El profesor Pablo Gerchunoff sostiene en un trabajo realizado junto a Ramiro Albrieu que “las ideas contestatarias que se expanden en el norte avanzado comparten un aire de familia con el primer peronismo”
La economía global, y sobre todo aquellas más avanzadas, no
está en un buen momento. Tanto así es, que dos economistas argentinos muy
respetados (Pablo Gerchunoff y Ramiro Albrieu) sugieren que a las economías
maduras les falta un poco de peronismo. Y ninguno de los dos es precisamente un
“compañero”.
Más allá de la provocación (que, por ello, no es menos
cierta), el reciente artículo que publicaron a cuatro manos en el interesante
blog Alquimias Económicas abre un esclarecedor debate sobre lo que necesitan
las economías centrales que, aun sin crisis, crecen poco y derraman aún menos
entre los que menos tienen. Las clases medias pierden certezas laborales (e
ingresos) y los políticos no saben qué hacer y, como señala la promisoria
dupla, “las respuestas que se están ensayando en los países avanzados son tan
variadas como experimentales y volátiles”. Y peligrosa, agregarían algunos.
Ese estancamiento que se siente el PIB y, sobre todo, en el
ingreso disponible de los hogares menos favorecidos, hace que “en los países avanzados gana terreno la
visión de que las cosas van mal y tienen que cambiar”. Trump, Brexit, Le
Pen y otros se inscriben en ese desencanto.
Una sensación que gana predicamento mientras bajan los
deciles. “En Estados Unidos, por ejemplo, los deciles uno y dos –los más
pobres– mantuvieron constante su ingreso real entre 1998 y 2008; en ese mismo
período, tanto los ingresos reales de los deciles nueve y diez de ese país como
los correspondientes a las clases medias y altas de Asia emergente se expandieron
por encima del 30%”, señalan.
“Todo esto suena muy familiar visto desde Argentina. Las
ideas contestatarias que se expanden en el norte avanzado comparten un aire de
familia con el primer peronismo”, agregan. ¿Es ese primer peronismo un
antecedente de lo que se está por vivir en el mundo avanzado o estamos
exagerando? “El diagnóstico de situación es parecido”, dicen. El clamor popular
pide más derrame (una división más homogénea de la torta), es nacionalista y
antielitista.
Los policymakers empiezan a sondear algunas herramientas
nonsanctas para la literatura mainstream. Por ejemplo, emitir dinero para
financiar una política expansiva que impulse los salarios de los de abajo. “En
Estados Unidos, tanto Donald Trump como Hillary Clinton apoyan políticas de
aumentos en el salario mínimo, mientras que en Europa el presidente de Banco
Central Europeo (BCE), Mario Draghi, propone un incremento salarial para cortar
la espiral deflacionaria que sus propias políticas monetarias no pueden cortar.
Sobre el financiamiento de ese impulso, hasta aquí la estrategia ha sido emitir
deuda, pero cada vez de discute más seriamente si no se necesita que vuele el helicóptero
de Milton Friedman. Si bien la apelación a la figura del helicóptero permite
varias acepciones, se trata en este caso de emitir dinero para el
financiamiento directo de la política fiscal. Janet Yellen, jefa del Fed, avisó
que podría ser utilizado en circunstancias extremas; Draghi dijo este año que
le parecía una idea interesante, y un conjunto de miembros del parlamento
europeo le pidió su implementación; el Banco Central de Japón (BoJ), a través
de Haruhiko Kuro, parece estar moviéndose en esa dirección. El financiamiento
monetario se examina hoy como alternativa en los círculos responsables y
moderados”, dicen Gerchunoff y Albrieu.
¿Puede haber un shock redistributivo sesgado hacia los
salarios y financiado con emisión monetaria? ¿Podrán los estratos medios- bajos
recuperar el dinamismo que tenían, digamos, hasta la década el 1970? ¿Qué
ocurriría con la globalización en ese caso? Tampoco piden tanto. “Quizás con el
20% de lo que hizo el peronismo en su época alcanzaría para revertir el cuadro
de situación actual”, sostienen. El mundo de tasas cero (contracara del aumento
de la demanda global de activos seguros), aun en países muy endeudados, aleja
el riesgo de un “debt overhang” y, por lo tanto, la generalización del
financiamiento monetario.
Pese a todo esto, Gerchunoff y Albrieu reculan un poco sobre
el final. ¿Es posible el shock redistributivo de sabor peronista, con todas las
herramientas de política económica que lo hagan posible? “Probablemente sea
sólo una nostalgia o una utopía”, concluyen. En cambio, esgrimen que “parecería
que mantener o recobrar el bienestar popular en los países avanzados solo se
logra con proteccionismo, esto es, matando a la segunda globalización”. Es
decir, que las clases medias unidas del mundo desarrollado “bloqueen los
efectos de la aparición de Asia emergente” y avancemos hacia un mundo más
autárquico y proteccionista. Según varios, hacia allí vamos…