Di Tella en los medios
Viva
4/09/11

Divididos por la felicidad

Sociedad Una encuesta nacional asegura que las mujeres la pasan mejor que los hombres y que las grandes ciudades hacen menos felices a las personas. Especialistas de todo el mundo develan por qué creemos que ser feliz es obligatorio

Visto el artículo X, inciso Y de la Constitución de la Nación Argentina, la Presidenta de la Nación decreta: Artículo 1: ¡Arriba las palmas! Artículo 2: ¡Vamos, vamos, que no decaiga! Artículo 3: ¿Quién es el de la fi la dos que no se ríe? ¡Animo, hombre, que la vida es corta! En la última década, la industria de la felicidad se volvió una cosa seria: media docena de países (entre ellos Inglaterra, Francia y China) ya tienen mediciones ofi ciales de bienestar emocional, que buscarán complementar con las de PBI, y que se aprovecharán para "maximizar la felicidad agregada de la población" con políticas públicas acordes. En mayo, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) lanzó un cálculo global de esta variable en el marco de su "iniciativa para una vida mejor", para marcar terreno en la agenda de la felicidad.

Mientras que a nivel editorial los libros que promueven recetas para lograr la dicha eterna son un boom (hubo más de dos mil títulos nuevos sobre este tema en Amazon en 2010, según la revista Psychology Today), un abordaje multidisciplinario que incluye psicología positiva, fi losofía, sociología, neurobiología y economía aporta nuevos descubrimientos que surgen de mediciones cada vez más sofi sticadas, que ya no sólo incluyen encuestas sino también resonancias magnéticas cerebrales y hasta el estudio de "sonrisas verdaderas".

Muchos de estos hallazgos se incorporaron de lleno al mundo de las empresas y al marketing. Coca Cola, McDonald’s y Beldent están entre las marcas que apelan a la felicidad como bandera para sus mensajes. La campaña más comentada en la Argentina en lo que va del año muestra a un Riquelme que "está feliz". La frase, ideada por los creativos de Pepsi y de la agencia Sinus, ya ingresó en la cultura popular. Hasta la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la usó cuando anunció que iba a ser abuela por Twitter y luego, el lunes posterior al triunfo por el 50% en las primarias.

Por pr imera vez, en la Argentina se realizó un trabajo amplio sobre el tema, a cargo de la empresa Gallup y de la Universidad de Palermo, que muestra que el país tiene un grado de felicidad "de mitad de tabla para arriba" en la comparación global, y revela detalles desconocidos del mapa local de la alegría. Viva lo adelanta en exclusiva. "A nadie debería sorprenderle.

La búsqueda de la felicidad siempre ha sido el principal motivador de la acción humana", explica el antropólogo de la UBA Sergio Rulicki, el mayor experto argentino en el estudio de sonrisas. En distintas investigaciones se hallaron vínculos entre altos niveles de bienestar emocional y un buen estado de salud, longevidad, mayor productividad laboral, armonía familiar e interacción social (aunque todavía no está del todo claro el sentido de la línea de causalidad).
En un mundo en el cual se calcula que para el año 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad mundial (después de las enfermedades cardiovasculares), la búsqueda del santo grial de la felicidad se volvió una carrera obsesiva.

A tal punto que muchos especialistas se preguntan si no se estará yendo demasiado lejos. Lo notable es que entre los críticos más agudos aparecen varios de los pioneros de la ciencia de la felicidad, como el psicólogo Martin Seligman, padre de la psicología positiva; el psicólogo y economista Daniel Kahneman, fundador de la economía del comportamiento; y el economista argentino Rafael Di Tella, uno de los primeros impulsores de la economía de la felicidad. Plantean interrogantes y noticias poco felices para este campo en pleno boom.

El "efecto Hugo Reyes"
Di Tella, uno de los cuatro hijos del canciller del menemis
mo, da actualmente clases en Harvard y en la universidad que fundó su abuelo, en el Bajo Belgrano. A mediados de los `90, disconforme con la forma en la que se hacían los cálculos de bienestar en economía, Di Tella decidió recurrir al océano de datos estadísticos que durante décadas habían acumulado los psicólogos para demostrar que el desempleo "destruye" mucha más felicidad que la infl ación. "En ese momento no había absolutamente nada escrito sobre macroeconomía y felicidad", recuerda. "Nos llevó (a él y a su coautor, Robert McCulloch) seis revisiones poder publicar el trabajo en el American Economic Journal nos editaron línea por línea y nos volvieron locos." Pero Di Tella se volvió muy crítico en los años siguientes con la explosión de trabajos de la rama más exitosa de la economía no tradicional.

Consultado acerca de las mediciones de felicidad por parte de los gobiernos, responde de manera poco académica: "Me parecen una estupidez".

