Di Tella en los medios
El Economista
26/09/24

"Si nadie interviene, vamos directo a una concentración de rentas empresariales y a una disminución brutal de la masa salarial"

Por Ramiro Gamboa

Darío Judzik, decano ejecutivo de la Escuela de Gobierno UTDT, fue entrevistado por El Economista sobre la actualidad económica y política del país.


Darío Judzik habla sobre cómo Argentina puede lograr una macroeconomía sostenible. 


"Los consumidores rechazan la falta de humanidad de productos hechos por inteligencia artificial", asegura Darío Judzik, Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona y coautor del libro "Automatizados" junto a Eduardo Levy Yeyati. "Hay cierta aversión —profundiza Judzik— a los productos y servicios que tienen demasiado contenido de inteligencia artificial, y va a haber un límite a la adopción de tecnología que va a venir por el lado de la demanda, es decir, de los consumidores". 

"Hace más de cuarenta años que hay una transferencia de rentas salariales al capital", detalla Judzik y advierte: "Si nadie interviene, vamos directo a una concentración de rentas empresariales y a una disminución brutal de la masa salarial". Por eso, Judzik, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, sugiere que el Estado y los sindicatos "van a tener un rol crucial en el mundo de la inteligencia artificial". Asimismo, aclara que podría crearse un impuesto a la tecnología: "Por ejemplo, si una empresa aplica más de una determinada proporción de contenido de inteligencia artificial en su proceso productivo, tiene que pagar tal impuesto".

En esta entrevista con El Economista, Darío Judzik habla también sobre cómo Argentina puede lograr una macroeconomía sostenible, asevera que un autor intelectual central de la intervención del Indec "fue Alberto Fernández cuando era jefe de gabinete", narra que la inflación fue una bola de nieve que empezó a crecer lentamente en el año 2005 y explotó en el 2023, y especifica por qué es importante que los Estados inviertan más en educación, aunque señala que "no solo hay que invertir en que los chicos pasen más horas en la escuela, sino en que los chicos adquieran herramientas que les vayan a servir". Finalmente, se lamenta de que en Argentina esté mal visto que el sector privado financie el conocimiento y la ciencia.

Darío Judzik le dedicó el libro "Automatizados" a sus hijos y a su padre, fallecido hace casi una década. Trabajó en el Ministerio de Trabajo de la Nación desde el año 2014 hasta el 2017.


—¿Fuiste parte de las gestiones de Cristina Kirchner y de Mauricio Macri? —le pregunta El Economista a Judzik.

—Correcto. Es algo de lo que estoy muy orgulloso, porque el trabajo técnico bien hecho se puede hacer para todo el mundo.

Judzik se licenció en Economía en la Universidad Torcuato Di Tella y se doctoró en Barcelona: "Hay que vivir afuera un par de años. Es una experiencia que da perspectiva sobre la Argentina", recomienda. Precisa que estudió economía porque le gustaban la historia y la literatura, pero también los números y la matemática, y la economía "tiene una combinación de los dos mundos".


—Una de las tesis del libro "Automatizados" es que el futuro es binario. Explican que todavía no está claro si vamos hacia la distopía de la desigualdad o hacia una utopía del ocio. ¿Cuál debería ser la respuesta colectiva para evitar la distopía del estancamiento desigual?

—Sí o sí tiene que haber un mecanismo redistributivo. Estamos ante una tecnología que sustituye masa salarial por rentas empresariales porque consiste en reemplazar una tarea que la hacía una persona a cambio de un salario por una tecnología que no aumenta mucho la productividad general de la tarea. Se sustituye una tarea sin una mejora considerable en la ejecución, y se reemplaza a una persona que recibía una renta salarial por una automatización, lo cual implica un ahorro de costos laborales y eso aumenta el margen empresarial. Estas tecnologías, en origen, están siendo producidas y ofrecidas por un conjunto reducido y no competitivo de lo que el economista David Autor y coautores llaman "superstar firms". Empresas superestrella que tienen buenos márgenes y pueden hacer lo que gusten. Si hay una transferencia fuerte de rentas laborales a rentas empresariales, sin una mejora de productividad, sin que haya nuevas tareas para los humanos, sin nuevas líneas de producción ni bienes innovadores, se está dando una transferencia de rentas salariales al capital que se observa desde la década de 1980. Esto es algo que la tecnología viene haciendo desde hace cuarenta y cinco años, pero ahora puede pronunciar y profundizar mucho esa tendencia, contribuyendo a llevar a la humanidad hacia una distopía de la desigualdad y la recesión, porque sin salario no hay consumo y sin consumo no hay actividad. La actividad económica funciona si hay personas que consumen. Para evitar un escenario distópico se requiere algún tipo de herramienta redistributiva que reoriente los flujos de ingresos en las economías capitalistas. Tradicionalmente, un mecanismo redistributivo son los impuestos: el sistema fiscal redistribuye si es eficiente, pero tenemos países que tienen sistemas fiscales ineficientes y regresivos más que progresivos. No mejoran mucho la distribución del ingreso, entonces la gente está cansada, y por eso hay un sentimiento colectivo antifiscal, porque los sistemas públicos no han dado todas las respuestas que la gente esperaba, sobre todo en países emergentes. Lo típico sería un impuesto a la tecnología. Si una empresa, por ejemplo, aplica más de una determinada proporción de contenido de inteligencia artificial en su proceso productivo, tiene que pagar tal impuesto. Se puede pensar en un impuesto creciente: cuanta más inteligencia artificial haya en su proceso productivo, más tributa, y luego, con ese dinero, se generan ingresos básicos universales para la población.


—¿Estás de acuerdo con la creación de un ingreso básico universal?

—La pregunta principal es cómo se financia. Otro aspecto problemático es que la sociedad argentina, como tantas otras sociedades, está arraigada en la ética protestante del trabajo y en la idea de que "el trabajo dignifica". Por eso, si se le da a muchas personas el ingreso básico universal, hay quienes piensan que se va a generar vagos y planeros. Lo que ignoran es que va a dejar de haber trabajo remunerado como lo conocemos hoy en día, pero eso no quiere decir que las personas van a estar en el sofá todo el día. No. La idea es que haya trabajo comunitario, trabajo por la sociedad, por lo público, que hoy en día nadie quiere hacer, en parte porque hay que pagar las facturas, las cuentas, y por eso el ciudadano medio quiere tener un trabajo remunerado para la manutención de su hogar.


—¿Ese ingreso básico universal le alcanzaría al ciudadano medio para llegar a fin de mes?

—Debería alcanzar para tener las necesidades básicas satisfechas.


—¿Vos respaldás la implementación de un ingreso básico universal en Argentina?

—Sí, conceptualmente. Igual tengo diversas preguntas. No es algo necesario para implementar mañana. La principal pregunta es cuándo. Algunos piensan que debe implementarse dentro de dos años, otros dentro de cinco, y otras personas dicen dentro de treinta años. Nosotros, con Eduardo [Levy Yeyati] y con otras personas de la Torcuato Di Tella, trabajamos una línea de investigación sobre la base de lo que llamamos "el factor humano". Consideramos que hay cierta reticencia, cierta aversión a los productos y servicios que tienen demasiado contenido de inteligencia artificial, y que va a haber un límite a la adopción de inteligencia artificial que va a venir por el lado de la demanda, es decir, de los consumidores. Los consumidores mismos van a poner un freno, así que pueden pasar un par de décadas hasta que la distopía masiva de uso de inteligencia artificial se concrete. Esto no quiere decir que no va a llegar. Es importante prepararse, porque con el cambio climático no nos anticipamos, no hicimos nada al respecto, y hoy tenemos dengue seis meses por año en un clima que no era tropical. No podemos dejar que nos pase lo mismo, tenemos que prepararnos y avanzar. Respecto al ingreso básico universal, estoy a favor, pero no me parece que haya que implementarlo el año que viene o dentro de dos años. 


—¿Podés explicar más en profundidad la idea sobre "el factor humano"?

—Toda economía tiene sus motores por el lado de la oferta y por el lado de la demanda. Nosotros entendemos que, por el lado de la oferta tecnológica, los avances pueden ser rapidísimos porque están ahí en Silicon Valley y los dueños de las empresas grandes, como Elon Musk, compiten entre sí para saber quién tiene la última versión de determinado modelo. Es una competencia de egos para saber quién descubre primero el robot que hace no sé qué tarea mundana. El otro día vi ese robot que te levanta la mochila y que va a costar veinte mil dólares. No sé quién está dispuesto a pagar por un bicho que te trae la mochila. Los creadores representan la oferta, son quienes la descubren, la producen y la ofrecen. Pero por el lado de la demanda de tecnología, nosotros creemos que va a estar más moderada, porque la sociedad va internalizando esa inteligencia artificial en su vida en un sistema por goteo. Como un goteo que va más lento que la velocidad que llevan los creadores de Silicon Valley. Los consumidores rechazan la falta de humanidad de algunos productos hechos por inteligencia artificial. Por ejemplo, el perro robot, que es una mascota falsa. Las personas van a querer seguir teniendo perros reales un tiempo más. El consumidor, por el lado de la demanda, le va a poner un freno a todos esos avances.


—¿Cómo puede saber un trabajador si le pagan correctamente en términos de su productividad?

—Si algo aprendimos de la Argentina de los últimos veinte años es que la serie termporal de salarios reales es una V corta invertida. Nos hicimos los cancheros hasta el 2011 y la macroeconomía nos explotó en la cara. La moraleja es que el crecimiento salarial tiene que ir acompañado del crecimiento promedio de productividad, porque si no, la macroeconomía es insostenible: no llueven recursos. Macroeconómicamente no están disponibles los recursos para pagarle a todo el mundo sistemática y sostenidamente más de lo que produce. Tiene sentido que en el largo plazo los salarios acompañen a la productividad.


 
Darío Judzik, Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona y coautor del libro "Automatizados"


—¿Qué puede hacer alguien para comprobar que su salario aumenta al nivel de su productividad?

—La persona se da cuenta. En su puesto de trabajo, una persona va adquiriendo habilidades: si alguien es periodista, esa persona cada vez hace preguntas más filosas, redacta crónicas que tienen más impacto, que rebotan más en redes, más personas se las comentan. El trabajador se da cuenta de que su producto va mejorando. Si su salario sigue constante, lo están perjudicando. Una persona produce más valor, y por eso le deben pagar mejor. A medida que una persona produce más valor, si su salario permanece constante, la diferencia se la apropia la empresa. La percepción de la productividad tiene que ver con la calidad del producto o servicio que el trabajador realiza.


—Ustedes escriben junto a Eduardo Levy Yeyati que la tecnología, en manos del mercado, "no solo es desigual; también es poco productiva". ¿Tienen una mirada positiva del rol del Estado?

—Nosotros creemos que hay dos monstruos, dos cucos del mundo económico, que son los sindicatos y el Estado, que por su improductividad en muchas ocasiones han puesto palos en la rueda al progreso de la humanidad. Sin embargo, el Estado y los sindicatos van a tener un rol crucial en el mundo de la inteligencia artificial. Si nadie interviene, vamos directo a una concentración de rentas empresariales y a una disminución brutal de la masa salarial. El Estado y los sindicatos son los únicos con alguna herramienta capaz de hacer algo al respecto. Los sindicatos tienen un rol muy importante en la protección de los intereses de la masa salarial, y el Estado tiene responsabilidad regulatoria y distributiva. En el mundo del trabajo hay pánico con todo el monitoreo que habilita la inteligencia artificial. A los pibes de Amazon y de muchas aplicaciones les miden los segundos que tardan en ir al baño, los monitorean, les respiran en la nuca de una manera peligrosa. En el mundo periodístico afectan las deepfakes. ¿Qué impide que alguien publique un video con la cara de Trump diciendo cualquier barbaridad? Después pueden salir a desmentirlo, puede mostrarse que es falso, pero el video ya circuló por Twitter y lo vieron millones de usuarios. El Estado tiene que poner un límite a las deepfakes, a los fraudes, al monitoreo ilegal, al uso de datos. El Estado tiene que trabajar en todo lo que es privacidad y derechos humanos, y también en lo que es redistribución. Tiene que ser un Estado basado en evidencia, no en dogmas.


—En "Automatizados" citan a la autora estadounidense Michele Wucker cuando dice que "negamos los problemas que no sabemos cómo resolver". ¿Puede esta frase describir a la Argentina?

—Coincido. La inflación es un excelente ejemplo. La inflación en Argentina llegó el año pasado al 233%. Fue una bola de nieve que empezó a crecer lentamente en el año 2005 y explotó en el 2023. Lo primero que hicimos cuando aumentó la inflación, en vez de abordarla, fue intervenir el Indec para no aceptarla.


—Hoy el ejecutor de esa intervención, Guillermo Moreno, habla en todos los medios.

Un autor intelectual central de la intervención del Indec fue Alberto Fernández cuando era jefe de gabinete. Todos se acuerdan de Moreno porque es el patovica, pero Moreno no creo que haya sido el autor intelectual de esa medida.


—¿Por qué es tan difícil bajar la inflación?

—Bajar la inflación es recesivo, frena la actividad económica, y con ciclos electorales cada dos años a nadie le interesa eso. Martín Guzmán trató de contener la inflación, intentó mantener la racionalidad de las variables macroeconómicas. Massa, en cambio, fue el extremo del incentivo político puesto al frente del Ministerio de Economía. El tipo aumentó la inflación del 75% interanual al 210% anual en poco más de un año. Lo difícil lo postergamos. La inflación alta es la postergación de un problema que no abordamos, del desbalance macroeconómico que no atendemos. Finalmente, vino un líder con estilo atípico que lo hace por las malas. Nos lo buscamos, no me convencen las formas en cómo se está llevando a cabo el actual plan económico, pero sin duda lo buscamos. Estuvimos veinte años sin resolver el problema.


