Di Tella en los medios
Clarín
7/08/15

El mundo que nació después de Hiroshima

Hace setenta años, se clausuraba la Segunda Guerra Mundial. El hecho que dio origen al orden internacional moderno se funda en el uso del arma más poderosa que la humanidad había creado hasta ese entonces: la bomba atómica. Y no fueron una sino dos. Pero no sobre la Alemania de Hitler, sino sobre el Japón Imperial. No en Europa, sino en Asia. Berlín había sido liberado por las tropas soviéticas en mayo. El Alto Mando alemán rindió incondicionalmente el resto de sus fuerzas el 7 de mayo en Reims, Francia. Pero en Asia –en ese entonces, como ahora- los tiempos internacionales eran diferentes.

Los ataques se efectuaron el 6 y el 9 de agosto de 1945 en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Japón había resistido seis meses de intensos bombardeos sobre  al menos 60 de sus ciudades. Y estaba dispuesto a resistir la Operación Downfall, la invasión convencional a su territorio. Tan costosa sería esa operación, que el Departamento de Guerra norteamericano mandó a acuñar tantos Corazones Púrpura -la condecoración de las Fuerzas Armadas otorgada a heridos o muertos en servicio- que se usaron hasta Vietnam. Y había planes de una tercera bomba. Pero el Emperador Hirohito capituló el 14 de Agosto. Al día de hoy las fuerzas militares estadounidenses son cerca de cincuenta mil efectivos en 85 bases en todo Japón.

Hace setenta años se usaron las armas (nucleares) de destrucción masiva por única vez. A partir de ese entonces son para disuadir. Y ese cambio en la base del orden político internacional estuvo dado por el control de la tecnología nuclear militarizada. La disuasión –pilar esencial de la estabilidad global- supone que la amenaza del uso de la bomba es tan absoluta que modelará y moderará las conductas. Destrucción mutua asegurada asegura la conservación mutua. Funcionó durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS. O entre India y Pakistán.
Pero en estos setenta años el mundo cambió. La disuasión funciona cuando la supervivencia propia se estima más que la destrucción ajena. La proliferación de redes criminales trasnacionales y del terrorismo internacional en un contexto de alta interdependencia y globalización cuestionan la estabilidad nuclear. ¿Qué pasaría si una organización terrorista, un cartel de drogas o un individuo billonario se hiciera de una? Asia hoy es la región con más países nuclearizados. Además, regímenes como el norcoreano o el pakistaní han demostrado altos riesgos de proliferación sin control. El ascenso de  China ha transformado el escenario de seguridad regional para Japón, que este año ha decidido modificar su tradicional postura hacia una política de seguridad más proactiva. En América Latina, un continente no nuclearizado, Argentina y Brasil dieron muestra de una manera diferente de reducir la tensión y fomentar la confianza. Desarme mutuo asegurado. Argentina y Brasil renunciaron sus programas de armas nucleares en 1983 y 1990 respectivamente. A mediados de agosto estará llegando a Buenos Aires una flotilla de instrucción de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón. Acaso el diálogo birregional  pueda ampliar el abanico de opciones para la paz y la seguridad.

(*) Profesor de Relaciones Internacionales. Director del Depto. Asia Pacífico de la Torcuato Di Tella