La economía de la felicidad surgió en 1974, con los trabajos del inglés Richard Easterlin y su paradoja de que "el dinero no hace la felicidad": Easterlin revisó series largas de países que habían hasta triplicado su ingreso per cápita mientras que sus niveles agregados de felicidad apenas se alteraban. En los siguientes 35 años la Paradoja de Easterlin fue confi rmada y rebatida infi nidad de veces. "El consenso actual es intermedio", explica Martín Tetaz, un economista de la Universidad Nacional de La Plata especialista en temas cognitivos: "El dinero no hace la felicidad, pero ayuda bastante".

Hasta mediados de los `90, cuando Di Tella hizo sus primeros trabajos, el tema fue muy marginal. Richard Layard, uno de los popes de la "happynomics" y asesor del laborismo inglés, recuerda que en 1994 programaron una conferencia sobre "Economía y felicidad" con mucho entusiasmo en la London School of Economics: "Imprimimos afiches, pusimos 100 sillas y vinieron menos de 10 personas.

La psicología positiva tuvo un impulso decisivo en agosto de 1998, en San Francisco.
Fue cuando Seligman asumió como presidente de la Asociación Americana de Psicología y retó a sus colegas por el compromiso histórico de los profesionales en salud mental con lo que él consideraba "el vaso medio vacío". "La psicología como ciencia en la actualidad está a medio cocinar", concluyó. "La parte medio cocida es la de las enfermedades mentales, donde se concentran todos los esfuerzos, y se sabe mucho menos sobre las fortalezas (de los pacientes)." Nacía la psicología positiva.
A principios de esta década, las investigaciones científi cas sobre la felicidad se multiplicaron. Algunos de sus hallazgos más recientes son:
· Di Tella estudió centenares de casos de personas que recibieron un shock de ingreso herencias y descubrió que la suba de felicidad dura entre 3 y 5 años, tras lo cual se vuelve a un nivel promedio. Existe una suerte de "termostato" del bienestar emocional, o "efecto Hugo Reyes", por el personaje de la serie Lost que gana más de 100 millones de dólares en la lotería y luego le ocurre todo tipo de desgracias. La investigación más famosa al respecto ­citada por el actor Ethan Hawk en la película Antes del atardecer­ es la de Philip Brickman, quien relevó el bienestar emocional de personas que ganaron la lotería o que tuvieron accidentes severos. En ambos casos, se reveló que luego del shock inicial el nivel de felicidad regresa a su estado anterior.

· La felicidad es contagiosa. Daniel Gilbert, colega de Di Tella en Harvad, halló que los niveles de bienestar emocional de una persona tienen una relación muy estrecha con los de quienes la rodean.

· El "ciclo de vida" de la felici- dad tiene forma de "U": es alta en la infancia y juventud, baja en la edad mediana y vuelve a aumentar en la madurez.

· Encarar actividades inusua- les, romper la rutina, rodearse de gente positiva y gastar plata en experiencias antes que en productos (una excursión de buceo antes que varios pares de zapatos, por ejemplo) son decisiones que ayudan a robustecer los niveles de felicidad.

· En promedio, son más felices las mujeres que los hombres, los que se embarcan en actividades solidarias, creen en Dios, votan a la derecha, hacen el amor al menos una vez por semana y tienen presión baja.

Reino de paradojas
En su genial comedia negra Felicidad (Happiness, 1998), el director Todd Solondz cuenta la historia de una típica "familia feliz" estadounidense de los suburbios que estalla por los aires cuando la madre se entera de que su marido es un pedófi lo que violó al compañerito de su hijo después de dormirlo con somníferos.
La paradoja de Easterlin no es la única que cruza al reino del bienestar emocional.
Brickman, el del estudio de la lotería, se pasó años investigando cómo sería la "jornada ideal" para una persona promedio. Un día no tan perfecto de mayo de 1982, este profesor de psicología de la Universidad de Michigan se subió a la terraza del Tower Plaza, el edifi cio más alto de Ann Arbor, y se tiró al vacío. Tenía 38 años.

Tal vez el más perturbador de los recientes descubrimientos sea el de que los hijos no aumentan, en términos agregados, el bienestar emocional de sus padres. El impacto negativo es mayor en madres o padres solteros y es más intenso en la etapa en que los chicos son bebés. En la Argentina fue corroborado en una muestra de 1.100 casos que se hizo hace dos años desde la Universidad Nacional de La Plata.

El fenómeno se explica por la forma tradicional en la que se mide la felicidad: la sumatoria de momentos más o menos placenteros. Así, el agregado de cambios de pañales, sueño interrumpido y berrinches puede generar un déficit más grande que el rojo fiscal de la administración Obama.

