En los medios

La Nación
21/05/23

“Eso que hacemos todo el día”: el sentido del trabajo en un mundo incierto, en una serie producida por Obama

Andrés Hatum, profesor de MBA y Executive MBA, escribió sobre la nueva serie documental de Netflix "Trabajar: Eso que hacemos todo el día", producida y conducida por Barack Obama.

Por Andrés Hatum

Obama charla con Randi, quien gana US$ 10 por hora cuidando personas mayores. Juntos reflexionan sobre el empleo, los deseos, el futuro

Obama charla con Randi, quien gana US$ 10 por hora cuidando personas mayores. Juntos reflexionan sobre el empleo, los deseos, el futuro.


Cada uno tiene experiencias con el trabajo, así como aprendizajes de los que queremos de él y por aquello por lo cual no queremos pasar. Yo aprendí, a lo largo de mi propia experiencia profesional, que soy partidario del mérito, que el compromiso puede desaparecer rápidamente por torpezas y estupideces organizacionales y que no se puede vivir escindido y fragmentado entre los valores organizacionales y personales.

El trabajo es nuestra vida, pero eso no significa que sea algo bueno en muchos casos. Karl Marx, a quien le debemos la filosofía de uno de los sistemas más autoritarios y nefastos de la historia –el comunismo– consideraba que el trabajo dignifica a la persona. El cristianismo también considera importante al trabajo. En el Génesis dice: “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”.

Desde el inicio del mundo ya nos mandaron a trabajar. Para las vertientes más autoritarias del cristianismo como el Opus Dei, el trabajo santifica. Ahora bien: no todo trabajo es maravilloso. Hay trabajos horrorosos y que mucha gente no tiene opción más que hacerlos o morir de hambre. Pienso en fábricas con gente hacinada, trabajo insoportable, inútil, repetitivos que no nos dejan nada, esos trabajos ni santifican ni dignifican, espantan.

Netflix acaba de lanzar una serie documental sobre el trabajo, producida y conducida por Barack Obama. Trabajar: Eso que hacemos todo el día es un aporte para hacerse algunas preguntas. ¿Qué nos da alegría en el trabajo? ¿Qué nos otorga sentido de propósito? ¿Qué hace que un trabajo sea bueno? Estas son las preguntas centrales de la serie que, como un Gran Hermano, sigue a tres personas por episodio, de diferentes estratos sociales, y sus luchas diarias para sobrevivir y para encontrarle sentido al trabajo.

El primer episodio sigue la jornada de una señora que realiza tareas de limpieza en un hotel, una repartidora de Uber Eats, y una asistente de servicios de salud. La clase trabajadora en los Estados Unidos. Las preguntas se disparan luego de este capítulo donde la gente hace lo posible por sobrevivir con sueldos bajos. Trabajamos para poder cubrir las necesidades básicas. Ese es el primer objetivo. Y allí es donde las empresas tienen que tener en cuenta que a la gente lo que le interesa es ganar bien.

Hay compañías que hablan del salario emocional. Probablemente, esas empresas estén usando ese concepto para estafarnos. La serie, y nuestra realidad de país, nos muestra que hay un nivel de trabajos que no tienen acceso a manzanas, barritas de cereal, PlayStation, nada. Esto nos hace pensar en lo importante de poder ganar un sueldo acorde a las necesidades, para no tener que clonarnos en varios trabajos para llegar a fin de mes. En la Argentina, además, se da una realidad particular que es la existencia del trabajador pobre, es decir, aunque se esté trabajando, se sigue siendo pobre. Terrible.

Hay muchos trabajos invisibles, como muestra este primer episodio, que no los ve nadie e impiden generar un sentido de comunidad. El que trabaja está solo, vulnerable. Y si tomamos en cuenta la realidad de nuestro país el diagnóstico es más lúgubre. El mercado laboral argentino avanza lenta, pero decididamente, en su precarización de las condiciones de trabajo. La mitad de los trabajadores ocupados es vulnerable en cuanto ocupa puestos de baja productividad, bajos ingresos, y escasa o nula protección.

La profesora Lynda Gratton, de la London Business School, analizó hace una década el impacto del trabajo futuro. La mirada más oscura consistía, para ella, en la fragmentación, el aislamiento y la exclusión. Esto implica que los trabajadores harían una parte del trabajo de acuerdo a su especialidad, con poco contacto con otros colegas y, probablemente, excluidos de la nómina de la empresa. Monotributistas a tiempo completo. Divino. Y lo que parecía una predicción de Gratton, hoy la Inteligencia Artificial puede terminar, según algunos estudios, con el 25% de los trabajos tal como los conocemos hoy.

