Di Tella en los medios
Clarín
15/02/11

Para Egipto, la brújula es turca

Por Carlos Pérez Llana.Experto en Relaciones Internacionales (Universidad Siglo XXI y Di Tella)

El escenario de la transición es complejo, como muestran los antecedentes de distintos países con "partido militar" en el poder. Para evitar gatopardismos o frustraciones, la alternativa debería pasar por el modelo turco del presidente Erdogan.

Cuando la situación del presidente Hosni Mubarak se hizo insostenible, el "partido militar" egipcio debió optar entre mantenerse fiel a su jefe, asumiendo el riesgo de una revolución, o abandonarlo, preservando el poder corporativo para hacerlo jugar en la transición que necesariamente se avecina.
Las señales de alerta fueron claras. Externamente Obama optó por asumir el riesgo de perder un aliado, sabiendo que el tiempo de los reformistas es corto. El "fantasma Carter", a quien se acusa de no haber defendido al Sha de Irán en 1979, explica el cuidado de Obama para no humillar a Mubarak y la búsqueda de apoyo entre los principales referentes republicanos.
En Egipto la voz que mejor expresó la circunstancia histórica fue el Mohamed El Baradei, Premio Nobel de la Paz y ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Sintomáticamente la Hermandad Musulmana, el principal partido opositor, fue uno de sus primeros apoyos. Inteligentemente, este partido advirtió dos cosas: a) la dinámica política de la Plaza Tahrir estuvo liderada por una juventud que busca libertad y no certezas religiosas y b) un protagonismo excesivo les daba razón a los que se aferraban a Mubarak para evitar la "iranización de Egipto".
El escenario de la transición es complejo y la experiencia comparada lo pone en evidencia. Cuando en Pakistán la estructura militar sufrió la humillación perdiendo una porción de territorio nacional, con el advenimiento de Bangla Desh, los militares apelaron a la clase política expresada en el partido de la familia Bhuto. Cuando en los 70, la dictadura griega torpemente apostó al nacionalismo pretendiendo anexar Chipre, terminó abriéndole las puertas a Turquía que acudió en defensa de la minoría turca que habitaba en la isla. Frente al colapso, los sectores militares más esclarecidos decidieron iniciar la transición hacia la democracia y convocaron, para liderarla, al exilado líder centrista Constantino Karamanlis.
En Pakistán, los militares buscaron ganar tiempo reteniendo el poder, en Grecia lo perdieron para siempre.
Conjeturando desde estos dos ejemplos, a los militares egipcios se les abre el escenario de la transición. Simultáneamente surge un interrogante mayor: ¿qué modelo político inspirará ese proceso? En materia de transición, básicamente existen dos opciones: convocar a un personaje ajeno a la estructura de poder, o intentar conducirla con alguien afín al partido militar. En un reportaje concedido a la revista Foreign Policy el día previo a la renuncia del presidente, ElBaradei -un liberal progresista- en cierta forma se ofreció a cumplir el papel de "articulador". Pero allí mismo definió sus objetivos: el régimen debe desaparecer. En otras palabras, el poder militar no estaría en condiciones de prolongarse y no puede ser parte de la solución en la medida que es responsable del problema. Sin duda, el hombre que regresó a Egipto para hacer política en febrero del 2010 es coherente y claro: no al transformismo "gatopardista". Esa posición es la misma que lo llevó a proclamar la necesidad de abstenerse en las fraudulentas elecciones parlamentarias del 2010.
La otra opción supone el hallazgo de un personaje ligado al régimen, pero alejado últimamente del círculo áulico. En ese caso el mensaje de los militares podría encontrar serias resistencias, porque la transición requiere un conductor creíble e independiente.
El camino que adopten los militares egipcios para encarar la transición definirá el modelo político. Y aquí también el análisis comparado puede ilustrar las opciones.
Difícilmente los militares apuesten a consagrar un nuevo presidente militar, pero estarán muy tentados por retener el poder político y el económico operando desde la retaguardia. En otras palabras, este sería un cambio en el régimen, pero no un cambio de régimen. Es el papel que se asignan las fuerzas armadas pakistaníes y las argelinas.
En ambos casos, políticos civiles administran el gobierno bajo la mirada atenta de la corporación militar. Ese modelo requeriría un triunfo electoral improbable y carecería de sustentabilidad internacional.
La alternativa pasa por Turquía. Allí también el poder real, desde la era kemalista, estuvo en manos de los militares. Con la llegada al gobierno de Recep Erdogan, líder de un partido neoislámico, los militares perdieron privilegios y se comprobó la compatibilidad entre democracia e Islam.
Se trataría de un modelo "otomanista tardío", proveniente de un país no-árabe que le ofrece al mundo sunita una opción frente al shiismo iraní.

Publicado en:
Link: