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Río Negro online
18/06/22

Los viajes en el tiempo de Cristina: por qué le interesa tanto la historia

Camila Perochena, profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales fue entrevistada sobre su nuevo libro, "Cristina y la Historia"

Por Juan Mocciaro

En “Volver al futuro”, el Doc Brown le recuerda a Marty McFly que todo lo que haga o diga en el pasado tendrá consecuencias en el futuro. Marty, que vive en 1985, viaja accidentalmente a 1955 e inevitablemente hará y dirá cosas allí y alterará el futuro del que procede. En un principio, para mal, muy para mal. Por eso, reinterviene en ese pasado y corrige el futuro para bien, muy para bien. Cuando vuelve a casa, Marty encuentra todo mejorado: había alterado su historia, la historia .
Cristina Fernández, vicepresidenta de la Nación, al igual que Marty McFly, viaja en el tiempo, pero, a diferencia del célebre personaje interpretado por Michael Fox, desoye deliberadamente los consejos del Doc y toca todo lo que sea necesario tocar del pasado para modificar el modo en que ese pasado debe ser recordado en el presente.
Por qué Cristina está tan interesada en la historia es una de varias preguntas que se hizo Camila Perochena, doctora en Historia. Magister en Ciencia Política y docente universitaria (ver aparte) y que la impulsó a explorar los usos políticos del pasado de parte de la expresidenta entre 2007 y 2015. El resultado de esa exploración es “Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado” (Crítica, 2022).




Explorando puntillosamente discursos y acciones de la expresidenta Camila Perochena expone en este libro el modo en que la historia ocupó para CFK un lugar político central: fue la dirigente que –al menos desde el siglo XX– hizo el uso más intensivo del pasado durante su gestión. La reescritura de la historia le permitió crear un panteón en el que inscribir a su movimiento, así como también colocar a sus adversarios políticos en los períodos históricos que deseaba combatir. La historia, dice la autora, sin dudas ayudó a CFK a gobernar.
De los 1592 discursos pronunciados por Cristina durante sus dos gestiones presidenciales, en le 51% hizo referencia al pasado, reciente o lejano, dice Perochena en su libro. ¿Por qué invocó el pasado en más de la mitad de sus discursos?, se pregunta la autora al comienzo del capítulo 1 titulado “La batalla cultural”. En principio, casi como una obviedad, supone que lo hizo por un gusto personal por la historia. Pero también, y, sobre todo, porque su pretensión fue y sigue siendo que la historia sea parte de la agenda política.

Perochena elige comenzar su libro con una frase que Cristina, acusada d asociación ilícita y administración fraudulenta, pronunció para cerrar su declaración de más de tres horas ante los Tribunales Federales, el 2 de diciembre de 2019: “He elegido la historia antes de que ellos me declaren absuelta. A mí me absolvió la historia y me va a absolver la historia. Y a ustedes, seguramente. los va a condenar la historia”. Cristina deja en claro que a ella la juzga, no el poder judicial, sino la Historia, interpreta Perochena, en una entrevista con RÍO NEGRO.


P: En la frase que abre el libro Cristina usa el tiempo pasado, pero también el futuro al tiempo, supone que la absolverán los jueces como ya lo hizo la Historia. Sostiene que ya fue absuelta pero también que sería absuelta como si hubiera una absolución permanente de parte de la historia.


R: Ella considera que en parte ocupó un lugar en la historia y que ese lugar es lo que le genera la absolución, pero al mismo tiempo puede ser que deje una puerta abierta a seguir el juego. Lo importante de esa frase es el lugar que le da a la historia como fuente de legitimidad. Para Cristina hay dos fuentes de legitimidad para su poder: el pueblo y la historia. Lo que ella está diciendo allí que no son solo las elecciones las que te dan poder, sino qué lugar vas a ocupar en la historia, qué vas a hacer vos en la historia. Y eso me parece que es central para entender por qué para ella el pasado tiene que ser utilizado para poder gobernar. Porque es ese pasado el que, para ella, le va a dar legitimidad a sus acciones en el presente.


«Para Néstor, lo simbólico era importante, pero no tanto como para Cristina, quien hace de lo simbólico en la política algo central», sostiene Camila Perochena.

