Exhibición de Fin de Año
Di Tella Arquitectura 2018
Discurso de Apertura

La Escuela Madura

Se ha vuelto madura la Escuela. Intensa y graciosa, como siempre, pero madura. Todos los años se supera un umbral. En 2012 fue la frescura. En 2013 la apertura. En 2014 la aceleración. En 2015 la intensificación, 2016 la consistencia. 2017 fue la singularización. 2018 es la madurez. Este año las ya tradicionales singularidades que se producen en la Escuela se han hecho costumbre y son sistema. Puede decirse que todo trabajo es, de algún modo, singular, y hoy podemos ver eso reflejado en la densidad de contenido que hay en el taller, un gran recipiente lleno de ideas. Ya no se trata de técnicas nuevas ni de tradiciones sagradas sino de ideas que no cesan de fluir, tomar forma y asentarse, para dar lugar a otras que las superan, una tras otra, en complejidad, ambición y dimensión. Todo hacer es susceptible de un desmantelamiento de lo dado, de una desenvoltura que no encuentra límites, salvo en su consolidación como idea, y ni aun allí, porque aquí solo se busca la auto-trascendencia, lo que aún no está y quiere verse. Aquí se persigue lo que no se sabe, incansablemente. El aprendizaje es intrínseco a una investigación que no se detiene ante sus hechos. Los profesores gozan de los frutos de cada día, desean venir al taller o a las aulas para ver qué hay de nuevo hoy. Los años de trabajo se manifiestan por sí solos, sin cesar, y esa máquina no hace sino proliferar más y mejor, cada vez. Los alumnos no pueden parar. Van por los pasillos con sonrisas de oreja a oreja en medio del cansancio, que ya no duele. Somos una Escuela, en un mundo donde las escuelas escasean. Y estamos orgullosos. 

Hay en este taller tanto contenido que se apelmaza y apabulla por su densidad. Miren, si no, los increíbles croquis de aquel rincón, los artefactos tejidos del hall, las maquetas alineadas contra las ventanas, los manifiestos del pasillo, las columnas del programa de tecnología, las tesis de historia, los paisajes productivos de más allá. Observen con atención los inmoderados pero incuestionablemente sobrios proyectos de tesis, que en cinco, diez años estarán construidos, y nadie sabrá de donde vinieron. Denle una ojeada a los rascacielos post-humanistas de aquel lado, edificios para robots con algunos, pocos, humanos, o a esos interiores habitables a mi derecha, enormes, extensos, en las afueras de Barcelona. Fíjense cuantas estructuras hay por aquí y por allí siendo estudiadas cada vez con mayor osadía, cuantos sistemas constructivos curiosos y cuantos detalles inesperados. Denle una mirada a los montajes, a los relatos, a las fichas de materiales históricos, cuanta seria irresponsabilidad, como siempre es lindo decir. Miren las instalaciones, el fabuloso mural de Ametralladora de Utopías, montado ayer mismo, el simpático y elegante Diptongo que generosamente proyectaron Atilio Pentimalli y Ana Arlia y construyeron con Santiago Rey, o los paneles de Barcelona en la pared de allá atrás, o aquel gran croquis negro que no esperábamos, rodeando los objetos de siempre que, como el viejo y querido Borrominillo, se atiborran de ladrillos de madera y de miles de piezas pequeñas que simulan encofrados. Y qué hay de las construcciones en el hall, trepándose, colgando y derramándose? O de las muestras preliminares de fachadas producidas digitalmente? O de aquellos catálogos materiales, extravagantísimos, sensuales, inspiradores. Atraviesen todos los talleres: prolíficos, rigurosos, audaces, cultos, críticos, diestros, frescos, profesionales, obsesivos, refinados, brutales, según el caso, o mezcla de varios. Atraviésenlos y piensen que todo lo que está aquí se hice todo junto este año, por unos cuatrocientos alumnos con sus respectivos docentes, la mayor parte durante un solo semestre, o menos, e imaginen que nuestros alumnos no solo aprenden, sino que crean, investigan y se auto-superan, junto con sus maestros. No pueden parar, ni alumnos ni profesores. Ni los invitados pueden parar. Ya no nos vemos a nosotros mismos pensando y trabajando. Estamos demasiado ocupados en la próxima aventura, en el próximo umbral de lo que es posible. Por eso recién terminamos, puntualmente, con el último bocado que hicieron los alumnos de tesis. Por eso todavía estamos agotados, pero ya nos hace ilusión pensar en el 2019. Son demasiado lindas las cosas por hacer.

