Di Tella en los medios
La Capital de Rosario
29/05/23

Camila Perochena: "Si Cristina se presenta y pierde, se derrumba su concepción de la historia"

La profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales analizó en una entrevista con La Capital el discurso que dio Cristina Kirchner el 25 de mayo.

La historiadora Camila Perochena sostiene que la visión de Milei de la historia está muy reñida con sus ideas políticas y económicas. 

Foto: Luz Carou. La historiadora Camila Perochena sostiene que la visión de Milei de la historia "está muy reñida con sus ideas políticas y económicas". 


“La conmemoración más presentista se tragó a los otros 25 de mayo”, sostiene la historiadora rosarina Camila Perochena sobre el acto que encabezó Cristina Fernández de Kirchner el jueves en Plaza de Mayo. A diferencia de años anteriores, la conmemoración se centró en el aniversario de la asunción de Néstor Kirchner y no hubo referencias a otros 25 de mayo centrales en la narrativa del kirchnerismo: 1810, 1973 y 2010. “En este contexto de crisis económica es difícil sostener que el kirchnerismo logró cumplir con las promesas de igualdad y libertad de los revolucionarios de mayo; esa idea, que fue tan fuerte en el bicentenario, se vuelve ilusoria”, señala la docente de la Universidad Torcuato Di Tella.

En diálogo con La Capital, la autora de "Cristina y la historia: el kirchnerismo y sus batallas por el pasado", destacó las tensiones del mensaje de la vicepresidenta, consideró que en el corto y mediano plazo el kirchnerismo sobrevivirá como una identidad social y política relevante y analizó el lugar de la historia en el discurso de Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei.


—Comencemos por el 25 de mayo, una fecha a la que el kirchnerismo siempre le ha dado mucho peso simbólico, por la Revolución de Mayo, la asunción de Héctor Cámpora, y la llegada al poder de Néstor. ¿El valor del 25 de mayo para el kirchnerismo fue siempre el mismo? ¿O fue cambiando con el correr de los años?

—Para Cristina Kirchner el 25 de mayo es una fecha central en su narrativa histórica. Desde el inicio de su presidencia estableció un puente entre esos 25 de mayo y le sumó un cuarto, el de 2010, el del bicentenario. ¿Qué decía Cristina ese año? Que venían a terminar con 200 años de fracasos y divisiones y a concluir las promesas de libertad e igualdad que tenían los revolucionarios de 1810, que habían intentado reeditar los jóvenes revolucionarios de los setenta.

—¿Cómo se enmarca el 25 de mayo de este año en esa secuencia?

—En este último acto el 25 de mayo de 1810 quedó prácticamente opacado, se dijo muy poco del ‘73 y se centró en el de 2003. La conmemoración más presentista se tragó a los otros 25 de mayo.

—¿Cree que es por la inminencia de las definiciones electorales?

—Es una especulación, pero me parece que está relacionada con el presente de altísima incertidumbre que estamos viviendo. Es difícil en este contexto de crisis económica sostener que el kirchnerismo logró cumplir las promesas inconclusas de los revolucionarios de mayo. En este marco, esa idea, que fue tan fuerte en el bicentenario, se vuelve ilusoria.

—El discurso del jueves se pareció bastante al del 9 de diciembre de 2015. Ella reafirmando su centralidad y su liderazgo en un cambio de ciclo, y con una impronta más opositora.

—Sí, encontré al menos dos tensiones en el discurso de Cristina. La primera es que ella dice que hay que organizarse, que esto no lo puede resolver una sola persona, pero al mismo tiempo fue un acto centrado en Cristina Kirchner, que la tuvo como única oradora. Hay una dificultad muy grande para generar un sucesor. Un periodista italiano, Beppe Servegnini, decía que los líderes carismáticos no generan sucesores porque ven la prueba de su propia mortalidad política. Ella no quiere ser candidata no sólo por la proscripción, hay algo más profundo. Presentarse a una elección presidencial y perder haría que se derrumbe gran parte de la concepción que Cristina tiene de la política y de la historia. Cuando Cristina le dijo a los jueces a una semana de asumir como vicepresidenta “a mí la historia me absolvió y a ustedes los va a condenar” estaba diciendo que el pueblo la estaba apoyando. Es muy difícil sostener el discurso de que encarnás al pueblo si perdés, como probablemente le pase al peronismo en este contexto.

—¿Cuál es la segunda tensión?

—La segunda tensión es entre su planteo de refundar el pacto democrático de 1983 y su discurso agonista. Es decir, ella polariza, marca una distancia entre un nosotros y un ellos, ataca la Justicia y responsabiliza al antiperonismo o al antikirchnerismo de una serie de políticas. El pacto democrático alfonsinista del ‘83 es un pacto de la democracia liberal, donde son centrales los procedimientos democráticos, la división de poderes y los frenos y contrapesos y las ideas de consenso y diálogo.

—Tanto en la entrevista en C5N como en la plaza de Mayo Cristina habló en primera persona de este gobierno y dijo que un gobierno de Macri hubiera sido peor, ¿qué lugar ocupa en su narrativa la presidencia de Alberto Fernández?

—Es un lugar incomodísimo por esto que decía antes: Cristina buscó presentarse como el punto de llegada de esa historia de 200 años de fracasos y divisiones y claramente es difícil seguir sosteniendo esa idea teleológica del kirchnerismo con un gobierno como el de Alberto, donde los fracasos económicos son tan evidentes. Mi sensación es que Cristina está buscando cómo eclipsar, cómo poner entre paréntesis, y, por supuesto, cómo sacarse responsabilidad sobre lo que sucedió a partir de 2019. Es algo que me parece prácticamente imposible. Un historiador estadounidense, Edmund Morgan, dice que todos los gobiernos construyen ficciones para gobernar. No mentiras, sino imaginarios, pero que muchas veces se alejan tanto de la realidad que la sociedad ya no las puede cree, como la fábula del rey desnudo.

Foto: Luz Carou


—¿La historia va a ser más piadosa con Alberto que el presente?

—La memoria de los presidentes va cambiando según el presente. La memoria sobre el menemismo en 2002 no es la misma que hoy. Lo mismo pasa con el alfonsinismo: seguramente en 1992 se recordaba mucho más la crisis económica del final de su mandato que la refundación de la democracia, y hoy seguramente recordamos mucho más el aspecto democrático, que hace que Alfonsín sea reinvidicado prácticamente por todo el arco político. En el caso de Alberto, puede ir cambiando en el futuro, pero no creo que haya dejado un lado que le permita tener un lugar central en la historia, como sí tuvieron otros líderes políticos que, para bien o para mal, cambiaron el escenario político argentino. También es cierto que el proceso no terminó. Hay que ver cómo llegamos al 10 de diciembre, o cuáles van a ser las consecuencias de esta crisis económica en los próximos años. Sin esa perspectiva es difícil imaginarlo.

—Más allá de ser una fase del peronismo, ¿creés que el kirchnerismo va a sobrevivir como una identidad social y política?

—En el corto y mediano plazo sí. Por más que sea minoritaria en la sociedad, el kirchnerismo es una identidad política bastante cohesionada, con capacidad de movilización y el liderazgo de Cristina, que sigue siendo central dentro del peronismo. Cuán largo es ese plazo va a depender de dos cosas. En primer lugar, cómo se sale de esta crisis y qué rol va a tener el kirchnerismo en su resolución. Gobierne quien gobierne, el que viene va a ser central llegar a ciertos consensos para que el país pueda resolver sus problemas económicos. En segundo lugar, va a depender si Cristina genera un sucesor que pueda tener poder político, y eso necesariamente implica un corrimiento por parte de ella.

—Crucemos de vereda. Históricamente Macri renegó de la historia, ¿ve a Rodríguez Larreta y a Bullrich en esa línea? ¿Ve diferencias entre ellos?

—Macri consideraba que mirar al pasado era tener una visión nostálgica de la Argentina, y que para mirar al futuro no había que tener ninguna narrativa de la historia argentina. Creo que tanto Bullrich como Larreta consideran que fue un error. Argentina es una sociedad con una cultura histórica muy profunda, donde se discute por historia, donde la historia importa. El año pasado se estrenó Argentina, 1985, las salas de cine estuvieron llenas, y tanto Bullrich como Larreta tomaron nota de eso. Pese a haber sido una protagonista de muchos momentos de la historia argentina en los setenta, ochenta, noventa y 2000, no logro ver en Bullrich una visión clara de la historia. En Larreta hay como espasmos: la última vez que fue a lo de Carlos Pagni dijo que así como Roca había sido “paz y administración” su gobierno iba a ser “paz y desarrollo”. También hay una reivindicación de Frondizi en dos sentidos: está la idea de integración, cuando Larreta habla del 70% se relaciona con esta idea de Frondizi de que no se podía gobernar sin el peronismo y hace un pacto con Perón, y por otro lado está la idea de desarrollo. Lo que no está claro es qué tipo de desarrollismo está pensando Larreta, porque reeditar la experiencia del frondizismo sería anacrónico, teniendo en cuenta la estructura económica argentina y el contexto internacional.


Foto: Rodrigo Mendoza


—¿Y en el caso de Milei? Parece expresar una visión decadentista: la Argentina llegó a su pico en el modelo agroexportador y hay que volver a esa edad dorada.

—Sí, ahí hay contradicciones. En varios discursos, él ha dicho que la Argentina se jodió —como diría la novela de Vargas Llosa— en 1916. Eso es riesgoso, porque según Milei la Argentina se jodió cuando entró en una democracia de masas. ¿Cómo piensa gobernar? Ahí hay un aspecto antidemocrático de su discurso. El otro punto es que tiene un discurso anti estatista, pero reivindica a Alberdi, Avellaneda, Roca, Pellegrini, quienes construyeron el sistema impositivo y una burocracia. Ellos sentaron las bases de ese Estado y estaban lejos de pensar en un Estado mínimo: hicieron los ferrocarriles y defendían la escuela pública, obligatoria y laica. Su visión de la historia está muy reñida con sus ideas políticas y económicas.

—Y del siglo XIX salta a la defensa del menemismo, para contraponer ese momento de estabilidad con este presente de inflación e incertidumbre.

—Sí, aunque el menemismo aplicó políticas liberales llenas de negociaciones y compensaciones. Una serie de cosas que, desde la perspectiva de Milei, serían criticadas. Ahí también hay una contradicción entre su reivindicación del menemismo y la manera en que el menemismo llevó adelante las reformas.