Di Tella en los medios
Apertura revista
23/06/23

Pablo Guidotti: “Ninguna solución monetaria va a funcionar porque no fuerza a los políticos a terminar con el déficit fiscal”

Pablo Guidotti, exsecretario de Hacienda y profesor de la Licenciatura en Economía, fue entrevistado en Revista Apertura sobre el rumbo de la economía.

Pablo Guidotti era el segundo del ministerio de Economía de Roque Fernández cuando en 1997 encaró oficialmente un plan para dolarizar la Argentina. La idea había surgido un par de años antes, cuando también secundaba a Fernández en el Banco Central y el ‘Efecto Tequila’ golpeaba al país.
La idea no prosperó, y aunque para Guidotti hubiera evitado los efectos más dañinos que tuvo la salida de la convertibilidad en la Argentina, hoy no es una idea para reflotar.
El actual socio de Tenac Asset Management y profesor de la Universidad Torcuato Di Tella considera que la dolarización es solo una alternativa dentro de un gran abanico de opciones monetarias que deberán evaluarse a futuro. Pero no es hoy posible ni conveniente, y dilata la discusión sobre reformas urgentes que sí deben hacerse, sobre todo con vistas a un nuevo gobierno en 2024 sobre el que ya hay altas expectativas.
“El ancla debe ser fiscal”, asegura el economista que no planea acompañar a ninguno de los candidatos en la próxima administración, y a los que desde lejos les vaticina que “deberán tomar medidas bastante dramáticas para generar algún cambio”.

¿Cómo describe la situación económica actual?
La economía argentina tiene problemas serios hoy, que se resumen en dos grandes efectos: la inflación creciente y una caída en la actividad económica que estimo que este año será entre 3 y 4 por ciento del producto.
Una recesión muy importante junto con una inflación muy alta. Pero son solo los resultados más visibles de una economía que está totalmente trabada en términos de regulaciones y restricciones cambiarias, en un contexto donde el Estado sigue con un déficit muy alto.
Este año, el déficit primario que va a dejar este Gobierno al próximo será cercano al 4 por ciento del producto. Muy por arriba de lo que estaba previsto en el programa con el FMI y que al no haber financiamiento, está siendo financiado con emisión monetaria. Esto se da con una administración que no tiene capacidad de reacción y a la que tampoco le resultaría fácil tenerla. Debería hacer cosas bastante dramáticas para generar algún cambio.

¿Aun siendo dramática, una sola medida bastaría para ese cambio?
Hay que hacer un conjunto de reformas muy importantes que incluyen reducir o eliminar el déficit pero además destrabar todo lo que cambiario, unificar el tipo de cambio y eliminar una serie de regulaciones que no solo traban la economía sino que son una fuente potencial de corrupción. Hoy la falta de dólares está traducida en toda una administración de los dólares que le dan a las importaciones.
La última medida del BCRA tratando de forzar restructuraciones en deudas provinciales es una medida insólita y totalmente descabellada, que vulnera el federalismo e incluso considero que es inconstitucional. Pero es parte de una forma de pensar la economía con la que, de golpe, a cualquier funcionario se le ocurre que puede hacer cualquier cosa. Entonces hay un funcionario de segundo nivel como es el presidente del Banco Central, que dentro de la administración pública es un secretario de Estado sin rango ministerial, que considera que hay que afectar el crédito de un Estado provincial que no necesita reestructurarse.
Todo eso muestra el dislate que hay en el manejo de la economía. El tema es que todo esto va a convivir con un ciclo de expectativas que son positivas porque en las elecciones, todo el mundo espera que haya un cambio y el nuevo Gobierno implemente las reformas que son necesarias y que encima, posiblemente lo pueda hacer con el control del Congreso, algo que no ocurre desde el 83.
Hay expectativas positivas de que todo cambie para mejor en 2024, pero hasta ese momento todavía hay mucho camino por recorrer y mucha incertidumbre.

¿Qué rescataría del actual modelo?
Este modelo está totalmente agotado y se van a requerir reformas importantes. La presión tributaria argentina es altísima y el Estado utiliza esos recursos de una manera ineficiente, pagando cosas que yo englobaría dentro de la palabra corrupción porque es un mal gasto, gente que recibe dinero del Estado que no debería.

¿Se refiere a los planes sociales?
En ese caso hasta el propio gobierno dijo que 20 por ciento de los planes sociales iban a gente que no existía. Entonces, claramente hay mucho que se puede racionalizar dentro del funcionamiento del Estado para llevar a la Argentina rápidamente a un superávit primario de 2 puntos del producto.

¿Ese cambio solo es posible con medidas dramáticas?
Hay que hacer lo que hay que hacer. Hay que bajar gasto e identificar las áreas más conflictivas. La Argentina hoy tiene un gasto público que, en términos del producto, es el doble de lo que era históricamente hasta los años 2000. Si lo pudo duplicar en estos años, también lo podrá bajar. Es una tarea necesaria para el próximo Gobierno. Creo que por la situación en la que estamos hoy, va a haber un consenso muy fuerte para que se hagan las reformas.

Con su experiencia por participar en una negociación para hacer una experiencia en el país, ¿hoy la dolarización es una opción real?
Yo creo que en este momento no es muy conducente hablar de dolarización en la Argentina. Con esto no quiero decir que la dolarización no sea una elección dentro de las alternativas posibles. Todos los regímenes monetarios como tipo de cambio flexible, fijo, dolarizar, estar dentro de una unión monetaria; todo tiene sus beneficios y sus contras.
Lo que si estoy seguro es que hoy la discusión en la Argentina tiene que estar sobre lo fiscal. El ancla de las expectativas ya no es una solución monetaria, tiene que ser fiscal. Si no pasamos a tener superávit fiscal, la dolarización no va a servir.
La dolarización no es un mecanismo que fuerce a la clase política a tener superávit fiscal.

¿Aun así es un tema que genera debate hoy?
Pero no es útil discutir mucho el tema porque parece una solución mágica. Hoy está quedando claro que el ámbito de alrededor de Javier Milei, que es el que más hablo de este tema, ya no lo presenta más como algo inmediato sino más bien algo para el futuro. La verdad es que hoy hay muchos ejemplos en la región de países que han podido desarrollar bancos centrales independientes y que han tenido estabilidad de precios aun teniendo un pasado muy turbulento.
El ejemplo más claro es Perú. La Argentina y Perú tuvieron durante muchos años casi vidas paralelas, partiendo de hiperinflaciones en el 89/90, al mismo tiempo. Luego tuvieron todas las reformas en los años 90 y ambos países llegaron con inflación baja a principios de los 2000, con niveles de endeudamiento similares, del orden del 40 por ciento y 42 por ciento del producto. Después la Argentina se fue a la banquina con la crisis del 2001 mientras que Perú siguió con responsabilidad fiscal y una decisión de la clase política de mantener ese rumbo. En cambio en la Argentina, la clase política optó por la fiesta de la pesificación asimétrica, todos estos ejercicios de redistribución.
Decidió violar el Estado de derecho, mientras que Perú siguió insistiendo y llegó a la pandemia junto con Chile siendo los dos países más bajos en endeudamiento entre los emergentes. Menores al 30 por ciento del producto.

¿Perú tuvo intensiones fallidas también de dolarizarse?
Perú también era un país muy dolarizado como la Argentina y se fueron ‹desdolarizando›. Fueron por la estabilidad fiscal, pusieron una regla fiscal muy estricta y desarrollaron un banco central independiente con metas de inflación. Pudieron desarrollar el mercado de capitales domésticos, fondos de pensión, un banco central independiente que mantiene el mismo presidente hace muchísimos años. Y hoy cuando miramos a Perú, aunque tiene mucha fragmentación política, la economía funciona independientemente. Lo que muestra que se puede hacer.
Chile tiene una historia más larga, con más desarrollo institucional. En los 90 el único ejemplo que teníamos era Chile pero hoy también podemos mirar a México, Colombia, Perú, Uruguay, Paraguay. Toda la región está funcionando bien. Lleva años construir la credibilidad en los bancos centrales pero cuando se logra aparecen los beneficios de la flexibilidad cambiaria en términos de poder responder en situaciones como fue la crisis global de 2009 o en la época de la pandemia. En ninguno de los casos, aunque tuvieron políticas expansivas, generó inflación o expectativas de inflación. Por eso, esto nos muestra que el punto número uno que tiene que tener en mente la Argentina es corregir el desequilibrio fiscal y para países como el nuestro, es necesario tener como objetivo de mediano plazo niveles de endeudamiento a producto bruto que no superen el 40 por ciento. Hoy estamos muy lejos de eso. Un país como la Argentina, con la baja credibilidad que tiene, no puede funcionar con niveles de 70 u 80 por ciento de deuda.

¿Es una primera medida necesaria pero que tiene efectos inmediatos?
La baja del ratio deuda/producto no se va a producir en un gobierno solo, pero tiene que ser política de Estado. Es la única manera de que la Argentina pueda aspirar a tener una acceso fluido al mercado de capitales y ser grado de inversión.
En 1997, cuando ya se había superado la ‘crisis del tequila’ y la economía se estaba recuperando muy rápido, la Argentina estaba a un paso de ser grado de inversión, que permite acceder a un pool de financiamiento mucho más estable. Hoy estamos lejísimos de eso. Pero se puede.

¿Por qué en aquel momento la dolarización fue una opción y ahora no la ve?
 La situación fiscal era muy distinta porque había un superávit primario de la deuda que estaba por debajo del 40 por ciento del producto. La Argentina tenía un régimen cambiario como la convertibilidad, que era un tipo de cambio fijo. Pero la economía estaba creciendo fuertemente. En esa situación, la discusión fue de carácter institucional. Se habló con los Estados Unidos sobre la posibilidad de que ese país devolviese el señoreaje, que pudiese ser utilizado como colateral para tener una línea de crédito de la Reserva Federal en el caso de que la Argentina volviese a tener problemas bancarios, como los que había tenido con el ‘Efecto Tequila’ de 1995.
Era una construcción institucional que de alguna manera fortalecía el régimen que en ese momento era el de la convertibilidad, que dejaba ciertos riesgos cuando el país quisiera salir. La idea de discutir un tratado monetario también se basaba en la idea de que cualquier institución monetaria de ese tipo estuviere aislada de los vaivenes políticos, no solo de Argentina sino también de los de Estados Unidos.
En ese momento la discusión se abrió, no públicamente sino con todos los representantes de los partidos de la oposición porque obviamente no iba a ser algo que iba a decidir un solo gobierno, que además estaba en su etapa final.

Aun así se frustró...
Se frustró porque en ese momento Carlos Menem decidió anunciarla y eso la mató políticamente. Pero en ese momento generó mucho interés a nivel internacional, incluso el Banco Central europeo en ese momento se interesó como un mecanismo para los países que estaban entrando a la Unión Europea, pero a los que todavía les faltaba un tiempo. Generó un debate. Era una época muy distinta, cuando todavía no había ejemplos exitosos de bancos centrales en mercados emergentes que hubiesen sido exitosos en adquirir credibilidad y desarrollar una política monetaria independiente.
Hoy tenemos muchos ejemplos. La discusión en ese momento era completamente distinta a la que se da ahora. Fue interesante pero ahora no es la discusión que hay que dar.

Si se hubiese dolarizado, ¿la salida de la convertibilidad hubiera sido menos dañina?
Obviamente. Lo más probable es que no hubiese ocurrido lo que pasó. Aunque también lo que ocurrió (el cambio de gobierno, la salida de Fernando De la Rúa) también tiene componentes políticos que yo no puedo evaluar si no se hubiesen dado. Pero que la Argentina estuvo muy cerca de engancharse después al tren de la mejora en términos de intercambio, del boom de los commodities y nunca haber tenido la crisis y hoy ser un país muchísimo más rico, no me cabe la menor duda.
Creo que también el default, la pesificación asimétrica, todo eso fue totalmente innecesario en esa época. Se podría haber evitado sin problema. Se dio en medio de una crisis política fenomenal.

¿Piensa que habrá un shock o las medidas se aplicarán gradualmente?
No hay lugar para gradualismo. Hay muchas reformas que hay que hacer desde el principio. Entre ellas, hay que reformar el Banco Central y toda la maraña de regulaciones totalmente absurdas que existen que tienen que ser eliminadas de cuajo.
Durante los primeros dos meses tiene que haber desaparecido. Esas complejidades generan, dentro de una institución como el banco central, montones de problemas porque hay muchos recursos humanos que en vez de estar preocupados por las tareas que tienen que ocupar como la estabilidad financiera y de precios, se están preocupando por todos los quioscos que surgen alrededor de estas regulaciones.

También circularon ideas de hasta hacer desaparecer el Banco Central. ¿Eso tiene alguna posibilidad de realizarse?
No. Banco Central propiamente dicho no debe existir solo en Hong Kong, por ejemplo. El Banco Central necesita una reforma muy grande pero es una institución que va a seguir existiendo y debe existir. Escuché que esa idea de Milei fue utilizada como una metáfora más que una propuesta. No lo sé realmente. Lo que hay que tener en cuenta es que, en este momento en la Argentina, la única ancla posible es la fiscal, es la única que va a cambiar el rumbo. Ninguna solución monetaria o financiera va a funcionar. En el exterior, dicen que los argentinos son los que más soluciones financieras creativas proponen todo el tiempo, pero que ninguna funciona. Eso refleja una mentalidad de querer resolver todo mágicamente sin hacer ningún esfuerzo.

¿Podría pensarse en una salida a la europea, con una moneda regional?
Hoy es muy difícil porque en la región, el resto de los países ha recorrido un largo camino de reformas y credibilidad mientras nosotros estamos últimos en esa carrera, junto con Venezuela quizás.
Entonces, ningún país de América latina querría hacer una unión monetaria con la Argentina en este momento. Eso también es muy diferente a lo que ocurría cuando pensamos en la dolarización en los 90’. Yo no le veo posibilidades. América latina es de las regiones del mundo menos integradas.
Primero tendría que lograr la integración económica.
Hay muchos países que son muy cerrados en Mercosur y, de hecho, el bloque es muy cerrado.
Toda la forma en la que se piensan los bienes públicos con carácter regional, la infraestructura, el uso eficiente de recursos, es un camino abierto.
Quizás en algún momento surja la idea de pensar en un área monetaria común pero hoy no están las condiciones. En el caso europeo, fue en gran parte un proyecto político. No veo esa unidad política en América latina para ir en esa dirección.

