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27/11/19

Stanislas Dehaene, “Nobel de neurociencia”, desmontó mitos acerca de cómo aprende el cerebro y explicó cuál es el método más eficaz

El experto francés habló con Infobae sobre cómo se puede llevar la evidencia científica al aula. “Todos los niños vienen curiosos. Habría que preguntarse si la escuela no mata esa curiosidad”, planteó Dehaene, que en los últimos días estuvo de visita en Buenos Aires, invitado por el Institut Français d’Argentine, el Centro Franco Argentino y la Cátedra Francia de la UTDT, presentando su último libro "¿Cómo aprendemos?" (Siglo XXI),

Por Maximiliano Fernandez
El investigador francés Stanislas Dehaene, uno de los máximos exponentes de las neurociencias vinculadas a la educación

Stanislas Dehaene da clases en el Collège de France y ganó el Brain Prize, considerado como el “Nobel de neurociencia”. Es catalogado como uno de los máximos exponentes en la materia, pero cuando se le pregunta qué es la inteligencia prefiere citar a un colega. “Demis Hassabis, CEO de DeepMind, dice que la inteligencia es la capacidad de transformar informaciones brutas en conocimientos utilizables. Eso, al final y al cabo, es el aprendizaje -agrega él-. implementar herramientas mentales para aplicar a situaciones extremadamente diferentes unas de las otras".

Además de su labor académica, hoy Dehaene se desempeña como director del Consejo Científico del Ministerio de Educación francés. En los últimos días estuvo de visita en Buenos Aires, invitado por el Institut Français d’Argentine, el Centro Franco Argentino y la Cátedra Francia de la UTDT, presentando su último libro ¿Cómo aprendemos? (Siglo XXI), que se propone estrechar un vínculo entre la evidencia acerca de cómo aprende el cerebro y la educación. Durante su visita, habló con Infobae.

-¿Cuánto hay de innato y cuánto de adquirido?

-La máquina que es nuestro cerebro se basa en muchas cuestiones innatas. Es uno de los grandes descubrimientos de los últimos veinte años. En mi laboratorio también vimos que el cerebro de los niños muy pequeños ya está extremadamente organizado. Desde el nacimiento observamos circuitos cerebrales muy próximos a los que van a tener de adultos. Los bebés ya aplican funciones de muy alto nivel como el sentido de las probabilidades, de los números, del espacio. Nuestro cerebro proyecta sobre el mundo exterior para poder aprender.

-¿Todos los bebés nacen con un punto de partida similar?

-Sí, efectivamente. Los competencias matemáticas o proto-matemáticas ya existen desde los primeros días de nacidos y son idénticas tanto para varones como para mujeres.

-¿Cómo puede ser posible que tengan competencias matemáticas sin ni siquiera haber visto un número?

-Sigue siendo un misterio. Pero el cerebro se autoorganiza, como si fuera un mapeo. Está lo que se llama el GPS cerebral, que es un espacio que está entre el hipocampo y la corteza temporal. En las investigaciones con ratones se ve cómo ellos mapean el espacio. Este circuito ya está presente en el primer día que el ratón empieza a moverse.

"¿Cómo aprendemos?", el nuevo libro de Dehaene

-En su libro afirma que el cerebro del niño es superior a cualquier inteligencia artificial.

-Sí, por lo menos por ahora.

-¿Cree que en el algún momento la IA lo va a superar?

-Como hipótesis de base no puedo decir que eso no vaya a suceder. Por el momento les faltan algunos de los pilares de aprendizaje que aplicamos los humanos. Las máquinas hoy usan muchos menos datos para aprender. El cerebro humano descubre regularidades explícitas. Todo aquello que conocemos lo podemos reformular y transmitir. Esto es la base de la educación: somos la única especie que puede autoeducarse.

-En su rol en el Ministerio de Educación francés, ¿pudo implementar cambios basados en la neurociencia en las aulas ?

-Es un vínculo bastante natural el de las ciencias cognitivas y la educación, del mismo modo que existió un nexo entre las ciencias biológicas y la medicina. Los docentes deberían conocer cierta información básica sobre cómo aprende el cerebro. En materia de lectura intervinimos fuertemente.

-¿Son receptivos los docentes a trabajar con evidencia de una disciplina que les es ajena?

