Di Tella en los medios
Clarín
15/02/11

Las ideas de un verdadero nacionalista liberal

Por Ezequiel Gallo HISTORIADOR Ph. D. en Historia Moderna por la Universidad de Oxford.Profesor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella.Ganador del Premio Houssay 2010 a la trayectoria en ciencias humanas. Autor de "La Pampa Gringa" y recientemente de "Alem. Federalismo y centralismo".

DESLINDE DE PODERES PÚBLICOS Y GARANTÍA A LA LIBERTAD DE PRENSA:

De él decía Paul Groussac en un trabajo publicado en La Biblioteca: "Había un hombre en la América española, que nacido y empujado al azar en un pueblo perdido al pie de los Andes, a veinte días de camino de Buenos Aires o de Valparaíso, únicas puntas entonces abiertas a la Europa civilizada (...) un día, de golpe, impulsado a escribir, lanzó como un chorro, un cuadro más franco, más vivo, más nuevo de ese caos sangriento que era su patria, publicó el mejor libro sudamericano y se transformó en un periodista luminoso y potente, en educador de ideas nuevas y fecundas, un observador del mundo civilizado, lleno de originalidad y de sabor."
La descripción no menciona que, además, en su intensa y prolongada actividad política ocupó todos los cargos (desde la modestia de una concejalía municipal hasta la presidencia de la República) y que hizo sin abandonar una tarea periodística que incluyó desde la redacción ("batallando contra todos") de notas y artículos hasta la fundación y dirección de diarios.
De entre la multiplicidad de estas actividades, me referiré aquí a solo un aspecto, no demasiado analizado, de sus ideas políticas, el que el mismo Sarmiento definió, durante su muy activa participación en la Convención de la Provincia de Buenos Aires, preparatoria de la Convención ad hoc para la reforma de la Constitución de 1853, reunida en Santa Fe
Fe en 1860.
Dijo Sarmiento en aquella ocasión: " ... siempre me he ocupado de la unión nacional. No soy separatista (debo decirlo aquí) ni lo seré jamás. Si se hace valer la preocupación de los porteños que tienden a la separación de Buenos Aires, diré yo que no soy porteño, sino argentino, y por lo tanto, nacionalista".
Ciertamente su participación en dicha Asamblea confirmó con creces la definición anteriormente citada. Pero hay algo más; en aquella época, tanto en Europa como en América, ser nacionalista significaba ser partidario de la unión nacional. Como quedó claro, especialmente en los casos paradigmáticos de Alemania e Italia, los dos pilares centrales de esa posición giraban alrededor de la educación y del lenguaje. Los escritos de Fichte y Mazzini son más que ilustrativos al respecto. Sarmiento, en ese sentido, y en el marco de la república plebeya que tanto contribuyó a organizar, era un nacionalista decimonónico con una clara incrustación liberal.
No es mucho lo que se puede agregar a la formidable herencia educativa que nos legó y que con tanta mediocridad manejan sus herederos. Ocupó todos los peldaños de la vida educativa del país: fue maestro, fundador y director de escuelas normales, edil, ministro provincial y nacional, y la educación tuvo una presencia
predominante durante su presidencia. Más aún, escribió hasta el cansancio sobre la materia (recuérdese por ejemplo su Educación común y su Educación popular) incluyendo en esta tarea conmovedores esfuerzos docentes que se reflejan en sus enseñanzas sobre la ortografía y la lectura, su hasta pueril intento de escribir en castellano (suprimiendo las haches y unificando las "i") en un esfuerzo por hacer más accesible el idioma al lenguaje popular.
Estos esfuerzos excedieron las fronteras argentinas y tuvieron impacto similar en la República de Chile. Allí, como en la Argentina, ligó las dos pasiones que dominaron su vida pública: la educación y el periodismo.
Entre otras cosas, sostuvo una muy interesante polémica con Andrés Bello sobre el uso del castellano. Este debate marca claramente un aspecto central de su filosofía lingüística. Tiempo después, Miguel Cané pudo sostener en Prosa ligera que en el país había sólo dos escritores que habían escapado de la influencia francesa en su literatura. Uno era Hilario Ascasubi porque ignoraba totalmente esa tradición; el otro era Sarmiento porque " ... vivía, respiraba y soñaba dentro de un ideal exclusivamente americano".
En este estilo nos legó esas joyas literarias que fueron Facundo y Recuerdos de Provincia, las que para Paul Groussac, Jorge Luis Borges, y muchos otros, representan lo mejor de la literatura rioplatense.
La importancia que les
otorgó a la educación y al lenguaje muestran su pertenencia a la corriente nacionalista decimonónica, corriente que se combinó con otras ideologías en boga en aquellos tiempos (conservadurismo, nacionalismo, liberalismo, etc). En el caso de Sarmiento, esa combinación se estableció nítidamente con el ideario liberal clásico. En palabras del propio Sarmiento: "Esta es la doctrina que tiene el Juez; pero cuando él se convierte en hombre público, dice: que perezca la libertad, las garantías individuales, que se salve la nación. Así se perdió la Francia".
Y para que no queden dudas, el concepto fue inmediatamente reforzado con una cita del publicista estadounidense Daniel Webster: "El primer objeto de un pueblo libre es salvar sus libertades y esto se consigue por medio de restricciones constitucionales, y del deslinde de los poderes públicos". Sarmiento comprendió bien que la nación estaba integrada por un conjunto de individuos y acertó como pocos al establecer los lazos que ligaban ambos conceptos. Esto quedó claramente reflejado, también, en la ya citada reforma constitucional de 1860, en la que Sarmiento fue uno de los grandes impulsores de reforzar aspectos tales como la garantía a la libertad de prensa.
Creía firmemente, por lo tanto, que una nación es fuerte y es próspera si reposa sobre las libertades de quienes la componen.


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