Carrera de Arquitectura. Materia: Proyecto III / Ciudades Interiores. Profesor: Anna Font. Asistente: Máximo Sánchez Granel. Alumnos: Camila Arretche, Michela Conti, Melissa Pomsztein. Imagen: Clustered Interiority. Axonometría.

Academia


Proyectamos edificios, grandes, medianos y chicos y, sobre todo últimamente, edificios gigantes y edificios minúsculos, tamaños más allá de lo que la escala humana puede concebir o habitar, duraciones más allá de lo que nuestras vidas permiten entender o experimentar, edificios-tiempo, edificios-ciudad, edificios-territorio, edificios-ecología, edificios-robot, nano-edificios, edificios-ornamento, refugios en los que ni siquiera cabemos, humanos demasiado humanos, pero en los que nos proyectamos. Proyectamos edificios virtuales, edificios-potencia, arquitecturas que permanecen invisibles a los ojos y que funcionan como fuerzas o como materiales para un trabajo futuro, arquitecturas-modelo que predicen, regulan el funcionamiento y determinan la estructura artificiosa de las cosas, edificios-información, edificios-programa, edificios-matriz, edificios-simulacro. Proyectamos figuras, símbolos y emblemas –edificios-ícono, edificios-marca, edificios-propaganda–, alucinaciones, representaciones y manifiestos –edificios-sensación, edificios-comunidad, edificios-utopía–. Proyectamos del mismo modo pensamientos, ideas, imágenes, historias, teorías, conversaciones, debates y polémicas que instigan amistades y enemistades, diversas formas del diálogo social, políticas culturales, y les damos forma mediante sistemas arquitectónicamente modulados que insinúan o dan lugar a modos de vida nuevos, a estilos estrafalarios, y a experiencias inusitadas. Proyectamos planos consistentes desde los cuales pueden concebirse esas materias tan incorpóreas, tan abstractas y tan resbaladizas. Los proyectamos y por ende los construimos. Nada escapa del pensamiento arquitectónico, toda realidad es arquitectura en estado de latencia. ¿Qué arquitecto no ha dicho o pensado alguna vez aquella famosa frase que dice que «todo es arquitectura»? Y no solo las proyectamos: también las investigamos, las pensamos y las escribimos. Para justificar, para convencer, para seducir, para explicar, para conceptualizar o, simplemente, para describir. Se trata de otros modos, de otros medios, de otras economías del proyectar. Analizamos, evaluamos, diagnosticamos, restringimos y normativizamos. Experimentamos, especulamos, testeamos, probamos y erramos. Jugamos con seria irresponsabilidad. Construimos ficciones para que eventualmente se vuelvan reales. Reconocemos datos embebidos en los fenómenos naturales y en los procesos artificiales. Relevamos atributos característicos de las cosas, intuimos tendencias, buscamos evidencias, sacamos conclusiones. Participamos en el desarrollo físico de vastas porciones del planeta, y para ello nos introducimos y coordinamos roles en procesos altamente complejos de integración de los modos de pericia más diversos: ingenierías, políticas, regulaciones, redes comunitarias, dinámicas naturales, discursos ideológicos, éticas ambientales. Construimos con ellos edificios complejos, ciudades nuevas, paisajes artificiales, planes urbanos, diagramas ambientales, mapas territoriales. Intervenimos en los procesos de construcción más inverosímiles y generamos segundas naturalezas, embebiendo en ellos orden, claridad, jerarquías, lógicas, criterios y verosimilitud. Otorgamos forma a lo aún inexistente y constituimos organización desde y mediante el caos del mundo. Imaginamos. Ensamblamos piezas estandarizadas, tradiciones constructivas, sistemas industrializados y los utilizamos. O los ponemos en crisis, problematizando sus premisas y sus razones de ser. Concebimos futuros casi sin querer, abriendo cándidamente nuevas potencias en lo conocido. Proyectamos materiales nuevos. Colaboramos con científicos, consultores y técnicos. Incorporamos libertad en la investigación dura y rigor material en las ciencias sociales. Proyectamos hasta aquello que «no nos corresponde». ¿Cuántos diseñadores industriales, gráficos y de moda, cuántos chefs, son en realidad arquitectos en su base –y arquitectos hasta el fin–? ¿Cuántos cineastas, cuántos pintores, cuántos artistas? Proyectamos incluso nuestro destino profesional. Tan generalista, tan fértil y tan codicioso es el trabajo del arquitecto que se crea a sí mismo. Nos interesa tanto lo propio como lo ajeno. Pero nos interesa en particular «lo otro» de la arquitectura, ya que eso mismo es pensar arquitectura: hacer propio lo ajeno y volverlo campo de trabajo. Tal es nuestro oficio: vislumbrar organización donde aparentemente no la hay, con curiosidad y voracidad por lo desconocido, por lo impensable, para constituir con ello disciplina material.