-Los docentes son conscientes de que no recibieron suficiente formación sobre neurociencias. La preparación en Francia es bastante corta y no tan sólida. Hay mucho trabajo por hacer. Lo que se han hecho fueron unas evaluaciones nacionales a chicos de primer y segundo grado para que los docentes puedan saber en qué condiciones está cada uno. Eso permite hacer una enseñanza diferenciada, conocer exactamente las problemáticas de cada uno. También diseñamos un software para lectura y aritmética que permite detectar las dificultades y ajustar en torno a eso.

-Lo que suele pasar en la escuela o la universidad es que, en general, se estudia para un examen y después de rendir se olvida. ¿Qué técnicas puede aportar la neurociencia para que eso no suceda?

-En realidad, serían las ciencias cognitivas más que las neurociencias. Hay una técnica con evidencia científica. Para poder retener más información hay que distribuir el aprendizaje en varios días. Alternar períodos de aprendizaje con evaluaciones. Es lamentable que circulen corrientes que le quitan importancia a la evaluación. Ahí es donde ponés a prueba lo que aprendiste. Hay veces que pensamos que sabemos y la evaluación nos da señales de error. Equivocarse es lo que lleva a aprender. Cuando uno actúa así, en el medio goza de un proceso esencial para el aprendizaje, que es el sueño.

-¿Sin dormir no hay aprendizaje?

-Es tal vez uno de los grandes aportes que hago en este libro. El sueño no es un período en el que el cerebro descansa, sino que el cerebro repite entre diez y cien veces lo que aprendió durante el día. A los adolescentes hay que remarcarles la importancia del sueño y dejarlos dormir.

-¿Los chicos no van demasiado temprano a la escuela?

-Sí, sobre todo en la adolescencia. Hay experiencias que prueban claramente que el ciclo de sueño está desalineado. Si vos hacés entrar al chico media hora o una hora más tarde, los resultados realmente mejoran, incluso en otros temas por fuera de lo educativo como la obesidad.

-Pero no se cambia porque altera la rutina familiar…

-Al fin y al cabo, no me parece que sea tan difícil organizar la rutina. Habría que priorizar el aprendizaje y la salud. Hay muchos niños que son diagnosticados con trastornos de atención, que si miramos más de cerca, son trastornos del sueño.

-En los últimos años, aprender de memoria a base de repetición empezó a tener “mala fama”, pero usted lo revaloriza. ¿Sirve aprender de memoria?

-Es totalmente indispensable. Hoy sabemos que los aprendizajes comienzan en la corteza prefrontal del cerebro, pero no podemos quedarnos con eso. Necesitamos que pase a otro compartimiento a largo plazo. La repetición y la automatización son imprescindibles para liberar ese conocimiento incipiente.

-Otro punto que marca como central es la curiosidad. ¿Se puede enseñar a ser curioso a un chico?

-La curiosidad es innata. Forma parte de nuestro algoritmo de aprendizaje. En los humanos, los circuitos de la dopamina -que son los que regulan la recompensa y la adicción, por ejemplo- se activan cuando descubrimos algo nuevo. Incluso para acceder a una nueva información estamos listos para renunciar a otro tipo de recompensas. Por caso, compramos un libro por el placer que nos da la lectura. Todos los niños vienen curiosos. Habría que preguntarse si la escuela no mata esa curiosidad.

-¿Considera que es lo que suele pasar?

-Lo que se suele dar en la escuela es la estandarización de las cabezas de los niños. Otras pedagogías alternativas, como la Montessori, respetan mucho más la individualidad. Es un debate complejo. Nosotros sabemos que lo que se llama “pedagogía del descubrimiento” no funciona. No por exponer a un chico a una computadora, ese chico va a aprender a programar.

-Aunque hay algunas corrientes que sostienen que eso sí pasa…

-Sí, pero son falsas. Hay experiencias que lo han demostrado. Los chicos necesitan de un aprendizaje explícito que les dé las herramientas mentales. Por mostrarles letras a un niño, no va a aprender a leer.

-Hoy se habla mucho de la necesidad de tener habilidades socioemocionales: la creatividad, la comunicación, el trabajo en equipo. ¿Se pueden adquirir esas competencias sin las habilidades cognitivas básicas?

-Es que no se oponen. El cerebro de los niños es eminentemente social y la representación de uno mismo es algo que uno debe aprender, lo que se llama metacognición. Es uno de los factores más importantes del aprendizaje. Si yo pienso que no soy bueno en matemática, va a tener un impacto enorme. Cuando empiezan el colegio, no hay ningún prejuicio. Dos o tres años después, las chicas empiezan a decir: “Las matemáticas no son para mí”. Si realmente aprendemos a conocernos, podemos aprender a aprender mejor.