En los medios

A24
28/08/19

10 lecciones sobre el resultado de las PASO y una conclusión: "El asustador está asustado"

El profesor de la Escuela de Gobierno UTDT, en conjunto con Mariano Boiero, apuntó diez lecciones que arrojaron las elecciones del 11 de agosto. De acuerdo con los autores, las P.A.S.O. mostraron "la dramática realidad sobre muchos de los actores relevantes del escenario político argentino".

Por Mariano Boiero y Alejandro M. Estévez

Lo llamativo del incidente electoral llamado PASO, era que los sorprendidos fueron todos los que intervinieron en el proceso electoral. Nuestros gladiadores políticos estaban frente a un escenario que no previeron en su real dimensión. Nuestras elecciones, son una verdadera fuente de sorpresa tanto para los votantes como para los votados.

SI bien las PASO son una interna abierta y que permiten establecer el orden de los candidatos al interior de cada frente o partido, la forma en que se presentaron las distintas agrupaciones, terminó (ninguno dirimió su interna allí) transformando esas elecciones en una especie de gran encuesta de preferencias políticas de la gente. Esto es cierto, pero no es menos cierta, la lectura política que de ellas se hizo. Un ciudadano con sentido común podría decir, “si así te fue en las PASO, es muy probable que te vaya igual en las elecciones generales del 27 de octubre”.

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Si bien es cierto que las PASO no distribuyen cargos de presidente, gobernadores, senadores, diputados y concejales; no es menos cierto que la “opinión pública” se expresó claramente respecto de sus preferencias políticas, a pesar de la épica que los distintos frentes políticos le quisieron dar o incluso manipular, para obtener un resultado favorable. Lamentablemente, la competencia electoral “real”, con efectos en la distribución del poder y de los distintos cargos electivos será en el mes de octubre.

Pero de tanta variación emocional, podemos extraer algunas lecciones. En primer lugar, y a pesar de las desilusiones de algunos e imprevistos de otros, se puede afirmar que la democracia argentina estaría funcionando (especialmente en el nivel nacional). La gente, o la opinión pública, terminan votando de una forma en la que se percibe claramente el mensaje que se quiere dar. Cuando el electorado no está conforme con un gobierno termina votando en consecuencia. Desde el retorno democrático, ningún gobierno que hizo un ajuste en un año electoral terminó ganando las elecciones.

Segundo, que las estrategias que funcionan para una elección, pueden no hacerlo para otras. El gobierno, fue muy eficiente en apostar a la polarización con un pasado K en las elecciones de 2015 y 2017; pero la misma estrategia en 2019 no funcionó y terminó potenciando a su rival. De alguna forma, la estrategia de polarizar cuando el peronismo estaba dividido, no surte el mismo efecto que cuando está unido, y de alguna forma, termina llevándole más votos.

Tercero que cierta mala gestión de gobierno son justamente castigadas por la “opinión pública” (Macri) y que otras buenas gestiones serían injustamente castigadas (Vidal). Aquí habría que hacer una aclaración y es que la estrategia de desdoblar las elecciones de la provincia de Buenos Aires, respecto de la Nacional, fue propuesta oportunamente por la gobernadora pero eficientemente rechazada por el Presidente y su jefe de gabinete.

Cuarto: que las encuestas (las reales y las “dibujadas”) no previeron el margen por el cual la “opinión pública” se iba a manifestar. La magnitud del efecto sorpresa, significa que no estamos percibiendo correctamente ese fenómeno variable que es la voluntad electoral de los argentinos. Hemos escuchado muchas “mea culpa” de encuestadores varios e intensos silencios de otros, análisis diversos si la metodología de recolección de datos es la correcta, etc. Nuestra postura aquí no quiere soslayar las explicaciones metodológicas sino que queremos subrayar una cuestión cuasi filosófica. Los entrevistados le están mintiendo al encuestador (sea bueno o imaginativo), ese ciudadano está jugando a engañar o directamente mentir a nuestros “cientistas sociales”.

Creemos que hay varias explicaciones, que las encuestas ya dejaron de ser una novedad para los entrevistados y que el abuso de las mismas, sea por la cantidad de veces que se consulta a la gente o por la manipulación intencionada con efectos políticos, terminó provocando un efecto de cansancio sobre el electorado que adoptó una cierta reacción: “ahora juego yo contigo…”. Además, si hay una buena parte de la población que está “enojada o desconfiada de la política”, ¿qué nos hace pensar que las encuestas están por fuera de esa implacable “corriente de enojo”? En síntesis “el asustador está enojado”.

Quinto: que la “opinión pública”, sea en su versión agrietada, manipulada, clientelizada, cambiada culturalmente, marketinizada, distraída, desilusionada, enojada, esperanzada, olvidadiza, pesimista, adaptativa, etc, también se mostró sorprendida por los resultados que se registraron en las PASO. Si bien había gente que quería dar un mensaje o advertencia, por los resultados observados, se dieron cuenta de que habían noqueado a uno de los competidores y al mismo tiempo habían fortalecido excesivamente a su rival. Podemos decir que el “asustador está asustado”.

Sexto: el “asustador tiene miedo de repetir el 2001”, que fue cuando vivió una de las crisis políticas, económicas y sociales que tenga en su memoria nuestro país. Por ello, un gobierno que se debilite extremadamente y no pueda controlar la transición es un aspecto que le preocupa fuertemente.

Séptimo: el asustador “está asombrado”. Por un lado, observa que la señal de advertencia que le dio al gobierno reacomodó la situación de una forma impensada. En 48 horas del “susto” empezó a recibir una catarata de medidas que bien podrían haberlo calmado antes de las elecciones.

Octavo: así como hay cosas que no funcionan dos veces de la misma forma en la sociedad, podemos decir que el voto de un electorado “asustado” no es necesariamente estable. La probabilidad indica que sería muy difícil que el gobierno actual pudiera recuperarse en octubre del aluvión de votos adversos que recibió en agosto, pero no debemos dejar de considerar que un electorado relativamente volátil puede cambiar de opinión frente a ciertos cambios en el escenario de su vida cotidiana.

Noveno: el “asustador” podría estar cansado de la política de tipo “competitiva” que le presentaron los grandes actores políticos en los últimos 35 años de democracia argentina. Tal vez, puede ser el momento de buscar establecer “algunos grandes consensos nacionales” entre las principales fuerzas, como un pacto de la Moncloa en España, que de alguna forma los llevó a parecer a un país desarrollado, cuando antes, sus vecinos los desconsideraban.

Décimo: el “asustador” habría recibido de buenas ganas los encuentros que tuvieron los distintos actores políticos de ambos lados de la grieta para tratar de calmar no solo a los “mercados” sino también a los ciudadanos. Por ello es fundamental pensar en términos de la democracia deliberativa que nos planteaba Jurgen Habermas, que basaba la idea de progreso humano en la capacidad de generar consensos, lo más amplios posibles que permitan a la política transformarse realmente en una herramienta del bienestar de la gran mayoría de la población. El problema económico que tanto aquejaba a la gente, podría ser solucionado o encaminado mediante una buena decisión política, la que busca generar consensos.