Di Tella en los medios
La Nación
21/06/8

Todos quieren ser Frondizi

¿Qué tienen en común Cristina y Néstor Kirchner, Mauricio Macri, Elisa Carrió, Roberto Lavagna, Ricardo López Murphy y Eduardo Duhalde? La admiración que todos ellos dicen profesar por el líder más destacado del desarrollismo argentino

El 1° de Mayo de 1958 Arturo Frondizi asumía la Presidencia de la Nación. Han pasado cincuenta años y aquella breve pero intensa gestión es reivindicada por casi todos los actores políticos del presente. ¿Qué une a los Kirchner con Macri, Lavagna, López Murphy, Carrió y Duhalde? Los une Arturo Frondizi.

Durante la campaña electoral para la elección de 2007, en los actos que organizaba el oficialismo -con Cristina Fernández como candidata presidencial- se mostraba un video en el que convivían armónicamente Perón, Balbín y Frondizi. No era la primera vez que el kirchnerismo se reconocía, en parte, heredero del desarrollismo.

El historiador Tulio Halperin Donghi sostenía, en 2003: "La visión sobre el país de Kirchner se parece a la de Frondizi", aunque le adjudicaba al patagónico una ventaja: el control del movimiento político dominante durante su gobierno. La precariedad política de Frondizi había condicionado su gestión, con el peronismo proscrito y amenazante, sumado a un permanente acoso militar (26 planteos militares y 6 intentos de golpe de Estado en cuatro años de gobierno).

Eduardo Duhalde, padrino electoral de Kichner, convertido luego en su adversario político, reivindicó a Frondizi sin vueltas en Memorias de un incendio , el libro que escribió para narrar su versión de los hechos de 2002: "A Arturo Frondizi lo voltearon intereses contrarios a la política desarrollista de ese gran intelectual y político que fue electo con el apoyo peronista".

El ex presidente Duhalde fue uno de los políticos notables -junto con Raúl Alfonsín- que concurrió a los homenajes por la muerte de Rogelio Frigerio, el intelectual economista del desarrollismo. Recientemente, el mismo Duhalde estuvo acompañado de su ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, en los festejos que organizó el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) por los 50 años de la asunción del dirigente de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI).

"Creo que Frondizi fue uno de los últimos grandes presidentes que tuvo la Argentina", sostuvo Lavagna. Durante la campaña de 2007, cuando era candidato presidencial opositor al oficialismo, el ex ministro fue muy explícito en el elogio: "Cuando algunos retrógrados querían volver al modelo económico agroexportador, Frondizi impulsó la integración productiva entre los distintos sectores y potenció la siderurgia, la industria pesada y la petroquímica dando protagonismo a inversiones de capital y tecnologías intensivas". Es más, juzgó que el acuerdo Perón-Frondizi para la elección de 1958 dio como resultado "un presidente-estadista".

¿Qué podría unir a Lavagna con López Murphy? También Frondizi. Según lo escribió en un artículo, tiempo atrás, López Murphy considera que Arturo Frondizi fue uno de los pocos hombres que llegaron a la presidencia con un pensamiento estratégico. En alguna oportunidad confesó haberse emocionado al leer el discurso de asunción del 1° de Mayo de 1958. En junio de 2007, cuando recorría el país como candidato presidencial, el ex ministro de Economía aliancista señaló: "Si llego a ser presidente voy a hacer lo que hizo Frondizi en 1958, que asumió con una crisis como la que tenemos hoy, y dio batalla en los sectores del petróleo, el gas y la electricidad". Como otros, López Murphy se manifestó heredero de tres premisas desarrollistas: la integración nacional, el desarrollo económico y el respeto a la ley.

Aunque han roto su sociedad política, a López Murphy y a Mauricio Macri los sigue uniendo algo: Frondizi. El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires no quiso ser menos que los demás y, mientras daba forma a sus equipos, llegó a compararse con Frondizi: pidió a sus futuros ministros que tengan "objetivos, metas cuantitativas y una evaluación por resultados" para poder llevar adelante una gestión "audaz, ética y transformadora" (obviamente, como la de Frondizi).

Elisa Carrió coincidió con Macri en pocas cosas. Frondizi es una de ellas: "Fue un estadista y el mejor de los presidentes que tuvo la Argentina". Invitada al programa de televisión por cable conducido por Joaquín Morales Solá, Carrió dijo en 2005: "Algunas ideas de Frondizi me parecen clave, y esto también define nuestra propuesta. Nosotros creemos no en un conflicto de clases, porque esto lleva a la experiencia venezolana, nosotros creemos en una alianza de conciencia de clases, nosotros creemos que podemos tener un país integrado, social, política y culturalmente". Más tarde, ya en 2007, avanzó en su identificación con el líder desarrollista: "A mí me parece que el último tipo que nos pensó fue Frondizi".

Los militares no podían tolerar tres cosas de Frondizi: su voluntad de reintegrar el peronismo al juego político, su independencia de criterio al conducir la política exterior y el perfil ideológico de Rogelio Frigerio, en el contexto de una política económica audaz. Los sectores castrenses más reaccionarios lo vieron procomunista y le exigieron que rompiera con Cuba, tras el famoso encuentro secreto con el Che Guevara en Olivos. Esto se sumaba a los orígenes de Frigerio y su grupo de intelectuales: la revista Qué -pensadores y profesionales de izquierda- y la organización estudiantil Insurrexit.

El mundo se dividía en dos por la Guerra Fría, el comunismo desafiaba al capitalismo y América latina mantenía a algunos países importantes en posición neutral. A los militares les producía antipatía la relación entablada por Frondizi con los presidentes brasileños Kubitschek y Quadros, nacionalistas de izquierda. No les alcanzaba con al acercamiento a Estados Unidos (reuniones con Eisenhower y Kennedy, adhesión a la Alianza para el Progreso), ni con su fe capitalista (expresada en la convocatoria al capital multinacional). Temían que Frondizi facilitara la "infiltración de la ideología comunista" en la Argentina. En uno de los planteos militares, el del general Fortunato Giovanonni, la proclama decía: "La podredumbre amenaza aniquilar las últimas reservas morales de la sociedad argentina Hay una red de funcionarios marxistas, enquistados en el gobierno, protegidos y adjudicados por el equipo trotskista dirigido personalmente por Frondizi, para instaurar la República Popular marxista como última etapa".

Cincuenta años después de su turbulento mandato, Frondizi sigue estando en boca de todos y es fuente de inspiración para políticos de ideología diversa. El frondicismo es un menú a la carta, en el que cada uno puede elegir el plato que más le gusta. La centroderecha opta por su apertura al mundo y al capital extranjero; la centroizquierda, por el rol director del Estado; los liberales conservadores admiran su apuesta por el Estado de Derecho y por la inversión; los peronistas, su audacia y flexibilidad ideológica. Hasta la izquierda tiene de dónde agarrarse, si repasa las influencias ideológicas frigeristas o la relación con Fidel y el Che.

El menemismo lo reivindicó por su apertura al mundo (convocatoria de capitales externos incluida), y de hecho se nutrió de algunos de sus cuadros (Oscar Camilión, Albino Gómez). El kirchnerismo se siente continuador de su tradición en cuanto a pensar el Estado como guía del proceso económico y promotor de la industrialización. La ideología no parece ser una línea divisoria.

Para los que militan en el ideario de centroderecha, Frondizi fue un visionario que abrió el país al mundo, y tomó la acertada decisión de convocar al país el capital extranjero. Fue uno de los presidentes que más viajó, de Japón a Canadá pasando por Estados Unidos, Brasil, India, España, Tailandia y Holanda. Para colmo, se animó a romper el monopolio estatal en la educación superior: en el debate "laica o libre" fue defendido por la Iglesia y enfrentó a los sectores populares, estudiantiles y progresistas -incluido a su hermano Risieri, rector de la UBA- al permitir que las universidades privadas pudieran entregar títulos habilitantes.

"Lo que hoy llama la atención es que Frondizi tenía una idea, y la llevó a la práctica. La idea del desarrollo seduce y hoy es aceptada por todos. Es la atracción que produce un pensamiento estratégico realizado", razona Pablo Gerchunoff, historiador económico de la Universidad Torcuato Di Tella. La realidad es que nadie se adentra demasiado en su pensamiento político, sino que cada uno toma lo que le conviene. Inclusive lo reivindican los dirigentes que hoy defienden el campo, a pesar de que tuvo una posición que podría calificarse como antiagro. "Lo que enamora es la añoranza de una visión, y Frondizi tuvo una visión", agrega Gerchunoff.

Un punto de confluencia es, quizá, su pragmatismo. Frondizi ganó las elecciones de 1958 gracias al pacto con el peronismo y desafiando a su propio partido, la Unión Cívica Radical; más tarde, para sostenerse en el poder, retrocedió y negoció con los militares, demostrando que tenía gran flexibilidad política e ideológica. De hecho, supo hacer planes económicos heterodoxos y ortodoxos alternativamente, según sus necesidades políticas, oscilando entre economistas como Frigerio, Alemann y Alsogaray (a quien colocó en el ministerio de Economía por necesidad, y a quien sacó antes de un período electoral). El virajerespecto de sus ideas anteriores una vez en el gobierno, y el pacto con la coalición conservadora mientras seguía siendo asesorado por Frigerio, delinea un personaje político hábil y extremadamente pragmático. "Tenía un núcleo de ideas-fuerza -argumenta Carlos Altamirano, historiador de la Universidad de Quilmes-, y todos los medios valían si llevaban a ese fin."

Su pragmatismo se exhibió con crudeza en la "batalla del petróleo". En su libro Petróleo y política , se convirtió en héroe del nacionalismo petrolero, al que luego enfrentó con una política que permitió suscribir contratos de explotación petrolera con multinacionales extranjeras. De defender el monopolio de YPF pasó a convocar a inversores foráneos para que extrajeran el crudo, aunque se lo vendían a la empresa estatal. Y se enfrentó con el poderoso gremio SUPE, defensor del monopolio petrolero estatal. Superó las resistencias y en poco tiempo logró su objetivo de autoabastecimiento energético.

En cambio, la idea de industrializar el país a partir de un fuerte rol del Estado para sustituir importaciones -doctrina difundida en los años 50- cae bien al progresismo y al peronismo. Frondizi decidió dirigir desde el Estado una política para lograr el autoabastecimiento petrolero y así ahorrar divisas para desarrollar la industria pesada (acero, química, autos). Desafió y cambió el paradigma económico predominante, basado en los recursos naturales como ventaja comparativa argentina. Frigerio sostenía que ellos hicieron la revolución industrial en la Argentina, al terminar definitivamente con el país pastoril (modelo agroexportador asociado con la Nación conservadora de fines del siglo XIX y principios del siglo XX). Los desarrollistas fueron promotores de la educación técnica, y de hecho convirtieron a la Universidad Obrera Nacional del peronismo -que sobrevivió casualmente a la Revolución Libertadora- en la actual Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

Algo a su favor, y que amplía el espectro de adhesiones, es que Frondizi, a pesar de su origen radical, no era antiperonista. "Frondizi no evoca el gorilismo", suscribe Altamirano. Diferentes hechos hacen que el peronismo no lo considere "gorila": el acuerdo con Perón, las concesiones a los sindicatos, la habilitación para que el peronismo presente candidaturas en las elecciones de marzo de 1962, luego anuladas por presiones militares. El haber intentado reinsertar el peronismo como sujeto político impide que se ubique a Frondizi en el mismo terreno que a la otra figura radical de su tiempo, Ricardo Balbín, más proclive a asociarse a los militares en el intento de eliminar al peronismo de la faz de la Tierra.

El haber sido un político intelectual le ha sumado las simpatías de aquellos que reivindican una política de ideas y doctrinaria. Arturo Jauretche reconoció poco después de la elección de 1958: "El 23 de febrero ha producido un hecho nuevo que abre un enorme interrogante: por primera vez en la historia un intelectual recibe el apoyo del pueblo o, dicho de otra manera, por primera vez el pueblo no está en contra de un intelectual".

"Hay una ´frondizitis tardía, si me permite el término, en un contexto diferente del país", agrega Altamirano. La idea de desarrollo es hoy irresistible, al concluir que el crecimiento es condición necesaria pero no suficiente. El papel que le asigna al Estado el desarrollismo capta adeptos, y el tiempo "opera una estilización de las figuras políticas, al esquematizarlos y permitir que se los recuerde por ciertos elementos y no por otros", según Altamirano.

Hoy se habla poco del Frondizi posterior a su gobierno. Sin llegar al dirigente que le pide a Menem en los años 90 los indultos para los militares carapintadas, queda en un segundo plano el Frondizi que, luego de 1965, abandona la idea de democracia política. "El presidente ilustrado, tener un núcleo de ideas fuertes, maniobrar con diferentes tácticas en función de un objetivo superior como la industrialización del país le gana al Frondizi que apoya el golpe de 1966 y comienza a militar en la idea de modernización autoritaria", concluye Altamirano.

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