Cada persona que viene a la Escuela, profesor invitado, visitante casual, de la disciplina o de otras disciplinas, se va con una mezcla de profundo asombro, tipo estas cosas no existen hoy en día, y sensación de pertenencia. Hay algo aquí que, en su intensidad, y sobre todo en su autenticidad, es intrínsecamente público. No son pocos los locales, pero tampoco los extranjeros que encuentran aquí un hogar y quieren volver. Y no creo que sea solo porque seamos buenos anfitriones, o exóticamente macanudos. Tuvimos este año a Jesse Reiser, que lindo Jesse, cuanto gozamos de su carisma, de su afecto, de su amor por la arquitectura, de su voracidad y de su clase. Nos sumergimos y nos embebimos de su genialidad. De esto hace solo cuatro meses. Vino David Salomon, quien además fue consultor y crítico permanente de uno de nuestros cursos, a presentar su libro donde participaron profesores y alumnos de la Escuela: Symmetry. Lo muestra en todo lugar al que luego va: Harvard, UPenn, Syracuse, UCLA, UIC, IIT, con total orgullo. Vino Bob Somol, inteligente, intrépido, desprejuiciado, quien quería venir porque sus amigos le decían, y se fue amigo nuestro, hincha de la Escuela. Vino Jesse Le Cavallier, vino Martin Cobas, dos veces, vino Alvaro Puntoni, vino Theo Lallis, vinieron Marcela Spadaro y Sebastian Andia desde Londres, de la AA, vino Mariano Llinas y nos reímos, vino Nora Aslan y disfrutamos, vino Claudio Monaco y lo admiramos. Vinieron tantos otros. Y más allá de nuestras memorables visitas, hicimos foros: Je ne Sais Pas, con Eduardo Baistrocchi, y los ya clásicos debates entre alumnos en Singularidades, que se contestan mutuamente con cada vez mayor sagacidad, o una Olimpiada n3rD este año muy cool… O exhibiciones notables, como las de Camilo Restrepo o Pedro Livni, o la del Archivo Bustillo, en medio del hall. También salimos: fuimos a obra, a estudios en ciudades, a Barcelona y a Medellín de viaje de estudio, a Montevideo de excursión, a Santiago a hacer un workshop, al Uritorco, al Nahuel Huapi, al medio de la Patagonia, a Sierra de la Ventana, a los esteros en Corrientes, a los bañados en el Chaco, a las lagunas de la Pampa, a San Juan, al medio de la selva, a los cerros multicolores de Jujuy. Todo eso está registrado de múltiples modos, lo pueden ver en los posters del pasillo central para poder revivirlos. O para consultar para futuros trabajos. El Archivo de Arquitectura, que desde hoy pueden ver en nuestra nueva web (flamante, perfeccionada, desde ahora cargada de contenidos de lo que hacemos) produce y edita imágenes de todos los eventos, desgrabaciones que luego se publican y quedan en nuestras colecciones digitales y materiales, videos de los eventos del CEAC, conferencias, mesas redondas, foros, exhibiciones, videos cortos, de 1m, 2m, 4m, subtitulados, e imágenes de todos los jurados. Pasen por allí y vean algunas de las fotos que se han tomado este año, e imaginen que todo eso pasó en ocho meses, y que ustedes fueron parte. Somos el material y la dinámica misma (hoy por ejemplo) de esta increíble historia. 

Por eso quiero agradecerles, a nuestros alumnos, por empezar, por ser cada día mejores, más brillantes, más libres, más serios, más intensos, mas voraces, y por hacernos crecer mientras crecen. A los padres, por apoyar a sus hijos como sé que lo hacen, cada día, cada año, y por venir aquí a disfrutar hoy con nosotros los resultados de esta hermosa epopeya. A los profesores, colegas, amigos, por compartir con cada vez más compromiso y alegría este desafío, con vocación, con generosidad espiritual y confianza, a las autoridades y colegas de toda la Universidad, por apoyar incesantemente este proyecto, y por último a nuestros invitados de hoy, por unirse a nuestro festejo. Unas palabras más de nuestro último grupo de alumnos de tesis, y pasamos a brindar. Muchísimas gracias.


Ciro Najle, Decano de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos, diciembre de 2018.