El segundo episodio se focaliza en la gran clase media estadounidense. Más allá del día a día de los protagonistas, llama la atención algo que atraviesa: la fragmentación entre la pasión y el trabajo. ¿Podemos trabajar en algo que realmente nos apasiona? Sí, pero no todos pueden lograrlo. La película Recursos humanos (1999), del francés Laurent Cantet, nos muestra a un joven pasante en una fábrica que va lleno de ilusiones para aprender. Pronto se da cuenta de que con su trabajo está al servicio de una reorganización que dejará a mucha gente en la calle. El protagonista comienza una revolución que arrastra a todo el mundo en esa empresa, incluyendo a su padre, un ser circunspecto que trabaja en la fábrica en un puesto monótono. Pero que en su tiempo libre, se dedica a la carpintería, su hobby y pasión. Su vida está fragmentada debido al trabajo inútil que tiene, pero no quiere dejar. Su hijo, el revolucionario, quiere terminar con esa fragmentación.

Otra serie de ficción, Severance, plantea la fragmentación en su máximo esplendor: una empresa divide la memoria de sus empleados. Una parte es estrictamente para el trabajo y la otra para la vida personal. La empresa tiene un requisito para el ingreso: cada nuevo empleado debe someterse a una operación donde le dividen el cerebro. Los recuerdos entre el empleado y la persona quedarán divididos y ninguno sabrá nada del otro. Entonces, ¿cómo hacemos para poder ser felices en el trabajo? ¿Cómo lograr trabajar en lo que nos gusta y apasiona?

Para no caer en frustración y depresión, el alineamiento entre la vocación, pasión y trabajo es mejor resolverlo lo antes posible, o al menos, antes de los 40 años. En un estudio realizado por David Blanchflower, de Darthmouth College, y Andrew Oswald, de Warwick University, analizaron datos de 2 millones de personas en 80 países y concluyeron que los momentos de mayor infelicidad se dan entre los 40 y 50 años, dependiendo de la sociedad y si se es hombre o mujer. Si a esa edad, las aspiraciones profesionales están lejos de la realidad laboral, probablemente se caiga en una depresión mayor que la que indica la investigación.

Los últimos capítulos de la serie apuntan a los jefes y a los dueños, fundadores o CEO, los poderosos. Aquí los cuestionamientos no pasan por la supervivencia o la vocación. Esta gente hace lo que le gusta, quieren generar un impacto, crear algo nuevo, dejar un legado. Obama lo dice con claridad: los líderes son figuras culturales. Y los más famosos, como Elon Musk, Steve Jobs o Mark Zuckerberg, son o han sido como jefes de estado. Los CEO no tienen problemas económicos. Mientras que los millennials pueden convertirse en la primera generación que progrese menos que sus padres, los CEO no paran de ganar dinero. Desde que Milton Friedman dijo que las empresas tienen que maximizar ganancias, los CEO pasaron de ganar 30 a 350 veces más que un asalariado normal, sin contar bonos, acciones y otras delicias corporativas.

La vida en la oficina previa al Covid-19 estaba marcada por muchas anomalías organizacionales que nadie entiende cómo siguen existiendo y todos esperamos, de alguna manera, que la pospandemia las borre para siempre. El jefechotismo, el valor de la productividad al extremo, la pelea entre antigüedad y meritocracia, la necesidad de que trabajemos en equipo –aunque a nadie le importe– son algunos de los temas que por mucho tiempo nos arruinaron la vida. Le debemos a Frederick Taylor (1856-1915), creador de la Teoría de Administración Científica, muchas cosas. Para empezar, el foco en la productividad, el micromanagement y a la obediencia por sobre la creatividad. Para él, los trabajadores debían estar motivados y alineados con sus trabajos, y ser monitoreados de cerca para cumplir con los estándares definidos. “En el pasado –afirmaba– el hombre fue primero. En el futuro, el sistema debe ser primero”.

Los líderes de las organizaciones nos pueden cambiar la vida laboral. Tomando en cuenta las metáforas de organización de Gareth Morgan, no es lo mismo pensar en una empresa como un sistema político, una cultura, un instrumento de dominación o una entidad en constante proceso de transformación. Dependiendo qué tenga el CEO en la cabeza, nuestra vida en el trabajo puede ser más amable o, directamente, un infierno.

Obama, al final de la serie, reflexiona sobre el sentido del trabajo y considera importante sentir que hacemos algo útil y reconocido. Tal vez no nos damos cuenta –sugiere–, pero somos algo más grande de lo que hacemos. Hay que sentir que hacemos una contribución y nos pagan bien. Parece sentido común, pero parece difícil para muchas organizaciones y sus líderes que, aún, tienen una mentalidad paquidérmica y piensan en las organizaciones como si estuvieran en las fábricas hacinadas de la Revolución Industrial. Es hora de cambiar para poder ofrecer un futuro mejor para todos los que trabajamos.