P: Y la frase que abre el libro conecta directamente con la frase que lo cierra, donde queda en claro por qué le interesa a ella la historia y es la capacidad de controlar la interpretación de los actos, porque es sobre eso que se la está juzgando. Si es capaz de controlar su lugar en la historia, entonces será capaz de controlar la interpretación de sus actos que es lo que a ella parece (pre)ocuparle.


R: Yo creo que a todo presidente le preocupa cómo a ser leído en el futuro. Cómo el futuro va a ubicar su propia presidencia. En ese sentido, el uso de la historia que hace Cristina, que es remontarse 200 años y ubicarse en esos 200 años de historia argentina, es un uso que, además de apuntar a legitimar sus políticas en el presente, a consolidar una identidad política kirchnerista, está buscando controlar la manera en la que ella va a ser recordada.

P: Pero, a diferencia de los demás presidentes, a Cristina parece preocuparle también lo que sucedía y sigue sucediendo en la Justicia. No sólo como se la va a recordar en términos generales, sino respecto de aquellos actos que quiere controlar en su interpretación. ¿Ella tiene aquí otra preocupación respecto de otros presidentes sobre cómo iban a ser leídos por la historia?


R: Esa es una inquietud más inmediata. Esa batalla judicial puede manchar ese lugar que ella se asignó en la historia entonces, de alguna manera, ella tiene que desacreditar y deslegitimar esa batalla judicial. ¿Y cómo lo hace? Deslegitimando al poder judicial de dos maneras: sosteniendo que es antidemocrático porque no es elegido mediante los votos, porque no forma parte de la soberanía popular y esto es algo que hizo durante toda su presidencia y aún sigue haciendo. Y también desde la historia: a lo largo de toda su presidencia buscó mostrar cómo el poder judicial había sido, según ella, cómplice de los golpes militares y trataba de asociar al poder judicial con esos momentos de la historia. Esto se ve muy bien en el desfile del Bicentenario, donde había una escena que se llamaba Democracias y Golpes de Estado en la cual, desde una grúa, colgaba unas urnas, una Constitución y una balanza de la Justicia. Lo que sucedía en un primer momento, antes de que se hiciera el desfile, era que todas esas cosas se prendieran fuego indicando lo que pasaba en los golpes de estado. Cristina interviene en el guion y pide que la balanza no se prenda fuego. ¿Qué estaba queriendo decir con esto? Lo que dirá en los discursos posteriores: mostrar que el poder judicial era cómplice de los golpes militares.

P: ¿Qué es la historia para los historiadores y qué es la historia para Cristina?


R: Cuando hablo de usos políticos de la historia y del pasado no estoy hablando de la historia que hacemos los historiadores, sino cómo actores sociales y políticos hablan de historia; y hay una diferencia muy grande allí que entre historia y memoria. Una cosa es la historia, lo que hacemos los historiadores, que vamos al pasado con reglas metodológicas, documentos a buscar una cierta verdad si se quiere. Hacemos interpretaciones del pasado que aspiran a entender lo que pasó en ese momento específico para llegar a una verdad. Y otra cosa es la memoria, que va al pasado no en función de comprenderlo, sino en función del presente. Es decir, toma del pasado lo que sirve al presente no en una búsqueda de verdad sino de identidad. Cuando Cristina va al pasado no está haciendo historia porque no está buscando la verdad de lo que pasó, aunque ella diga que la es, sino lo que está haciendo es memoria.
¿Qué entiende Cristina por historia? Para Cristina, la historia son los hechos del pasado, pero tiene una visión de la historia podríamos decir semiológica porque el uso del pasado le permite entender el presente y también entender lo que va a pasar en el futuro, hay una cierta idea de que hay como leyes de la historia en las cuales eventualmente se puede llegar a una suerte de redención del pueblo. Lo que hace es trazar una línea histórica en los 200 años de historia argentina donde lo que ella entiende es que el pueblo en diferentes momentos fue traicionado por lo que considera elites corruptas y que el kirchnerismo va a cumplir esas promesas incumplidas durante 200 años de historia argentina.
Ella tiene ahí una visión que yo llamo teleológica de la historia, esto es que la historia va hacia un lugar, tiene un sentido, un objetivo y un final conocido que, según Cristina, es ella misma. Cristina se coloca al final de esa historia porque sostiene que viene a cumplir con aquellas promesas incumplidas de la revolución de Mayo de 1810. Esa es la visión o idea que tiene de la historia y que le sirve mucho para hacer política.



