Invasiones inglesas de Buenos Aires, hecho bisagra para conciencia argentina
Las invasiones inglesas de Buenos Aires, de las que se cumple ahora el bicentenario, fueron un "hecho bisagra entre la colonia y la independencia", afirmó hoy en Londres el historiador argentino Felipe Pigna.
Pigna, director del Proyecto "Ver la Historia", de la Universidad de Buenos Aires, participa el viernes en un coloquio sobre las dos invasiones (junio de 1806 y el mismo mes de 1807) junto a su colega Klaus Gallo, de la Universidad Torcuato Di Tella, y Malcolm Deas, profesor de Política Latinoamericana en Oxford.
El acto, que inaugurará el embajador argentino en Londres, Federico Mirré, será moderado por el profesor James Dunkerley, director del Instituto para el Estudio de las Américas, mientras que el vizconde Montgomery del Alamein cerrará la reunión con sus conclusiones.
En declaraciones a Efe sobre su intervención, Pigna calificó de positivo el que a partir de 2001 se haya podido recuperar en Argentina el tema de las dos invasiones del Río de la Plata "de las garras del nacionalismo de la derecha más reaccionaria" y haya podido verse en esos acontecimientos "el origen de la patria".
El autor de "Los Mitos de la Historia Argentina" destacó el hecho de que en la segunda invasión el pueblo argentino hubiera sido capaz de derrotar a diez mil soldados de un regimiento escocés curtido en batallas coloniales.
Para Pigna, en un principio los criollos no supieron muy bien a qué atenerse, pues ignoraban si los ingleses venían como libertadores o como invasores, pero cuando se dieron cuenta de que era en esta segunda calidad dio comienzo una tenaz resistencia.
La primera ocupación de Buenos Aires fue una operación casi de piratería que siguió a la captura para la corona británica de la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza.
Allí, los ingleses se enteraron por una carta llegada en un barco negrero de que había en Buenos Aires un tesoro de más de un millón de pesos provenientes de Potosí, listo para ser enviado a España, y se decidió enviar una expedición para capturarlo.
Los ingleses se hicieron finalmente con el tesoro, que hoy valdría, sin contar intereses, unos 33 millones de dólares y que, según Pigna, se encuentra todavía oculto en el Banco de Inglaterra.
El historiador argentino no ha podido verlo y, según explicó a Efe, el banco emisor británico le ha denegado el acceso a toda información relacionada con el mismo, algo que está "reservado a los súbditos del Reino Unido".
La embajada argentina conserva una fotocopia del periódico "The Times" del 13 de septiembre de 1806 en la que se da noticia de la captura de Buenos Aires, que "en este momento forma parte del Imperio británico".
"Cuando consideramos las consecuencias que se derivan de esa situación y sus capacidades comerciales, así como su influencia política, -escribe el periódico- sabemos cómo expresarnos en términos adecuados a nuestras ideas sobre las ventajas nacionales que se derivarán de nuestra conquista".
La alegría de los ingleses iba a durar, sin embargo, bien poco ante la clara determinación de los criollos de defenderse frente al invasor extranjero.
Según Pigna, las dos invasiones inglesas implicaron "la toma de conciencia de las milicias" urbanas, grupos de criollos a los que se había armado y organizado militarmente.
Para su colega Klaus Gallo, "más allá del fracaso militar" que supusieron aquellas expediciones militares para los ingleses, Gran Bretaña iba a adquirir gracias a ellas "un enorme caudal de informaciones".
Los ingleses "perdieron militarmente la guerra, pero la ganaron desde el punto de vista comercial", explicó Gallo.
Las naves británicas iban cargadas de productos y, debido a las dificultades de abastecimiento, fueron bien recibidas, dijo Pigna, quien agregó que muchos comerciantes se quedaron a vivir allí.
"Había, además, entre los criollos una clara conciencia de la importancia de la expansión industrial inglesa y, por tanto, un interés en acercarse a Gran Bretaña", dijo, por su parte, Gallo.
Los dos historiadores argentinos coincidieron en que, a partir de los años veinte del siglo XIX, el reconocimiento inglés de la independencia argentina tuvo más importancia para la elite nacional que la famosa doctrina Monroe.