Di Tella en los medios
Clarín
10/04/23

La importancia de nuevos liderazgos

Juan Negri, director de las Licenciaturas en Ciencia Política y Gobierno y en Estudios Internacionales, analizó el escenario electoral argentino.


Cristina Kichner y Mauricio Macri, líderes de cada lado de la grieta. Foto MAXIMILIANO VERNAZZA /ARGRA


En la recta final hacia la definición de alianzas y candidaturas, se empiezan lentamente a despejar algunas de las incógnitas del laberíntico paisaje electoral argentino. En las últimas semanas, el ex presidente Mauricio Macri anunció que no será parte de la primaria de Juntos por el Cambio. Como en un juego de espejos entre las figuras clave de los principales espacios políticos, Cristina Fernández también había desistido de ser parte del elenco electoral del Frente de Todos.

Este doble renunciamiento es muy significativo. Tanto Macri como Fernández, aunque pareciera que forzados por circunstancias fuera de su control, liberan el terreno para permitir figuras renovadas al interior de sus partidos.

Ambos líderes cumplían un rol idéntico en sus respectivas coaliciones: figuras clave por su trayectoria y experiencia política, eran poseedores de significativos apoyos que les permitían ser competitivos en una interna pero impopulares en el gran electorado general de una eventual segunda vuelta.

Adicionalmente, a ambos aún les cuesta enfrentarse al hecho de que su estrella política no es la de antaño. Así, en su intento de mantener protagonismo, bloqueaban la posibilidad de sus partidos de plantear estrategias a futuro con una segunda generación de liderazgos.

Esta renovación que parece llegar podría, al fin, refrescar a su vez la muy desgastada conexión electoral entre la ciudadanía y su dirigencia. Hoy esa conexión atraviesa un mínimo histórico.

En este sentido, Juntos por el Cambio parece correr con ventaja. El proceso de construcción del espacio de centroderecha permitió la aparición de liderazgos alternativos a los del fundador. Así, hoy la oposición cuenta un puñado de candidatos que resultan más competitivos que el propio Macri: al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta se le suma la ascendente Patricia Bullrich, con más nombres que aparecen en segunda fila.

Pareciera que el ocaso electoral del ex presidente no afecta la existencia de Juntos, a pesar de que el primero se reserve poder de influencia en la oferta electoral. En la otra vereda, por el contrario, el proceso de institucionalización del peronismo es menos completo: a pesar de autodefinirse como el mejor intérprete de la voluntad de los débiles, paradójicamente, el kirchnerismo carece de candidatos capaces de perpetuar el legado de Néstor y Cristina por fuera del matrimonio.

La voluntad (y los vetos) de la vicepresidenta siguen siendo claves. El peronismo, a su vez, quedó atrapado en la disfuncionalidad que supone seguir atado al menguante liderazgo kirchnerista y hasta hoy fue incapaz de llevar adelante estrategias competitivas que superen el progresivo deterioro de la figura de Cristina. El summum de esta disfuncionalidad es el gobierno de Alberto Fernández: un experimento de gobierno que supuso un peronismo unificado del cual el kirchnerismo fue el enemigo más cruel y el que más colaboró para que hoy el sello del Frente de Todos camine hacia la elección con serias posibilidades de terminar tercero.

La mencionada posibilidad de que exista una renovación en ambos espacios es particularmente clave en un contexto profundo de deslegitimación del sistema político como el que estamos viviendo. Como es de esperar, la aparición de candidatos antisistema es sintomática de la incapacidad de la dirigencia política de enderezar el declive argentino. Pero mas allá de sus causas, lo sensible son las consecuencias. La experiencia mundial (latinoamericana y estadounidense sobre todo) de candidatos que llegan sin experiencia política, sin apoyo legislativo, con preferencias ideológicas muy extremas y discursos violentos, ofreciendo soluciones mágicas, exacerbando la polarización de sus votantes y con bajísimas capacidades negociadoras no es muy alentadora.

Los sistemas políticos que lo han experimentado muestran resultados similares: sociedades divididas, deterioro democrático, resultados políticos mediocres y aumento de la violencia política.

A pesar de estos riesgos, en nuestro país, ambos partidos principales están jugando con el ascenso del movimiento libertario en función de sus intereses. Juntos por el Cambio considera que esos votos serán propios en una segunda vuelta; y cuenta con que los diputados libertarios apoyarán el paquete legislativo del eventual gobierno que asuma en diciembre de 2023. El oficialismo, por su parte, considera que la existencia de Javier Milei debilita a Juntos, aún cuando los números sugieren que los votos que el libertario obtuvo en 2021 provinieron de votantes del peronismo en 2019. Así, no parecen percibir la gravedad de la frustración social.

Estamos frente a la posibilidad de relegitimar el sistema político con nuevos liderazgos. Esto es importante porque cuando los votantes abandonan al sistema, las opciones a las que recurren son casi siempre peores. Estamos a tiempo de evitar llegar a ese punto.