—Fernando Morra, viceministro de Martín Guzmán, dijo en un reportaje que "cuando uno mira la fuga de capitales a partir de la intervención del Indec, hay una relación directa entre salida de capitales, formación de activos externos, entre la gente comprando dólares y la intervención del Indec". ¿Puede haber bajado la inversión por la falta de credibilidad provocada por la intervención del Indec?

—Ese sería un lindo estudio. Los impactos de credibilidad en Argentina vienen de tantos frentes que es difícil asignarle tal causalidad al Indec. ¿Por qué alguien que puede invertir en una empresa de gas del Reino Unido, o en una empresa productora de microchips de Bangladesh, va a invertir en una empresa argentina cuando ve que falsifican las estadísticas públicas? El inversor prefiere poner el dinero en Perú, Chile, Colombia, Brasil o Uruguay, que tienen buena rentabilidad y mayor seguridad jurídica. Totalmente de acuerdo con la afirmación de Fernando Morra, el problema es que es difícil medir la caída de las inversiones en conjunto con la intervención del Indec porque en el medio pasaron tantas cosas. Sin duda, la intervención contribuyó a un problema de credibilidad internacional. 


—En "Automatizados" le dan un lugar central a la educación. En el proyecto del presupuesto de 2025, el gobierno suspende la ley de financiamiento educativo y duplica la partida para la SIDE. También, propone una suba del 28 % para las universidades y del 94% para el organismo de inteligencia. ¿Qué pensás de estas decisiones del gobierno de Milei?

—En Argentina confundimos educación con escolarización. Una cosa es pasar horas y años en la escuela y otra es educarse. En Argentina tenemos distintos tabúes. Un tabú es la ley de contrato de trabajo; el otro, la currícula escolar. Se actualiza a paso de tortuga, cada diez años, de a poco. Hay un debate que leí en el libro de Mariano Sigman y Santiago Bilinkis sobre el riesgo del sedentarismo cognitivo, que explica cómo la inteligencia artificial puede incentivar que dejemos de aprender cosas indispensables. Es como si, hace décadas atrás, cuando salió la calculadora de bolsillo, dejáramos de enseñar a multiplicar o a dividir. Sería absurdo, porque a pesar de que hay una calculadora en el celular, aprender a multiplicar y dividir genera procesos neurológicos muy valiosos que tienen que ver con lo cognitivo. También hace a una persona más apta para resolver otros problemas. Es una cuestión de crecimiento y mejora cognitiva. A pesar de que la inteligencia artificial pueda redactar un ensayo o una carta, es importante que se siga enseñando a escribir con propiedad, con gramática, como corresponde. Otro debate es que hoy los chicos tipean en clase. Se está perdiendo la letra cursiva, que tiene un impacto muy positivo en el proceso cognitivo cuando aprendemos algo. Hay todo un debate en los contenidos escolares.

Con respecto a tu pregunta sobre la inversión en educación, es importante que los Estados inviertan más en educación. Pero no solo invertir en que los chicos pasen más horas en la escuela, sino también en que los chicos adquieran herramientas que les vayan a servir. Hay todo un debate en Argentina sobre alfabetización, porque los chicos de tercer grado no saben lo que leen, no saben comprender un texto. Hay chicos que llegan a sexto grado sin leer ni escribir correctamente. ¿Lo escuchaste alguna vez a algún líder sindical preocupado porque los chicos y chicas puedan entender lo que leen? Nadie discute la alfabetización; por eso, hay que reorientar la discusión.


—Según Daniel Filmus, así van a caer en 2025 los presupuestos de organismos de ciencia y tecnología según el presupuesto presentado por el gobierno nacional: CONICET: -41%, INTI: -46,6%, CONAE: -40%, Banco Nacional de Datos Genéticos: -50,4%. ¿Qué hacen los países a los que nos queremos parecer? ¿Invierten más o menos en ciencia?

—Obviamente hay que gastar más en ciencia, no menos. Primero, hay que preguntarnos qué es ciencia y qué no. Hay que preguntarnos cómo son los procesos y los concursos por los cuales se financia la ciencia y, lo tercero, es que en muchos países a los que nos queremos parecer el sector privado participa en el financiamiento de la ciencia. ¿Por qué el Estado tiene que financiar a la ciencia en 100%? Es una pena que en Argentina esté mal visto que el sector privado financie conocimiento, pero en el mundo desarrollado pasa todo el tiempo. Sería genial que grandes empresas locales se acerquen y cofinancien conocimiento científico. Hay que gastar más en ciencia y no menos, pero a tal efecto es posible que haya que revisar el modelo de ciencia que queremos para la Argentina.