¿Avanzar en tratados de libre comercio?
Si hay integración económica se facilita tener monedas comunes porque elimina algunos grados de incertidumbre. Si se mira el Caribe, que tiene muchísima relación comercial con los Estados Unidos, hay muchos países allí que están dolarizados o con tipo de cambio fijo que ya tienen muchos años porque facilita la relación. Ese no es el caso de América latina. La Alianza del Pacífico es una visión de apertura comercial mientras que el Mercosur es un bloque proteccionista. Además, los bancos centrales de América latina hoy disfrutan de haber construido su credibilidad durante dos o tres décadas. Tampoco quieren abandonar o ir a otro régimen, cuando les está yendo bien.

¿Cómo cree que debería entonces la Argentina manejar su tipo de cambio a partir del año que viene?
La unificación cambiaria, la eliminación de los controles de cambio y las restricciones que existen, tienen que ocurrir bastante rápido, al principio del nuevo gobierno. Acercándose a diciembre, la economía ya va a estar anticipando que va a ocurrir.
Sin unificación, no hay forma de que ingresen capitales a la Argentina. El proceso de unificación hace que el tipo de cambio que está mal, que hoy es el oficial, no va a llevar a una devaluación del financiero, que ya es medianamente libre. Aunque hay algunas restricciones en ese mercado financiero gran parte de las preocupaciones van a desaparecer con la unificación. Igual, entiendo que asusta.

¿Asusta pensar en una devaluación tan grande?
Si pero ya los precios van a estar reflejándolo en gran parte. Va a haber algún impacto sobre los precios pero lo importante es que mucho de lo monetario tiene que ver con las expectativas que se generan a futuro. Una vez que se unifica, si se toman las medidas fiscales y se genera certidumbre, lo más probable es que se vea una apreciación cambiaria a pesar de que va a ver cierta inflación. Pero hay que interpretarla como inflación reprimida. Esa inflación ya está hoy pero simplemente se va a manifestar en ese momento. A partir de ahí, la inflación puede ir bajando bastante rápido si se corta todo el financiamiento monetario del sector público.

¿Implica recorten en subsidios, aumento de tarifas?
Si, todo el tema tarifas ya se está empezando a mover. Es parte del ordenamiento que tiene que ocurrir.

El costo político que tendrá que afrontar un gobierno recién asumido es alto.
Es cierto, pero no hay nada peor políticamente que estar paralizado. Algunos costos va a tener y será parte del desafío que tendrá el Gobierno en encontrar los mecanismos para mitigar parte de estos efectos. Cuanto más rápido se sincere la economía, más rápido se darán los incentivos para crecer hacia el futuro, para que lleguen inversiones y vuelvan capitales que hoy están fuera.

¿Son fundadas las altas expectativas que hay sobre el litio y la energía?
Esas áreas son las que nos hacen tener expectativas de que la cuestión va a mejorar aun cuando esas expectativas conviven con los problemas económicos actuales. Para los que están tomando decisiones de largo plazo, esas expectativas empiezan a jugar y después evaluarán que tan arriesgados son para invertir con un nuevo escenario.

¿Hay lugar para pensar en eventuales privatizaciones?
Hay dos cuestiones con las empresas públicas. Es obvio que deben eliminarse los déficits de esas compañías y también hay muchas de esas empresas que no son necesarias.
Podría perfectamente pensarse en privatizar. No sé si eso está en cartera pero no me sorprendería que suceda. Muchas veces las empresas públicas son el mecanismo para tener empleo público ‘ñoqui’ en el Estado. Igual esas privatizaciones no moverían la cuenta fiscal.

¿La cuenta fiscal es lo que lo desvela?
Es que el gasto público argentino tiene muchos beneficiarios que no lo merecen porque nunca contribuyeron en nada.
Es un concepto de corrupción ampliado, donde hay muchas cuestiones que resolver. En el pasado, cuando se hablaba de ajuste fiscal se cuestionaba con que iba a terminarse con la educación pública, por ejemplo. Ahora no estamos hablando de eso.
Hay un montón de gasto que se puede sacar y que solo beneficia a gente que nunca debería haberlo recibido. Ese trabajo lo tiene que hacer el futuro gobierno, con las medidas que identifique efectivas.
Lo harán a los que les toque decidir, yo no voy a estar en ningún futuro gobierno.










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