P: Un ida y vuelta entre historia y memoria, donde lo que le interesa es la memoria. Cristina parte de la historia para, en realidad, reconfigurar la memoria del pueblo, otra palabra que aparece mucho. ¿A quién le está hablando Cristina? 

R: Cristina apela a la historia para reconfigurar la memoria colectiva sobre los 200 años de historia argentina. Ella busca moldear esa memoria, la memoria social, lo que los argentinos entienden por el pasado al hablar de historia. No les habla a los historiadores, no le interesa si a los historiadores les parece bien o mal lo que está diciendo, sino que lo que le interesa es que la sociedad argentina reconfigure la memoria de ciertos momentos históricos. Ella dice que lo más importante que hay que dar es una batalla cultural en la que hay que reescribir la historia. Y reescribir la historia para qué: para moldear la memoria colectiva en lo que ella cree que es la verdadera historia y que para los historiadores son interpretaciones más políticas que históricas. Es muy importante diferenciar historia de memoria. Como historiadora, sé del uso político del pasado que hace Cristina no es una historia precisa en términos historiográficos. Pero a mí lo que me interesa no es tanto si se equivocó o no, sino cómo eso que ella dice del pasado le sirve políticamente para ubicar su lugar en la historia, para construir una identidad política kirchnerista. Por supuesto que la identidad kirchnerista comienzo antes de que Cristina llegue al poder. Lo que hace Cristina es consolidar esa identidad y dotarla de raíces históricas mucho más profundas porque Néstor hablaba de los últimos 30, 40 años, no pasaba de los ‘70, no había una preocupación por los 200 años. Cristina, en cambio, rastrea una identidad kirchnerista en los 200 años de historia. Hay una búsqueda de consolidar esa identidad muy distinta a la de Néstor, mucho más ambiciosa. 

P: Tiene que ver con el lugar que tuvo Cristina en la continuidad de ese proceso político iniciado por Néstor, donde él venía a reconstruir y Cristina, a continuar; y, tras la muerte de Néstor, ¿tuvo que ocupar los dos lugares? 

R: Si, pero también hay algo que tiene que ver con el lugar que lo simbólico ocupa en la política para cada uno de ellos. Para Néstor, lo simbólico era importante, pero no tanto como para Cristina, quien hace de lo simbólico en la política algo central. Cristina cuenta que cuando estaba preparando el festejo por el Bicentenario a Néstor no le importaba demasiado, lo veía como algo accesorio, una obsesión más de ella. En cambio, ella estaba muy preocupada por ese festejo porque se daba cuenta que le servía para gobernar, para tener más apoyo en la opinión pública; y de hecho fue así. Una anécdota que cuento en el libro y que aparece en el documental sobre Néstor Kirchner es que después del festejo por el Bicentenario Néstor quedó sorprendido y dice, según cuenta Máximo en el documental, “ahora sí les ganamos la batalla cultural”. A partir de entonces, Néstor comenzó a darle crédito a ese lugar que Cristina le daba a lo simbólico. A partir de 2010, el lugar que va a tener lo simbólico, los actos, los rituales públicos para consolidar el poder es central. 

P: ¿Cómo es la relación entre memoria e historia? 

R: Siempre hubo tensión entre historia y memoria. Muchas veces lo que los historiadores tenemos para decir del pasado choca con lo que los actores o la sociedad dice sobre ese pasado, incluso con quienes la vivieron. La memoria tiene un rol central en la sociedad, incluso más que la historia. Además de estudiar el pasado muchos historiadores estudian las diferentes memorias que circulan en la sociedad y que circularon a lo largo de la historia. Esto es hoy un objeto de estudio y es el mío en este libro. ¿Cómo fue cambiando la memoria a lo largo del tiempo? ¿Qué memorias se enfrentaban durante el kirchnerismo? ¿Qué memorias convivía en la sociedad, en la política? La memoria que Alfonsín tenían de los 70 no es la misma que la que Cristiana tiene de esa época. Tampoco es la misma que tenía Menem respecto de la que tenían Alfonsín y Cristina. En este sentido, la memoria es un objeto de estudio para los historiadores que tramos de ver qué nos dicen de la sociedad y de la política de una época esas memorias que están en disputa. 