Pero si la felicidad se asocia al llevar "una vida productiva y llena de sentido", el concepto que defendían los fi lósofos de la antigua Grecia y que también postulan psicólogos como Mihalyi Csikszentmihalyi, el autor del mega best seller Fluir (Flow), entonces tener hijos parece ser un "maximizador de felicidad" más eficiente que no tenerlos. "Hemos sido bastante naives en este tipo de estudios", reconoció Seligman el mes pasado. "La gente no busca sólo felicidad, busca sentido para sus vidas, busca justicia. Fue una exageración identifi car tanto a la felicidad con el estado de ánimo inmediato." "Vivimos en una sociedad que se volvió obsesiva en la búsqueda de lo positivo", advierte el psicólogo y cientista social Hugh Mackay, autor de La felicidad y sus causas. Una de las consecuencias nefastas de esta obsesión es la pesadísima carga que se deposita sobre los hijos que, según el mandato cultural, deben ser "niños felices" o, de lo contrario, señalan un fracaso de los padres.

Otro fl anco que está recibiendo críticas es el de la "felicidad corporativa" o la aplicación de los principios de la psicología positiva en el ámbito de la empresa y la ofi cina, que se llenan de cartelitos de "Smile!" y de departamentos de Recursos Humanos que contratan cómicos y números de stand up para elevar la moral de los empleados. Un reciente paper del Nobel de Economía Daniel Kahneman demostró que una compañía llena de caras felices pierde en la competencia de mercado con una fi rma con empleados más agresivos. "A los pesimistas se los tilda de ser `malos jugadores de equipo’, se escucha sólo a los optimistas, con lo cual hay una tendencia a exagerar los resultados esperados y a subestimar los riesgos." Kahneman es un crítico autorizado, fi loso y temerario para la ciencia de la felicidad.

Para los economistas marxistas, el avance de la psicología positiva contribuye a generar "empleados dóciles", y no por nada su progreso coincidió con la recesión y los despidos de los `80 y `90 en los países desarrollados: no se trata de un entorno de felicidad, sino de la imposición de una "cultura de la conformidad".

La defensa de la tristeza y la melancolía ­en dosis adecuadas­ hasta tiene argumentos evolutivos. Si bien un estado de euforia embriagadora puede sonar fantástico, éste viene asociado a una actitud pasiva y poco vigilante de los peligros que acechan. Gilbert lo resume: "Tenemos una palabra para describir a los animales que no sufren estrés ni ansiedad ni miedo ni dolor. Esa palabra es `cena’". En esta ola revisionista sobre la alegría hay polémica y confusión, pero una recomendación clara: si quiere ser feliz, no compre libros de autoayuda y seguir las recetas de gurúes. No es nada nuevo. Hace 50 años, el escritor existencialista Albert Camus decía: "Nunca serás feliz si continuamente estás buscando el significado de la felicidad. Y nunca vivirán plenamente si todo el tiempo estás buscando el sentido de la vida". Vive tu vida, sugería, y si la felicidad te encuentra, tanto mejor. O puede que no lo haga. Pero no ayuda buscarla en forma obsesiva.

Uno se lo imagina a Camus en una tarde de lluvia de otoño en un café parisino, con una música melancólica de fondo.
Y no está tan mal, ¿no?

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A fondo
La sonrisa de mamá
A la hora de sonreír, los argentinos tienden a privilegiar una expresión "unilateral" (se mueve sólo una parte de la cara), que puede denotar soberbia y falsedad.
"En mis investigaciones he encontrado numerosos ejemplos de sonrisas unilaterales ("sonrisas de cotê, de langa, de canchero") emitidas por personas socialmente prominentes, tales como líderes políticos, funcionarios, jueces, empresarios, deportistas, médicos y periodistas", explica Sergio Rulicki, antropólogo de la UBA y doctor en comunicación social de la Universidad Austral.
"La manifestación de estas expresiones faciales al posar para la cámara sugiere la idea de que algunas personas las eligen deliberadamente porque creen que transmiten mensajes positivos sobre sí mismos, o bien, que las expresan inconscientemente como parte de un hábito adquirido." Rulicki es un especialista en comunicación no verbal, y escribió varios libros al respecto. Su tesis de doctorado fue sobre "la sonrisa de los argentinos", y descubrió más de 40 expresiones características. "En la cultura argentina, las sonrisas unilaterales de alegría y orgullo narcisista representan la corporización de la combinación de un sentimiento de superioridad y la idea de que la `viveza criolla’ no sólo es aceptable, sino también deseable." Rulicki utiliza las investigaciones que popularizó en los `60 el científico californiano Paul Ekman, quien a su vez se basó en una idea de Charles Darwin: determinadas expresiones faciales correponden a sentimientos universales. Ekman compiló estos "microgestos" (hay más de 10.000 combinaciones de los 43 músculos de la cara) que dieron lugar en los últimos años a la serie Lie to me , de la cadena Fox, y en la cual el actor Tim Roth hace de un alter ego de Ekman, el doctor Carl Lightman.
 

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