Di Tella en los medios
La Nación
6/09/20

Jorge Francisco Liernur: “El coronavirus obliga a pensar otra relación entre el campo y la ciudad”

Por Diana Fernández Irusta

El profesor emérito de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos fue entrevistado sobre el futuro de las megaciudades a partir del impacto de la pandemia.



Hablar con Jorge Francisco Liernur confirma no solo lo estimulante de ciertas corrientes del pensamiento, sino también la bienvenida osadía de quienes imaginan lo nuevo. Arquitecto, profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella, historiador de la arquitectura y el arte, Liernur está convencido de que “pensar en el pasado permite pensar en el futuro”, y por eso encuentra en la epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires a fines del siglo XIX indicios para intuir los cambios urbanos y culturales que el coronavirus podría impulsar en estos comienzos del siglo XXI.

Pero no solo eso: el intelectual, que se reconoce parte de la vida urbana y de todo lo que ella implica, considera que llegó el momento de relativizar las bondades de las megaciudades. Más allá de la amenaza pandémica y el impacto que tendrá en las grandes aglomeraciones, Liernur cuestiona la especulación inmobiliaria que anima la “competencia entre ciudades globales”, y apunta a lo que considera una errónea concepción de la distribución humana sobre el territorio. Desde su punto de vista, la puesta a punto de tecnologías ligadas a la conectividad y lo virtual tendría que ser el punto de partida para imaginar un mundo que supere el hacinamiento de las grandes metrópolis.

-¿Esta pandemia marcará un antes y un después?

-La pregunta en realidad es: ¿vamos a tener una actitud de aquí en adelante como que esto fue algo pasajero? ¿O vamos a partir de la idea de que, sumada a las que se produjeron hace poco, esta pandemia es una más dentro de una serie que va a seguir? Para pensar algo, yo parto de esa segunda posibilidad. Creo que vamos a tener mucho cuidado en cómo seguir de aquí en adelante, en un mundo en el cual todo se globaliza y también se globalizan las pandemias a una velocidad impresionante.

-¿La epidemia de fiebre amarilla de fines del siglo XIX ofrece pistas para pensar la actualidad?

-Pensar en el pasado te permite pensar en el futuro. Esa epidemia tuvo consecuencias a dos niveles, urbano y cultural. Respecto de lo urbano, promovió la construcción de instalaciones que la ciudad no tenía: redes cloacales y de agua corriente. Hubo, además, nuevas reglamentaciones. Antes de la fiebre amarilla, los conventillos podían tener cualquier número de habitaciones; a partir de ahí se redujo la cantidad de habitaciones que podían tener. Esto se combinó con otros factores, que tienen que ver con la especulación edilicia y una mayor accesibilidad a los tranvías. Las tres condiciones unidas generaron lo que conocemos como la expansión de la población que estaba aglomerada en el centro de la ciudad hacia lo que en ese entonces era la periferia.

-¿Y en la dimensión cultural?

-Se construyó la idea de la higiene, se impusieron hábitos y objetos diferentes. La posibilidad de tener agua corriente y las necesidades de tipo higiénicas generaron la aparición de dispositivos como el inodoro, la idea de bañarse todos los días. Hasta entonces, las casas estaban llenas de molduras, de muebles muy trabajados, cortinados, telas. Todo eso tendió a desaparecer, porque acumulaba suciedad, se transformaba en posible depositorio de problemas sanitarios. La estética blanca que surge después de los años 20 viene también de ahí. Yo la he llamado “la estética de la lavabilidad”, esa idea de que todo tiene que ser lavable, higienizable. De modo similar, en el terreno de la moda desaparecieron los vestidos largos, de arrastre. Los cambios fueron enormes, en distintos planos. Por eso no me extrañaría que lo que está pasando afecte a largo plazo los comportamientos.

-¿Qué futuro hay para las megaciudades?

-En esto sigo el pensamiento del británico David Harvey. Él señala tres momentos: uno a finales del siglo XIX, que coincide con lo que analizábamos antes, otro después de la crisis del 30 y otro después de la crisis de 2008. Lo que él dice es que se genera una acumulación, un exceso de capital, que antecede a las crisis, y se sale de las crisis cuando se encuentran formas de inversión para ese capital. La gran transformación urbana encabezada por París a fines del siglo XIX tuvo que ver con la crisis económica que generó que esos fondos se derivaran a la transformación urbana. El segundo gran cambio es el que, según Harvey, encabezaría la transformación de Estados Unidos a partir de la expansión del automóvil y las autopistas. Desde hace años viene diciendo que lo está ocurriendo en estas últimas décadas es otra crisis de exceso de acumulación de un capital que se ha ido a colocar en el desarrollo de las “ciudades globales” o megaciudades. Un caso clarísimo es Dubai. Son urbes que requieren un gigantesco desplazamiento de capital e inversiones, una cantidad infernal de equipamiento que las hace atractivas: aeropuertos, restaurantes, megacruceros, hoteles, parques temáticos, grandes centros de convenciones, museos. Uno no va a Nueva York solo porque está el Empire State, uno va porque están el MoMA, el Guggenheim, las grandes exposiciones, los musicales. Precisamente, Harvey sostiene que el fenómeno de las ciudades globales está ligado a lo que llama “consumismo de mínimo tiempo de facturación”. Y el epítome de ese tipo de consumismo es el turismo. Personas de distintas partes del mundo a las que les resulta inaccesible la vivienda -porque, paradójicamente, la carestía en la vivienda tiene que ver con estos procesos- deciden invertir sus excedentes en cosas que se pueden disfrutar rápidamente. Entre 2010 y 2018, el turismo pasó de 800 millones a 1400 millones de personas en el mundo. Una de las primeras cosas que se puso en crisis con la pandemia es ese enorme desplazamiento de personas, y junto con eso todo el sistema de megaciudades. Si el razonamiento de Harvey es correcto, y a mí me parece que lo es, va a haber un cambio importantísimo en estas dinámicas.