P: Recién mencionaba las distintas memorias y mencionaba al menemismo, que fue el peronismo gobernante inmediatamente anterior al kirchnerismo: se venía de un peronismo opuesto al kirchnerismo. El kirchnerismo abrió páginas que el menemismo siempre buscó cerrar o, en el mejor de los casos, conciliar. Néstor hizo todo lo contrario y ubicó en la agenda pública esa parte del peronismo de izquierdas de los 70 como no había sucedido hasta entonces. 

R: El uso del pasado en Néstor Kirchner es crucial y ha sido estudiado en un muy buen libro de Sol Montero, “¡Y al final un día volvimos! Los usos de la memoria en el discurso kirchnerista 2003-2007”: cómo la batalla por el pasado que buscaba dar Néstor era reabrir el debate por los años 70 y oponerse no solo a la memoria que construyó Menem sobre esos años al clausurar el debate con los indultos, entre otras acciones, sino también la memoria que el alfonsinismo construyó de eso años y que buscaba cerrar haciendo la Conadep, el Nunca Más. Allí, había una crítica a la violencia en general, no solo a la de Estado, sino también a la de las organizaciones armadas. Una crítica que no igualaba las dos violencias como se suele decir engañosamente, que el alfonsinismo igualaba las dos violencias. El alfonsinismo aclaraba que la violencia de estado era infinitamente peor. Y había una idea de memoria en la cual había que recordar ese pasado, había que denunciar los crímenes y llevar a juicio a sus responsables, pero una vez que se recordara había que empezar a mirar al futuro. Por eso la idea de memoria de Alfonsín solía chocar con la de las organizaciones de Derechos Humanos en los 80, porque para estas organizaciones no había que clausurar ese debate porque ese pasado iba a estar siempre presente como una forma de evitar que se repitiera. El alfonsinismo tenía una mirada más prospectiva de esa historia: hay que recordar lo que pasó, hay que denunciar, hay que juzgar, pero una vez que eso pase hay que mirar al futuro. Por eso le pone un límite de seis meses a la Conadep, luego cerremos ese capítulo porque hay que gobernar. Néstor, a diferencia de Alfonsín y en sintonía con las organizaciones de derechos humanos, cree que ese pasado tiene que estar siempre presente. De ese pasado, Néstor, y después Cristina, recupera el rol que tuvieron los jóvenes y por ende las organizaciones armadas en los 70. Y hay que recuperar, siempre desde la perspectiva de Néstor y Cristina, los valores de esos jóvenes y si bien no hay reivindicación del método que fue el de la violencia, tampoco hay una crítica de esa violencia revolucionaria. Y sí hay una crítica muy fuerte a la memoria alfonsinista, tan fuerte que se cambia el prólogo del Nunca Más, en 2006. La secretaria de Derechos Humanos hace un nuevo prólogo donde critica explícitamente al prologo anterior. 

P: ¿Qué tipo de peronismo es el kirchnerismo que necesita su propio relato dentro del peronismo y dentro de la historia en general, porque da la sensación que no se siente una continuidad del movimiento peronista? 

R: Hay oscilaciones en torno a pensar el modo en que el kirchnerismo ha visto al peronismo. Y esas oscilaciones suelen ir de la mano con las relaciones que Cristina tiene con el Partido Justicialista y con los sindicatos peronistas más tradicionales. En ese sentido, los momentos de acercamiento, entre 2008 y 2010, hay una reperonización del kirchnerismo y ahí los discursos apuntan más a una continuidad entre peronismo y kirchnerismo. Después de que muere Néstor se sucede un alejamiento entre Cristina y los sindicatos peronistas y después con el PJ y sectores peronistas no kirchneristas. Y ahí el kirchnerismo empieza a pensarse como una superación del peronismo porque, si bien marca continuidades, al mismo tiempo sostiene que el peronismo tiene que cambiar y se ubica como una superación de la identidad peronista y a tomar distancia del peronismo tradicional.