Di Tella en los medios
Forbes
20/05/18

Di Tella, de la amasadora al automóvil

Por Daniel Balmaceda

Desde 1894, la familia Di Tella decidió venir a probar suerte a la Argentina. Siempre con dedicación y esfuerzo, desde la fundación de SIAM hasta el Instituto Di Tella, marcaron el inconsciente colectivo nacional.

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Decidieron probar suerte en Argentina por segunda vez. Llegaron en 1894 desde Italia pero no tuvieron éxito y regresaron. La muerte del jefe de la familia, Amato Nicola, hizo que los Di Tella se asentaran en Argentina en 1905. Arribaron Salvatore, hermano de Amato, Ana María, su viuda, y tres hijos: Laura, Bianca y Torcuato. Giuseppe, el primogénito, había quedado en Italia. Se instalaron en una casona vieja en Caballito.

Torcuato, con trece años, obtuvo un empleo de cajero en una juguetería a la vez que hacía trámites aduaneros para la casa DellAcqua. Cursó libre el secundario en el Colegio Nacional Mariano Moreno. La dedicación y el esfuerzo eran todo para el joven italiano. En 1910, Torcuato recibió una oferta que, aunque él no lo supiera, fue la piedra fundacional de su futuro. Los hermanos Alfredo y Guido Allegrucci le propusieron ser socios en una fábrica de máquinas amasadoras de pan. La fábrica se llamó SIAM.

En 1911 patentaron la primera máquina y se instalaron en un local en Rioja al 100. Torcuato, entusiasta, utilizó dinero que aún no habían ganado.Lo invirtió en la revista semanal de los panaderos, donde publicitó su producto. Torcuato no se limitó al éxito. Tenía 21 años e ingresó en la carrera de Ingeniería de la UBA. Siempre entendió que la preparación era fundamental para el desarrollo. En 1915, uno de sus socios, Alfredo Allegrucci, abandonó la firma y volvió a Italia. Y lo imprevisto ocurrió. El gobierno italiano citó a Torcuato para realizar el servicio militar.

Aún desalentado y preocupado por el sostén de su familia, Di Tella cumplió con su deber y estuvo en la guerra por cuatro años. Volvió al país en 1919. Con 27 años, no solo era un joven industrial, sino también un veterano de guerra.
La década del 20 para Argentina fue de gran crecimiento. La estrella de la modernidad era el automóvil, y Torcuato pudo ver allí el negocio.

Comenzó a fabricar surtidores de nafta. Como proveedora de YPF, hacia 1929, la compañía llegó a los $ 6 millones anuales de venta neta. En esta misma época, su único socio, Guido Allegrucci, abandonó SIAM.

A fines de los años 20, SIAM concentraba el 90% del negocio de las amasadoras y el 60% de los surtidores. Pero la crisis mundial la puso al borde de la quiebra: contaba con 367 obreros y 20 empleados administrativos. Torcuato se casó en 1928 con María Robiola, con quien tuvo dos hijos: Torcuato y Guido. Para evitar la quiebra, puso en práctica un plan de emergencia: consiguió un crédito del Banco Alemán Transatlántico, cerró sucursales y vendió hectáreas del terreno en Avellaneda. Pero no alcanzaba. Había que producir, pero el mercado de amasadoras de pan estaba saturado y la venta de combustible dependía de los gobiernos de turno.

Había que dar un giro de timón. La solución fue la producción de bienes de consumo masivo: bombeadores de agua, lavarropas, heladeras, ventiladores, planchas. La marca se instaló como sinónimo de electrodomésticos. Torcuato nunca se olvidó de su familia. Todos trabajaban allí y pretendió que sus hijos lo continuaran.

Cuando murió en 1948, a los 56 años, la firma quedó en manos de sus tres hombres de confianza: Clutterback, Sudiero y Sozio, este último, su sobrino. En la década del 50 apareció otro producto estrella: la Siambretta, una motocicleta que fue furor. También exploraron el rubro automotor con el SIAM Di Tella 1500.

Torcuato hijo y Guido se dedicaron al ámbito académico. Guido creó el Instituto Di Tella, que promocionaba la cultura y se convirtió en la vanguardia de las artes. SIAM Di Tella quedó en el inconsciente colectivo como sinónimo de marca nacional. 
Publicado en: Información General
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