—China usa la inteligencia artificial para perseguir opositores y reprimir huelgas. ¿Será la inteligencia artificial el ingrediente esencial de un nuevo régimen orwelliano?

—En un paper muy bueno que publicó el economista argentino Martin Beraja y coautores, investiga cómo los estados autoritarios usan la inteligencia artificial para perseguir, usar datos personales y monitorear a opositores. Esta pregunta también puede hacerse sobre Venezuela. Si el Estado donde alguien vive falsifica las elecciones y dice "yo soy presidente", ¿a dónde puede ir esa persona a quejarse? La soberanía de los Estados-nación les permite tener un poder muy grande. China es un Estado soberano. Si China utiliza inteligencia artificial para perseguir a sus opositores políticos, ¿quién lo frena? ¿Tiene que haber sanciones comerciales? ¿Quién regula el uso de inteligencia artificial en las dictaduras? Hubo algunos intentos de regulación en Europa y en Estados Unidos, pero todavía es muy primitivo. Hay preguntas morales que todavía no tienen respuestas. Hay espacio para que intervengan sociólogos, politólogos, economistas, abogados. 


—"Si el trabajo nos da sentido, el ocio nos lo quita", escriben en "Automatizados". ¿Consideran que el ocio está destinado a generar angustia? ¿Es imposible disfrutar del ocio sin que la angustia aparezca?

—Somos una sociedad donde la ética protestante del trabajo y de la dignidad humana a través del trabajo remunerado es muy fuerte. A una persona que tiene trabajo artístico, creativo, diferente, se la mira mal muchas veces, y eso puede generar problemas si sostenemos tan fuertemente esos valores, esos mandatos del trabajo remunerado, en un mundo donde el trabajo remunerado, como lo conocemos, está en peligro o irá disminuyendo a lo largo del tiempo. Puede ser dentro de mucho tiempo, pero eventualmente va a suceder.


—"El trabajador que fue músculo, luego rutina, más tarde cerebro, deberá ser corazón", escriben en "Automatizados". Asimismo, aseguran que el aura "será uno de los refugios del trabajo humano en el futuro". ¿Se podría decir que el corazón y el aura van a funcionar como fuerzas humanizadoras en un mundo cada vez más deshumanizado por la automatización? 

—La creatividad, la curiosidad, la empatía, el imperfeccionismo humano son valores que nos van a preservar en el futuro. Nosotros creemos que la gente va a querer seguir consumiendo cosas imperfectas, sesgadas y con todos los problemas que tiene lo humano, porque empatizan y se conectan mejor con lo humano, y durante mucho tiempo eso va a ser un valor privilegiado. Cuando decimos que deberá ser corazón y deberá tener aura, y deberá tener espíritu, creemos que es una manera de preservarse activo en el mercado de trabajo, porque durante mucho tiempo va a haber una demanda por esos valores y por esas conexiones. Mientras la inteligencia artificial sea como es ahora, basada en Machine Learning, en sistemas de aprendizaje automático basados en grandes bases de datos, que aprende de nosotros. No genera cosas nuevas, no responde preguntas que no se le formulan ni sabe hacer cosas fuera de su espacio y conjunto de aprendizaje. Hasta que no llegue la famosa y esperada inteligencia artificial general, que supuestamente pensará tanto o mejor que los humanos, razonará y tendrá discernimiento, hoy en día la inteligencia artificial no lo tiene. Entonces, por más que ayude en un montón de aspectos, sin creatividad, las personas siguen siendo muy necesarias.


—¿Cómo ves el futuro de las compañías relacionadas con la IA, como Nvidia? ¿Creés que seguirán creciendo y capitalizándose en el mercado?

—En cuanto al valor de mercado de empresas con inteligencia artificial, hay una hipótesis que anda dando vueltas de que hay una burbuja especulativa, que hay mucho valor de bolsa y demás, que tiene que ver más con una burbuja de excitación sobre el tema, como ya hubo con las puntocom en los '90, como hubo con el mercado inmobiliario en los 2000, etc. Son cosas que el mercado financiero se estimula mucho en base a un área, un tema. El aumento de valor tiene que ver con que es un tema muy demandado y que tiene mucho auge en este momento, pero parte del crecimiento puede ser debido a una burbuja especulativa, haciendo que ese aumento de valores sea más irracional que basado en fundamentos de generación de valor real.