Di Tella en los medios
Diario Perfil
3/09/11

Una sociedad cerca de sus límites

Por Manuel Mora y Araujo. Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.

La noticia me la comunicó un taxista, la tarde del miércoles. Candela había aparecido, asesinada horriblemente. El hombre me transmitió la información y su espanto, y los dos compartimos un estado de conmoción difícil de describir. A partir de ese momento fui registrando, en la calle y en distintos ambientes, la misma conmoción, obviamente mezclada con informaciones parciales –algunas después se revelaron falsas– y con interpretaciones de lo más diversas.


Ahora, con el espíritu más frío, puedo decir: así es, así se forma, la opinión pública, a través del hablar compartido entre las personas comunes, algunas de las cuales reciben la información desde algún medio de prensa y después la transmiten boca a boca, cada uno agregando algo al mensaje, sin separar mayormente los hechos, sus propias conjeturas, sus interpretaciones y sus emociones.

En cualquier caso, en este hecho lo dominante y generalizado es el sentimiento de profundo repudio a esta brutalidad que costó la vida a una criatura inocente y que se erige, una vez más, como un fantasma que amenaza a la sociedad. La reacción de la gente en esta ocasión parece haber sido intensa pero contenida; casi no se expresó en violencia. Pudo haber sido distinto, en otras ocasiones lo ha sido, en la Argentina y en otras partes. La intensidad emocional de la reacción es señal de que en casos como éste se ha tocado una fibra de alta tensión que reside en la conciencia moral de cada individuo y también en algún lugar del tejido social, precisamente porque los individuos comparten esa fibra. Con un crimen como éste, cuando alguien es capaz de matar de esa manera, a sangre fría, impunemente, se vulnera una norma social fundamental. Resulta totalmente secundario, para entender esa reacción, que puedan existir, eventualmente, motivos o circunstancias particulares. No se juzga al criminal por sus motivos, porque lo que es puesto en riesgo es la existencia misma de la sociedad. Estos sentimientos compartidos son la más profunda, y más sólida, argamasa de una sociedad.

Otro plano es el papel de los medios de prensa en estas circunstancias. Es un poco temprano para emitir un juicio definitivo, pero se tiene la impresión de que la tendencia ha sido preferir jugar por el camino del sensacionalismo del hecho antes que por el de los sentimientos de la gente. Trivializando excesivamente lo que estaba ocurriendo, y acechando a los políticos para descubrir algún acto fallido en alguno de ellos, se ha llegado hasta vulnerar reglas de seguridad que son esenciales para que la policía y la Justicia hagan lo que deben hacer: prevenir y esclarecer el crimen.

La gente, la gente común, parece haberse mantenido, como en tantas oportunidades, bastante al margen de esos climas creados mediáticamente y mucho más centrada en sus sentimientos básicos y espontáneos. Por supuesto, hay además implicaciones políticas en estos hechos, como en prácticamente cualquier hecho de la vida; pero no son esas implicaciones las que afloran en la conmoción colectiva que se generó.

Las encuestas de opinión vienen evidenciando estadísticamente que la delincuencia es el tema número uno en la agenda de la opinión pública, entre los ciudadanos oficialistas tanto como entre los opositores. La sociedad ve en la delincuencia el mayor de los peligros que la acechan. Como en todo tema de alta complejidad, las expectativas están divididas: el consenso es acerca de que los gobernantes tienen que ocuparse de la seguridad, no es acerca de qué deberían hacer; pero hasta ahora no se ocupan, o si se ocupan no se nota. Ese es uno de los factores que alejan a la gente de la política.

Hay otro consenso social que está pidiendo a gritos una respuesta de la política: la percepción de que la policía es parte del problema y no de su solución. Entre las pocas expresiones en las que la extrapunición desbordó a la conmoción en estos días que culminaron con el sepelio de Candela Rodríguez sobresalió la imputación a la policía y el intento de agresión física a uno de sus hombres. No es el momento de hacer politiquería con el asesinato de Candela, pero no por eso pierde vigencia el mandato imperativo de poner en orden estas cosas en la Argentina.


 

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