-Cambio que probablemente potencie la recesión que se viene.

-Por supuesto. La última ampliación del MoMA, ¿por qué se hizo? No solamente porque tenga colecciones, que siempre las ha tenido, sino también porque necesitaba mayores espacios para mayor cantidad de público. Lo mismo pasa con los grandes eventos, megaconciertos, raves. O el deporte, que cada vez tiende más al movimiento global de personas.

-¿Esta crisis podría inaugurar un nuevo tipo de ciudad?

-Las metrópolis, las grandes concentraciones humanas, tenían un sentido: eran el lugar donde el capital circulaba más velozmente. Esa es la razón fundamental de por qué se formaron. Ahora bien, en el mundo actual eso se pone en cuestión; el capital no las necesita para circular. Si las megaciudades han sobrevivido, es porque se convirtieron en grandes lugares de inversión y especulación inmobiliaria. Crece la inversión para potenciar los grandes centros urbanos y con eso viene la especulación. En Nueva York hay zonas cada vez más caras porque cada vez se hacen más inversiones para hacerla atractiva. Es un círculo: esas construcciones no son para los pobres de Nueva York; son construcciones hechas a escala mundial, con precios mundiales.

-Lugares para el mundo, pero no para la gente que los habita.

-De todos modos, el territorio empieza a tener un papel diferente y se hace cada vez más posible impulsar ciclos económicos en lugares que no sean exclusivamente metropolitanos. No es casual que hace unas semanas se haya cerrado, en Nueva York, la última exposición del Guggenheim, organizada por Rem Koolhaas, uno de los más talentosos y prestigiosos arquitectos contemporáneos. La exposición estaba dedicada a la importancia del territorio, lo que ellos llaman countryside, y presentaba experiencias de transformación agrícola y de relación con lo urbano en distintas partes del mundo. Hay ahí muchas cosas para pensar, que además están posibilitadas por el cambio tecnológico.

-¿Conoce ejemplos?

-Ahora suena paradójico, pero uno de los casos que venía observando es China, donde desde hace años se vienen impulsando estas cosas. Por ejemplo, universidades creadas en ambientes agrícolas, que combinan actividades agrícolas con actividades universitarias. Otro caso para atender es Alemania. Allí las universidades son públicas, pero tienen un sistema que implica que vos podés acceder a tu universidad de preferencia si te dan los puntos. Si no, podés hacer tu carrera, pero en la ciudad que te toque de acuerdo con tu desempeño en la secundaria. Esto implica una consideración distinta del territorio, pero también implica políticas generales, de tipo estructural.

-El famoso largo plazo.

-Bueno, mucha gente considera que esta pandemia es un shock histórico, habrá que comportarse históricamente.

-¿Dejaremos de lado la masividad?

-Hay lugares y actividades que necesitan de la relación directa, por ejemplo el teatro. Quizás haya restricciones y eso genere procesos imaginativos, obras que no requieran de la aglomeración. Es pensable que algo así pueda ocurrir. Ni hablar del trabajo en casa, que seguramente reciba un impulso muy fuerte. Lo mismo en la educación: hay procesos en los que lo presencial es insustituible, pero hay otros en los que se puede recurrir a la virtualidad. Es probable, también, que decaiga el turismo global a favor del desplazamiento de las personas en áreas más controladas, nacionales o regionales. ¿Por qué no concebir un countryside, un interior, diferente? No son cosas para un mañana inmediato, pero hay que pensarlas.

¿Por qué lo elegimos?

Arquitecto por la Universidad de Buenos Aires, Jorge Francisco Liernur posee estudios de posgrado en Historia de la Arquitectura y el Arte en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia y la Universidad de Bonn. Fue decano y fundador de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella, donde actualmente es profesor plenario. Escribió Trazas de futuro. Modernidad y arquitectura en América Latina y Diccionario de arquitectura y urbanismo en la Argentina.


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Publicado en: Sup. LN te acompaña
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