer en confrontaciones extremas.

En todo caso, hay algo más. Ciertos aspectos de la conducta de Massa frente al Kirchnerismo y el mensaje de quienes en la oposición buscan ampliar sus apoyos inducen a pensar si la política, no está rumbeando hacia posiciones mas moderadas. Los mercados y los especialistas en Estados Unidos han tomado nota de este dato que parece ensanchar el lugar del centro.

Estos deslizamientos apenas se insinúan. Por lo pronto, como candidato de unidad ya consagrado, Massa disparó la campaña por la presidencia sin pasar por la interna. Lo hace soportando el fardo de un desastre gubernamental que encarna en su condición de Ministro de Economía de un Presidente con el prestigio por el suelo. La retórica para diferenciarse de esa carga es su mayor desafío.

En la oposición, la campaña implica otro desafío: el de dar forma a los liderazgos sobre un terreno de coincidencias. No es sencillo plasmarlos en un contexto de fatiga ciudadana, descreimiento y abstención electoral. En ese terreno, debería tallar el carácter de un liderazgo de reconstrucción.

La experiencia de las democracias que, desde el centro-derecha y el centro-izquierda, consolidaron coaliciones de reconstrucción, nos enseña que la política centrista es un genio de dos caras: la coherencia y la transparencia reflejan la mejor; el oportunismo y las maniobras para ocultar la corrupción y obtener impunidad, la peor. Habrá que optar entre las dos.