Di Tella en los medios
iProfesional
8/08/11

Festejo por "partida doble":

Los argentinos ahora pueden comprar dólares más baratos y encima "ayudan" a que los precios suban menos

A principios de año se temía que la inflación iba a ir en aumento y varios analistas proyectaban un 30% como piso. Incluso se temía por el "efecto espiralización". Pero en el medio algo pasó y ahora se habla de una cifra mucho menor. ¿Por qué la compra de billetes verdes ayuda a moderar el índice?

Es la nueva utopía de los políticos argentinos.

En particular, de aquellos que quieren dar pelea en las presidenciales de octubre: que el país crezca a tasas chinas pero, a su vez, con baja inflación.

De alguna manera, proponen mantener lo mejor del modelo K a la vez de extraer lo más cuestionado.

¿Se puede? Bajo las actuales circunstancias, algunos analistas ironizan diciendo que es como contratar un paquete turístico "all inclusive" y luego querer hacerle modificaciones para pagar menos.

Pero igual ese combo vende. Es marketinero. Por eso, aparece mencionado con tanta frecuencia en los discursos.

Hasta daría la sensación de que quien se muestre más convincente en este punto cuenta con altas probabilidades de ganar.

¿Puede darse este escenario "ideal"? Los analistas, en general, se muestran un poco escépticos. Al menos en las condiciones actuales.

Es que no ven que la economía argentina tenga, hoy por hoy, los "fundamentals" que permitan hacerlo.

Y ven a la inflación como un síntoma de que se está forzando el motor.

No obstante, existe un aliciente.

Y tiene que ver con que aquellos pronósticos que se daban a principios de año - que hablaban de una suba de precios del orden del 30% en 2011 - van, poco a poco, quedando atrás.

Es verdad que sigue alta. Pero también es cierto que no siguió su ritmo ascendente, como muchos temían.

Al respecto, resulta bien elocuente un informe de Miguel Kiguel de comienzos de año: "Esperamos una aceleración de la inflación para este período, impulsada por una expansión del gasto público y del aumento de la demanda de dinero. Será crítico lo que ocurra con las negociaciones salariales. Nuestro análisis asume que la inflación terminará el año en 29%. Pero hay riesgos de una mayor suba, debido a que la puja distributiva puede intensificarse".

La situación de hoy, lejos de ser la ideal, al menos marca que se estaría más cerca del "veinti" que del "treinti".

Entonces, cabe la pregunta: ¿Cuál de las premisas que señalaban los economistas falló? De hecho, ninguna porque todo lo que esperaban que ocurriera, ocurrió.

• Se agudizó el gasto público (al cierre del primer semestre crece al 33%, contra ingresos al 30%).

• Empeoró la situación fiscal (que si no se consideran los ingresos extraordinarios resultaría deficitaria en 0,35%).

• Persiste una fuerte expansión del dinero (crece a una tasa de 40% anual, para "lubricar" un boom de consumo que no cesa).

• La inversión sigue baja (apenas encima del 20% y con poca capacidad ociosa en las compañías).

• Los gremios no moderaron sus pretensiones salariales (el piso de suba de este año ha sido superior al de otros. Y en las escalas mínimas los ajustes llegan al 35%, al apuntar a un básico de $4.000).

• Los contratos por servicios se ajustan con mayor periodicidad (es el caso de los alquileres o, por ejemplo, los acuerdos entre proveedores y empresas).

¿Qué cambió entonces?
Si ocurrió todo lo que los economistas decían que iba a suceder, ¿cómo se explica, entonces, que la inflación se haya estabilizado en un nivel más bajo del pronosticado?

¿Acaso el Gobierno estará logrando la utopía de crecimiento alto con una suba de precios que, si bien no es baja, al menos luce bajo control?

Aquí es donde entra en juego un componente "novedoso", que influye sobre el actual ritmo inflacionario.

Y donde la realidad parece darle la razón a quienes argumentaban que, más allá del problema fiscal, el motivo de fondo de la inflación es la relación entre el peso y el dólar.

Porque, históricamente, lo que motorizaba al alza al índice en la Argentina era el desequilibrio en las cuentas del Estado.

Pero ahora, en un contexto internacional diferente, que "empuja" hacia una apreciación del peso, la inflación también tiene una mayor dosis de ingrediente cambiario.

¿Por qué? Porque cuando el país vende su soja al mundo, recibe un aluvión de dólares.

Buena parte de los mismos son adquiridos por el Central para sostener la cotización del billete y que éste no se desplome.

Para ello, debe emitir una gran cantidad de pesos, que inyecta al mercado y que contribuyen a fogonear la suba del índice (el proceso de esterilización lo realiza mediante la emisión de Lebac y Nobac).

El tema es que este año se han empezado a notar señales de agotamiento.

¿Por qué?

1. Porque los precios argentinos, medidos en dólares, ya se emparejaron con los del resto de la región.

2. Porque para comprar ese "sobrante" de billetes verdes hay otros jugadores, además del Central, que están ayudando a barrer la plaza de dólares.

¿Quiénes son? Los propios argentinos que, al dolarizar sus tenencias, contribuyen con "el trabajito" de limpiar el mercado de divisas.

Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, señala que ante un recalentamiento de la economía, hay dos posibles reacciones:

• Si la moneda nacional está subvaluada, eso se reflejará en una mayor inflación.

• Y, si está apreciada, se verá en mayores importaciones.

"La economía desde hace trimestres está virando hacia una moneda más apreciada, por lo que el exceso de demanda de divisas agota en mayor proporción el superávit externo. La inflación se encuentra estable o levemente a la baja", indica Castiñeira.

Por otra parte, la situación actual parece darle la razón a los analistas que afirmaban que un exceso de emisión de dinero no se reflejaría tanto en un alza en los precios de los productos sino, más bien, en una mayor compra de dólares por parte del público.

Cuando se generó entre los economistas una polémica sobre este tema, así lo explicaba a este medio Lucas Llach, docente de la Torcuato Di Tella: "Cuanto más emita el Gobierno, más dólares le van a ir a pedir al Banco Central, a cambio de los pesos sobrantes. Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de esterilizar lo que sobra. Se va solo".

En este punto es donde entra otro componente, del que viene dando cuenta iProfesional.com.

Y es que el billete verde quedó barato frente a las subas salariales y de precios (ver nota: "Argentinos frente a las urnas: por qué la compra de dólares ahora es distinta a la de otros años").

"Los argentinos compran dólares porque sienten que está barato", argumenta Martin Redrado, ex titular del Banco Central.

Al respecto, este medio también dio cuenta de que un asalariado que destina un porcentaje de sus ingresos a adquirir divisas puede hacerse del doble respecto de 2005 y casi cuatro veces en relación a 2002 (ver nota: "El déme dos ahora también rige para las casas de cambio").

Así las cosas, la dolarización se acentúa y el Central encuentra a la sociedad "aliada" en esta "dura tarea" de retirar billetes verdes del mercado a la hora de mantener su sistema de devaluación administrada.

Y entonces emite menos. Y si lo hace, muchos de esos pesos terminan dolarizándose.

De hecho, la fuga de divisas se ubicó en el primer semestre en los u$s10.000 millones, lo mismo que se fue del sistema en todo el 2010.

"Se pensó que la inflación iba a seguir en torno del 30%, como el año pasado, pero la mayor salida de capitales finalmente ayudó a estabilizarla en un nivel menor", señala Andrés Méndez, director de la consultora AMF.

Pero advierte que esta situación tiene un riesgo implícito: la posibilidad de que haya un efecto péndulo, que no sólo frene la inflación sino que, además, enfríe la economía.

Lo cierto es que luego de mucho tiempo de comprar dólares para evitar que cayera la cotización, ahora el Central debe vender cuando hay inquietud en el mercado cambiario.

¿Quiénes hacen el "trabajo sucio" de barrer la plaza verde? En gran parte los pequeños ahorristas, con la llamada "fuga hormiga".

Al respecto, un informe del economista Carlos Melconian da cuenta de que 30% de las compras se realizan por montos menores a los u$s1.500.

Además, destaca que en el primer semestre casi $7 de cada $10 que ingresaron al país fueron a parar a "los colchones".

Y pronostica que se ingresó en una etapa en la que hay una presión hacia la caída de las reservas.

Esto implica, para muchos observadores, que habrá una presión para que la tasa devaluatoria y la de inflación empiecen a transitar más juntas. En otras palabras, que el abaratamiento del dólar ya tiene poco margen para funcionar como arma antiinflacionaria.

Federico Sturzenegger, presidente del Banco Ciudad, es contundente al respecto: "Me cuesta imaginar otro año más con inflación de 25% y una devaluación de 10%. Esto se va a corregir de alguna manera y el síntoma más preocupante de la distorsión es que va a generar una suba en las tasas de interés".

Tarifas, carne y paritarias
Pero hay un argumento aun más fuerte en las filas de quienes creen que la estabilidad actual no es sostenible: el atraso tarifario.

"Si no fuera por el subsidio a los servicios públicos y el congelamiento de precios, la inflación sería mucho más alta. Por eso, la actual situación es insostenible en el largo plazo", advierte Alejo Espora, economista jefe del Banco Ciudad.

Su previsión es que ya el año próximo habrá una corrección en este sentido, con un ajuste gradual de las tarifas y un dólar más inestable.

Hay también advertencias sobre factores que este año no tuvieron una incidencia fuerte, pero que pueden volver en futuro, como lo es el precio de la carne, que explica un quinto de la inflación total del año, según una estimación de la consultora Ecolatina.

Mientras tanto, resulta sugestivo que la canasta de alimentos, que en los últimos años siempre venía subiendo unos 10 puntos por encima del índice general, ahora se ubique en un mismo nivel (cerca del 23%).

Y, finalmente, hay otro gran punto a analizar para saber si la inflación podrá seguir bajo control o si puede acelerarse: la capacidad política y el margen de maniobra que tenga el nuevo Gobierno para "desindexar" la economía, lo que implica una moderación en las aspiraciones salariales de los sindicatos.

Y en el escenario político actual, esta es una variable sobre la que nadie se anima a pronosticar.

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