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Puntal
26/04/21

De Miguel de Cervantes con Don Quijote a las redes sociales y sus formas de la lengua

Karina Galperin, directora de la Maestría en Periodismo UTDT/La Nación y profesora de las Licenciaturas en Historia y Ciencias Sociales, fue entrevistada sobre el uso del lenguaje inclusivo.

Por Fernanda Bireni


Galperin: "cuando se simplifica la ortografía no estamos nivelando para abajo, no se resiente en nada la calidad de la lengua".

El 23 de abril se celebró el Día Mundial de la Lengua Española en honor al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, autor de ‘El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’. Naciones Unidas conmemora este día con el objetivo de reconocer la riqueza cultural e histórica de cada uno de los idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas.

Las lenguas están vivas, evolucionan, cambian, se adaptan; un devenir que surge a la par de la evolución de las poblaciones, las comunidades y los pueblos. Así, un diccionario, un libro con todas las palabras de nuestro idioma y su significado, por si algún millennial me está leyendo, ofrece entonces acepciones previas que ha tenido alguna palabra y que van quedando fuera de uso porque adopta nuevos significados, a veces hasta contradictorios.

En este camino de la lengua llega la era del tan mencionado lenguaje inclusivo, Karina Galperín, Dra. en Letras y Literatura y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad Torcuato Di Tella, compartió su perspectiva con Rostros y Rastros, además plantea la necesidad de empezar a discutir la simplificación la ortografía.

¿Cómo percibís el uso de la e en el lenguaje inclusivo?

Es novedoso, consiste en la creación de un tercer género gramatical con desinencia en "e" en reemplazo del valor genérico, no marcado, que el masculino tiene en nuestra lengua para algunos pronombres, sustantivos y sus modificadores que refieran a seres animados. Dicho de otra forma, en español, como en muchos otros idiomas, el masculino cumple más de una función: en singular y en plural, sirve para referirse a hombres, pero también a la especie en su conjunto. Frente a esto, este tercer género propone limitar el masculino a la función específica de referirse solo a hombres, mientras ofrece otro -más preciso- para el valor genérico.

¿Es un fenómeno nuevo?

La insatisfacción con el uso del masculino genérico lleva ya varias décadas. La solución con desinencia en e no es más que un mojón, no sabemos si el último, en un largo camino espontáneo de prueba y error. Vimos desdoblamiento ("diputados y diputadas"), que ofrece una alternativa pero duplica, en contra del principio de economía que suele prevalecer en la lengua. Vimos la x y la @ ("diputadxs", "diputad@s"), igual de compactos que el masculino como genérico, más precisos, pero impronunciables. Y ahora la e parece estar imponiéndose en una suerte de supervivencia lingüística del más apto, porque ofrece concisión y pronunciabilidad. Es, vale decirlo, incluso mejor que algunos usos aceptados desde hace mucho en nuestra lengua, como el "diputados/as", tampoco fácil de leer.

Además, algo parecido viene ocurriendo también en otras lenguas, como el francés, el portugués y el alemán, con similar adhesión y resistencia que en la nuestra.

¿Cómo cae en la sociedad?

Se le objeta a este nuevo género que pretende modificar un orden que, a los ojos de muchos, funciona bien. En pocos ámbitos de nuestra vida tiene el hábito tanta fuerza como en el idioma que usamos. El genérico en e (les diputades, les alumnes, nosotres) representa sin duda una violencia importante para nuestras costumbres. Leído o escuchado por primera (o segunda o centésima) vez, a muchos les suena "raro". Hay también quienes nos recuerdan que el nuevo género es gramaticalmente innecesario, puesto que ya existe pleno consenso entre los lingüistas acerca del uso no marcado del masculino. No me parece gran idea aducir la norma como argumento en contra de la propuesta de modificación de la norma, sobre todo cuando esa voluntad de modificación no parte ni de la ignorancia ni de la mala comprensión de la norma, sino más bien de un malestar con ella. Algo distinta, aunque se vea semejante, me parece la reacción de la RAE cuando afirma la norma. Está haciendo lo que debe hacer. Sería un error de su parte aceptar prematuramente cambios en proceso, incipientes, extendidos, pero todavía minoritarios.

¿Está el colectivo feminista detrás de esta propuesta?

Me parece que solo con el impulso de estos grupos este fenómeno lingüístico habría quedado en jerga de nicho. Según yo lo veo, el tercer género no es resultado de un proyecto militante que busca cambiar el lenguaje para que el lenguaje cambie el mundo, sino más bien un intento espontáneo de que el lenguaje se adecue mejor a una realidad que ya cambió. Es cierto que cómo nombramos la realidad tiene efectos en cómo la percibimos, pero no es menos cierto que hay a veces también razones prácticas detrás del modo en que la lengua se configuró, así como también en el modo en que la seguimos usando.

¿Es este cambio indispensable?

No, de ninguna forma.

¿Es descabellado?

Tampoco. Tenemos, como todos, una lengua hermosa. Una lengua en la que, como en todas, pugnan el impulso de conservar y el impulso de actualizar. Vivimos, creo, un momento de gran vitalidad en nuestras lenguas y en nuestras sociedades. Hay hace un tiempo un cambio gramatical grande en proceso, incipiente, pero -en cuanto incipiente- avanzado. No sabemos si quedará en intento pasajero o si terminará por modificar la estructura de nuestra lengua. No veo señales de alarma. Lo más cauto y sensato ahora es, creo, esperar atentos.

Sos una promotora de simplificar la ortografía ¿por qué?

Los chicos pierden mucho tiempo en la escuela aprendiendo ortografía, invertimos grandes cantidades de tiempo en ese cerebro plástico que tienen los niños aprendiendo ortografía, nos transmitieron la idea de que en la ortografía nos jugábamos una parte fundamental de nuestra educación. Sin embargo yo tengo la sensación de que no nos preguntamos cuál es el propósito de la ortografía, para qué sirve la ortografía. Y la respuesta es bastante simple; sirve para unificar la forma en la que escribimos, para que todos podamos escribir de la misma manera y nos sea más fácil entendernos. Entonces me pregunto si no sería más sensato simplificar las reglas actuales. Propongo no abolir la ortografía, no estoy diciendo que cada uno escriba como quiera, la lengua es una herramienta de uso común y me parece fundamental que la usemos siguiendo criterios comunes, pero también me parece fundamental que esos criterios sean lo más simples que se pueda. Cuando se simplifica la ortografía no estamos nivelando para abajo, no se resiente en nada la calidad de la lengua. Yo trabajo todos los días con la literatura del Siglo de Oro, leo a Garcilaso, a Cervantes, Góngora, Quevedo y a veces escriben hombre sin h, a veces escriben escribir con v y me queda absolutamente claro que esos textos son de falta de convención en esa época pero no son faltos de calidad.

¿Cuáles serían esas modificaciones a discutir?

Eliminemos la H muda, donde la escribimos pero no pronunciamos nada, no escribamos nada. B y V nunca se distinguieron en su pronunciación en el castellano, elijamos una. G y J separemos los roles, que a la G le quede el sonido suave “gato”, “mago”, “águila”; y a la J el sonido áspero; “jarabe”, “jirafa”, “gente”. Y además la C, S y Z, es un caso interesante porque en algunos casos las diferencias de pronunciación deben atenderse, en algunos lugares representan, todas, un mismo sonido; y en otros, dos sonidos. Si de tres letras bajamos a dos, estamos todos mejor. Parecen, pero no son cambios tan drásticos, también la RAE entiende que la ortografía debe ir simplificándose. Si bien la lengua está ligada a las costumbres, a la historia y a las tradiciones, también es una herramienta práctica de uso cotidiano cuyo apego a las costumbres a veces se transforma en un obstáculo.

¿Cómo crees que se daría este cambio, o por qué ahora?

Siempre se nos dice que las lenguas cambian de abajo para arriba, que son los usuarios los que incorporan palabras nuevas. Pero eso no pasa en el nivel de la ortografía, siempre fueron las instituciones las que establecieron las reglas y propusieron modificaciones, y creo que es un momento apropiado para discutir esto porque hasta hoy la escritura siempre fue más privada que el habla, pero hoy con las redes sociales eso está sufriendo un cambio revolucionario. Nunca se escribió tanto como ahora, nunca tantos escribieron tanto a la vista de tantos. Y es en redes donde estamos viendo que hasta personas de ortografía intachable relajan esas normas y priorizan la velocidad y la eficacia del mensaje.

Esta época le asigna a la escritura un lugar nuevo y esta pidiendo criterios nuevos.

El éxito de toda reforma ortográfica, que toque hábitos tan arraigados, está en el consenso, la prudencia, el gradualismo y la tolerancia.