Di Tella en los medios
Clarin.com
26/04/25

Días de ira, días de paz

Por Natalio Botana

El profesor emérito UTDT analizó los efectos de la violencia verbal en la política.


Mariano Vior 

¿Cuándo cayó sobre nosotros este torrente de insultos que agobia la cultura cívica? Hay sin dudas herencias violentas en la sociedad, pero en esta actualidad, dada su importancia planetaria, quizás convenga resaltar las coincidencias de Javier Milei con Donald Trump, un líder que irrumpió en su tierra sembrando semillas de odio.

El abrazo de dos presidentes. Parecería que uno y otro, el padre y el discípulo, se realimentan mutuamente. Convencidos de que detentan el monopolio de la verdad, se honran a ellos mismos en un espectáculo de autosuficiencia que las redes adictas expanden sin cesar: entre Washington y el extremo sur del continente americano, la política se desenvuelve en un ambiente de más en más hostil.

Hay que subrayar esta circunstancia. A partir de la primera presidencia de Trump, que ahora azota al mundo con más virulencia en su segunda versión, la política ha recobrado un perfil guerrero. Por tanto, la batalla cultural no es tan solo una metáfora: a diario está envuelta en la barbarie de la palabra.

¿Importa acaso esta discordia verbal a una ciudadanía más atenta a la inflación y a la inseguridad, dos desafíos que el gobierno parece enfrentar con éxito en el corto plazo? Quien apueste a un realismo político sin contemplaciones podría alegar que, efectivamente, el lenguaje humillante no importa, que en definitiva los hechos y los resultados de una eficaz política económica son más relevantes que las palabras transformadas en proyectiles.

Ante esa posible indiferencia colectiva, los periodistas, economistas y demás involucrados en esa trama (y hacia los cuales vaya desde luego mi afectuosa solidaridad) exponen con sus críticas verdades provisorias. Porque no hay argumento valedero en el régimen democrático si no resulta de un debate abierto y de lo que la tradición liberal siempre ha defendido: la tolerancia concebida en sentido horizontal hacia quien piensa distinto y sin embargo contribuye a que de ese entrecruzamiento de razones surjan compromisos posibles.

Es sabido que la artillería verbal animada por los trolls oficialistas emana de Palacio, de un “triángulo de hierro”. Digamos que, en cuanto a comunicación, a rigor fiscal y al desmantelamiento de privilegios incrustados en el Estado (lo que vengo sosteniendo hace unos cuarenta años), el triángulo innova; pero, en lo que hace al régimen representativo y al modo de concebir la dialéctica oficialismo-oposición, el triángulo se oxida.

Los hilos invisibles de nuestro pasado los enredan y también, de paso, complican a la oposición. Ahí están y no se van. Son herencias que aluden a la praxis acentuada de la polarización, a la inclinación hegemónica que apetece el mando ejecutivo pisoteando el estilo coalicionista y, sin cerrar la lista, al faccionalismo que aqueja a la oposición.

El gobierno polariza, en efecto, contra una casta que cambia de rostro según sean sus objetivos. A su vez, en torno al trofeo electoral que, por su volumen, ofrecen la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, el faccionalismo de la oposición es la mejor ayuda para respaldar las inclinaciones hegemónicas.

Es cierto -y en buena hora- que en la provincia de Santa Fe la victoria de una coalición pactada por la oposición refutó esta hipótesis; pero mientras este espíritu no cunda en el espacio porteño y bonaerense, las incógnitas acerca de un sistema de partidos en crisis seguirán pulverizando el espacio de los moderados, ese centro tan menospreciado por el oficialismo.

Cuidado con esa pretendida extinción del centro político sin cuyo equilibrio el régimen democrático cae preso de los extremismos. Es un atributo que hoy se deshilacha en el mundo de las democracias con el auxilio de Donald Trump. Ya sea por sus primitivas tácticas negociadoras o por su personalidad autoritaria, Trump está conduciendo a los Estados Unidos hacia una época ignota, obsesionado por el ascenso de China a su condición de gran potencia, agrediendo a sus aliados tradicionales en Europa y soñando con nuevos repartos imperiales.

He aquí un escenario internacional en el cual un actor decisivo asume intempestivamente el proteccionismo económico, retrotrae la geopolítica con la asistencia de Vladimir Putin hacia experiencias ya probadas por su inmenso daño y, con ánimo persecutorio en su propio país, se ubica en las antípodas de la tradición liberal. Lo curioso del caso es que Milei, ferviente profeta al principio de un liberalismo de ribetes anárquicos que se decía libertario, es el más fiel aliado en América Latina, junto con el presidente de El Salvador, del nacionalismo proteccionista que adopta Donald Trump.

Las contradicciones están pues a la vista. Si en un plano ideológico Milei sigue proclamando las virtudes de Adam Smith y de Alberdi acerca de un mundo abierto y sin fronteras, guiado por las “costumbres dulces” (Montesquieu) del comercio, en los hechos no hace más que identificarse con el líder que pregona los beneficios del más crudo mercantilismo y demanda subordinación a sus aliados para romper relaciones comerciales, crediticias y financieras (ni hablar de las inversiones directas) con China.

¿Dónde ha quedado entonces aquella fe libertaria que ahora adhiere a ese impulso reaccionario en procura de consolidar una hegemonía internacional, ahora disputada, con el que Trump busca reconstruir el mundo a su medida? Iracundias compartidas. Este choque entre ideales y realidades pondrá a prueba a un oficialismo satisfecho con el apoyo que obtuvo del FMI y del Tesoro de los EEUU.

Sería deseable que, en estos días de luto, reflexionemos para dejar atrás los días de ira, recordando estas palabras del Papa Bergoglio, tan difundidas y no menos necesarias: “No puede haber paz sin libertad religiosa, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás”. ¿Será posible? Dejo la respuesta pendiente.

Natalio R. Botana es Politólogo e Historiador. Profesor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella