Di Tella en los medios
La Nación
20/03/23

Eduardo Levy Yeyati: “Tendremos que negociar un nuevo acuerdo con el FMI, en línea con nuestro plan económico”

Por Matías Moreno

Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno y director académico del Cepe, fue entrevistado por La Nación sobre la situación económica de Argentina.


Eduardo Levy Yeyati, referente económico de la UCR.

Eduardo Levy Yeyati es uno de los economistas más escuchados en Juntos por el Cambio (JxC). Consejero de los jefes de la UCR, coordina desde hace meses junto con los referentes de Pro y la Coalición Cívica (CC) el armado del programa económico que prepara la alianza opositora con miras a un eventual regreso al poder.

Preocupado por la agudización de la crisis, Levy Yeyati advierte que el plan de estabilización deberá comenzar desde el primer día. Remarca que le inquieta la falta de financiamiento y asegura que el cepo cambiario no podrá levantarse apenas asuma el nuevo gobierno. Anticipa que JxC deberá refinanciar la deuda en pesos y negociar un nuevo acuerdo con el FMI en línea con su plan económico.

-¿Cómo se sale de la situación actual de la economía?

-No habrá tiempo para ensayos. Esta inflación es inestable. Si queremos que en doce meses esté cerca del promedio 2016-2017, el plan de estabilización tiene que empezar el primer día. Hoy el único financiamiento son pesos acorralados por el cepo en los bancos, que financian al Tesoro a través del Banco Central. Para eliminar el cepo hay que recuperar el financiamiento genuino.

El plan de estabilización también es una herramienta para crear espacio político para las reformas. Para volver a crecer y crear trabajo, hay que reformar un sistema tributario que fomenta la informalidad, modernizar el mercado laboral, desburocratizar la economía, digitalizar el Estado, conectar al país e integrarlo al mundo.

-¿Se necesitarán correcciones graduales o un cambio de régimen de shock?

-Creo que el dilema entre gradualismo y shock es anacrónico. Hay que hacer todo lo más rápidamente posible. No digo anunciar y proponer, sino concretar y sostener en el tiempo. Para eso, necesitamos que la lógica de las políticas sea entendida y aceptada por la sociedad. Para que las acciones tengan efecto, es fundamental que los actores crean que, con alguna probabilidad, los cambios no se revertirán a los pocos años como ha ocurrido otras veces.

-¿Le preocupa la transición sin financiamiento? Es decir, el pasaje entre la estructura actual y un nuevo régimen.

-Sí, por varias razones. La falta de financiamiento tienta al gobierno con soluciones de corto plazo con altos costos diferidos, solo para llegar. Y, mal manejada, la transición puede derrapar en una crisis financiera. Una corrida como la del 2001 es hoy muy improbable, gracias a la regulación que instrumentamos desde el Banco Central en 2002, que limitó la dolarización bancaria, el talón de Aquiles de los noventa. Pero nada evita, por ejemplo, que las tensiones internas de un gobierno fraccionado acaben disparando una espiral de precios y tipo de cambio.

Más en general, la falta de financiamiento profundiza la escasez de divisas, nos deja al borde del default permanente, frena la inversión y el crecimiento. Para que la estabilización sea exitosa necesitamos recuperar el financiamiento cuanto antes.

-¿El deterioro social condicionará las reformas?

-Sí, claro. No podemos pensar la economía sin tomar en cuenta la dimensión social. Tanto por una cuestión moral de justicia, como por una más práctica: si queremos pasar de la crisis permanente a la reforma permanente, no podemos hacerlo a contrapelo de gran parte de la sociedad.

Por eso es esencial mitigar los efectos sociales de las medidas, proteger a los más vulnerables. Y acompañar los cambios con políticas visibles que desarmen la trama de privilegios en la que está sumida la Argentina hace décadas, y que hoy alimenta la polarización, la bronca antisistema, el desaliento y la fuga. Insisto en la necesidad de una reforma antiprivilegios que sea transversal, no sólo contra los de los votantes ajenos.

-¿Por qué razones?

-No sólo sirve para oxigenar la actividad económica; es fundamental para recuperar la dimensión de justicia de nuestra democracia. Las reformas sostenibles no necesariamente son abrazadas por todos al comienzo, pero lo son a posteriori sólo si son percibidas como necesarias y justas.

-¿Cómo piensan recuperar el salario real mientras ajustan el atraso cambiario o tarifario?

-No quiero banalizar la respuesta a esta pregunta: el desafío es complejo y para nada trivial. A diferencia de 2015, hoy los salarios reales están rezagados. Esto con la salvedad de que sólo tenemos datos de asalariados registrados, que son un tercio de la fuerza laboral privada.

-¿Se puede recuperar el salario durante la estabilización económica?

-Una estabilización precisa al menos cuatro ingredientes: equilibrio fiscal, política monetaria, financiamiento, y una política de ingresos. Esta última, para evitar una caída adicional del salario y acomodar la recuperación de lo perdido al día de hoy, sin que esto conspire contra el éxito del programa. La clave de una buena política de ingresos es balancear productivamente estos dos objetivos.

-¿Mientras se intenta bajar la inflación?

-Un punto a tener en cuenta es que la sola caída de la inflación ya mejora el salario. Por ejemplo, aun con ajustes semestrales por inflación, una inflación de 6% mensual baja el salario real promedio en 15%; si la inflación cae a 2% mensual, el salario real recupera 10%. Para el salario, lo peor sería un nuevo salto inflacionario.

-Falta de reservas, deuda, la inflación al 100%, la pobreza del 40% y brecha cambiaria. ¿Ese cuadro compromete la salida de la crisis en 2024?

-La compromete, pero no la inviabiliza. Lo cierto es que cualquiera que piense en asumir responsabilidades en la gestión pública tiene que tener la convicción de que puede sacar al país de la crisis.

-¿Hay margen de maniobra para sortear la crisis?

-Te agrego un punto adicional. La Argentina hace años que pierde oportunidades de crecimiento; de haberlas usado, estaría en un escalón más alto de ingreso y bienestar. Lo positivo es que muchas de estas oportunidades permanecen intactas, y otras se renuevan. El riesgo de una agenda de cambio es grande, pero el premio lo justifica con creces.

-Morales dijo que van a “reperfilar todo” al hablar del último canje de deuda de Sergio Massa. ¿Qué mecanismo están pensando? ¿Un refinanciamiento?

-Entiendo que no se refirió al último canje, sino a la gestión de la deuda pública en general. Esta deuda se debe refinanciar, lo que implica recuperar el acceso a los mercados. Para esto, lo que hay que evitar, en la medida de lo posible, es un nuevo default, que dejaría a la Argentina sin financiamiento por varios años, comprometiendo la estabilización y el crecimiento.



Eduardo Levy Yeyati en el Coloquio Idea. Mauro V. Rizzi - LA NACION.

-¿Qué opina de la burbuja de la deuda en pesos?

-En el caso de la deuda en pesos, surge además la necesidad de extender plazos porque es muy corta. O, en el caso de los bonos del último canje, porque si bien se alargaron vencimientos, en la práctica los bancos tienen la opción, en cualquier momento, de cambiarle los títulos por pesos al Banco Central, lo que cuelga una espada de Damocles sobre la política monetaria. Esta extensión de plazos puede hacerse emitiendo papeles más largos para cancelar títulos cortos, o mediante un canje voluntario, una herramienta común en la gestión de pasivos.

-¿Juntos por el Cambio apunta a “refinanciar” y descartan el default?

-Entiendo que cuando uno dice extensión de plazos o canje en la Argentina se piensa en una reestructuración unilateral, un default, que es justo lo que queremos evitar. Habrá que usar sinónimos.

-¿La deuda pública no es la herencia más pesada?

-No. Bien medida y restando la deuda en manos del Banco Central o del propio Estado, a fin de 2022 la deuda era 50% del PBI. Medida con un tipo de cambio más realista podría llegar a 65% o 70%. Alta, pero no inmanejable. Además, la parte externa de esta deuda son bonos de mediano plazo con cupones bajos, o préstamos bilaterales o multilaterales a tasas bajas y fácilmente refinanciables.

-¿Lo complejo no es nivel de la deuda?

-El problema de la deuda no es su tamaño, sino nuestro déficit crónico y la ausencia de una política de crédito para recuperar el financiamiento. Con un riesgo país arriba de 2000 puntos básicos, la Argentina no puede emitir y, sin emisión de nueva deuda, hasta una deuda enana es impagable. Por eso, el objetivo no debería ser achicar la deuda, sino agrandar la puerta de acceso al mercado.

-Morales también sostuvo que va a devaluar y cerrar la brecha cambiaria. ¿Esta vez el cepo no se podrá sacar apenas arranque la gestión, como hizo Macri?

-Sacar el cepo el día uno hoy sería poner el carro delante del caballo. Llevaría el dólar a niveles innecesariamente altos, comprometiendo cualquier intento de estabilización, e incluso forzando la reintroducción del cepo más adelante. En política pública, la velocidad no es sólo llegar antes, también es crear las condiciones para permanecer.

-¿Y cómo piensan achicar la brecha cambiaria?

-Nosotros pensamos que un programa exitoso, que corrija el atraso cambiario y lleve la inflación al 2% mensual a fin de año, iría reduciendo la brecha a niveles en los que el cepo se volvería irrelevante, para que su eliminación no sea traumática.

-¿Deberán a revisar el acuerdo con el FMI?

-Más que revisar el acuerdo, creo que tendremos que negociar uno nuevo, en línea con el nuevo plan económico. En base a un programa que contemple un aporte de fondos netos, entre otras cosas, para facilitar una gestión de deuda que recupere el acceso a los mercados, a su vez imprescindible para eventualmente repagar el préstamo del Fondo.

-Cristina pidió buscar un “consenso económico” para resolver la crisis. ¿Es viable?

-Siempre es viable. ¿Hizo alguna invitación concreta o fue solo redes?

-Larreta dijo que habrá que arrancar con acuerdo de precios y salarios, como se hizo en el Pacto de la Moncloa, para impulsar un plan de desarrollo. ¿Comparten esa visión en la UCR?

-La política de ingresos, que de eso se trata, es uno de los cuatro ingredientes del programa de estabilización. Pero vale una aclaración: la receta necesita de los cuatro ingredientes, sin sustituciones.

-Uno de los eslóganes de campaña de JXC es que no subirá impuestos. ¿Podrán cumplirlo en 2024? Digo esto teniendo en cuenta que planean bajar drásticamente el déficit fiscal y no habrá financiamiento.

-Más que un eslogan, es una condición objetiva. La presión impositiva llevó en los últimos años a un proceso de informalización de la economía que profundizó las distorsiones sin resolver ninguno de los problemas económicos.

-¿Y cómo podrían reducir la presión impositiva?

-Nuestro objetivo debería ser formalizar, es decir, que paguen todos, para eliminar o reducir impuestos sin desfinanciar al Estado, y que cada contribuyente pague menos. La formalización es esencial para el balance fiscal, pero es una misión que lo excede: la informalidad promueve una economía dual con ineficiencias, diferencias sociales y sectores informales de baja productividad, en las antípodas del desarrollo inclusivo.

-¿La reforma laboral será fundamental en ese sentido?

-Todos entendemos la política laboral en su relación con el crecimiento y con la inclusión social. Y hay cada vez más consciencia de que el abordaje marginalista, la idea de que una reducción de cargas sociales disparará la creación de empleo privado, es al menos parcial.

-¿Y hay coincidencias en JxC sobre las políticas sociolaborales?

-De nuestro lado, entendemos que el mercado laboral privado está compuesto por tres tercios: asalariados formal e informal e independientes, y que cada tercio requiere políticas específicas de formación y modernización regulatoria. Tampoco puede ignorarse la especificidad de las micro y pequeñas empresas de alta intensidad laboral, o la de los trabajadores sin experiencia en el sector formal.

En lo social, el desafío es diseñar políticas de asistencia sin duplicaciones ni captura política, que no choquen con la promoción del trabajo como lo hacen ahora. Esto, que suena tan natural, sería para la Argentina un cambio de régimen sin precedentes. Lo verdaderamente disruptivo no siempre tiene por qué ser exótico.