Di Tella en los medios
Clarín
14/04/7

Samuel Paz, un silencioso artífice del arte argentino

<DIV>EL EX DIRECTOR DE BELLAS ARTES MURIO AYER.</DIV>

El nombre de Samuel Paz puede pasar inadvertido entre quienes no han logrado separar su incapacidad, e incluso su ignorancia, de quienes han contribuido al respeto y el prestigio de las artes en nuestro medio. Y no sólo aquí. Pero si su figura, modelo de educación y discreto recato no se hizo popular entre quienes se entretienen ya generando objetos o pintando, esculpiendo o grabando, vale la pena recalcar que fue directa consecuencia de su propio estilo y no de omisiones ajenas. Samuel fue esa figura tan rara hoy: un hombre ilustrado. Su percepción, mayormente infalible, le sirvió para sugerir nombres y organizar exposiciones memorables en el Instituto Torcuato Di Tella, sin rozar ni competir con el protagonismo de Jorge Romero Brest, a las que agregó un talento que lo convirtió en insuperable instalador de las más difíciles muestras.

Tenía con qué. Estudioso y atento a todos los movimientos, no deslucía con caprichos o arbitrariedades las obras que debía exponer y las exaltaba cumpliendo de esa manera una silenciosa labor didáctica.
Cerrado el Di Tella, se incorporó al Museo Nacional de Bellas Artes donde siguió cumpliendo con brillantez las mismas funciones. Actuando como jurado en sucesivos concursos no se conmovía ante intereses e indiscreciones. En una ocasión, por lo menos, ante otro jurado que gesticulaba e insistía en temas ajenos, y no acertaba con las obras que se debían premiar, después de un decoroso silencio le dijo: "Imagino que usted querrá saber cuál es mi opinión". El otro jurado suscribió las opiniones de Samuel, que, no sólo eran inapelables. Eran correctas.

El caso de Samuel Paz es similar al de otros importantes miembros de la cultura. Fue advertido en ámbitos lejanos y cuando estuvo en condiciones de ser consagrado, prefirió abstenerse. En una sociedad que se enloquece por notoriedades frívolas, el ejemplo de Samuel Paz debería ser enseñado a l os jóvenes.

Cuando las autoridades del John Simon Guggenheim Museum de New York le propusieron que se encargara de la dirección del centro diseñado por Frank Lloyd Wright, Samuel no vaciló y sin conmoverse explicó que se sentía más útil en su país. Lo que no podía prever fue que ese país amado lo torturaría luego del brutal asalto a su querido museo la Noche Buena de 1977, cuando un grupo de bestias al mando de un general de la Nación robaron buena parte de la colección donada por Mercedes Santamarina. Fiel a su estilo, Samuel nunca acusó ni hizo lo que correspondía: generar un escándalo donde tenía razones y heridas. Su ausencia será lamentada y extrañada por quienes le conocieron y aquellos que no pudieron conocerle; su forma de conducirse será motivo de imitación para aquellos que aspiren a conducirse con nobleza en el mundo del arte.

Hermenegildo Sábat
hsabat@clarin.com
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