Di Tella en los medios
La Nación
26/11/22

“Me quieren retener, pero yo me quiero ir”

Por Andrés Hatum

Andrés Hatum, profesor de MBA y Executive MBA, escribió sobre la elección entre dinero y vocación en el ámbito laboral.


La relación de amor–odio se da frecuentemente y estos expertos manipuladores saben cuándo apretar y cuándo aflojar. shutterstock.


El consultorio se renueva. Con la llegada de la primavera, decidimos cambiar el mobiliario y las plantas de nuestro despacho querido en Villa Freud. Luego de contratar a una consultora especializada en la industria de la salud y neuropsiquiátricos, nos comentaron sobre la importancia de doblegar a la competencia con un restyling del ambiente: muebles caros, plantas caras y aromatizadores también caros.

Las plantas son la debilidad del consultorio y la primavera es un momento único para pasear por viveros: prímulas, caléndulas, pensamientos, salvias, petunias, verbenas y begonias fueron la elección para decorar el nuevo espacio bajo la atenta mirada de los asesores de marketing e imagen. Al ver las plantas que compramos, un rictus de asco se asomó en sus caras. Al día siguiente volvieron con dos orquídeas de $20.000 cada una que me hizo bajar la presión. Tan alta inversión merecía un lugar de privilegio en este santuario del alma, así que las colocamos en la entrada en los costados de la puerta principal.

Josefina nos vino a visitar un lunes gris, lluvioso y plomizo. La noté frágil y desesperada. Entró y batió su paraguas con tanta mala suerte que una de las orquídeas voló hasta destrozarse contra el piso. “Perdón, doctor, no la vi”. Mi cara de muerto en vida la debe haber asustado.

Parece que Josefina es habitué del psicoanálisis porque se tiró de palomita en el diván y empezó a hablar sin esperar más tiempo: “Estoy harta de mi trabajo, pero cada vez que me quiero ir me ofrecen algo para retenerme”, disparó.


–¿Y usted que hace al respecto, Josefina? ¿Por qué se queda si tanto le molesta?

–No sé, doctor, es que cuando parece que tengo la propuesta adecuada del mercado y me estoy por despedir, vienen con un aumento, un ascenso… y yo me termino quedando. Es como si algo me anclara al lugar, un lugar del que estoy harta. Si me sigo quedando, mato a alguien. A mi jefe por empezar.

–¿Por qué no me cuenta del ambiente laboral y de cómo vienen las ofertas para retenerla?

–El ambiente laboral es espantoso producto de un jefe, mi jefe, que quiere hacer micromanagement, que nos denigra permanentemente, nos invisibiliza y hasta nos maltrata. A mí no llegó a maltratarme, pero sí a algunos compañeros. Y es una situación fea, humillante. Hubo una ocasión en la que alguien se animó a confrontarlo y salió eyectado de la empresa. Se preguntará por qué me quedo entonces. Creo que porque me pagan muy bien. Es que mi conocimiento es muy específico y es muy solicitado en el mercado. Me dedico a temas de business analytics y hoy todas las empresas demandan eso. Y no sé qué pasa que, cada vez que tengo una oferta más o menos buena, mi jefe se entera, sube la apuesta y deja la vara tan alta que es imposible negarse.

–Pero usted se da cuenta de que las decisiones que se toman exclusivamente por dinero son de muy corto plazo...

–Sí, me queda clarísimo. De hecho, esta situación es cada vez más frecuente. Pero, sabe una cosa, con la inflación que hay, la plata no alcanza, no sabría qué decirle. Por eso vengo, estoy trabada. Como si me hubieran engualichado o me hubieran hecho un vudú que me amarró al lugar y no me puedo ir. Es que mi jefe es… es un reventado, pero te convence. Me convenció de quedarme dos o tres veces. No sé cómo lo hace, pero uno se queda, sufriendo, pasándola mal y, eventualmente, cobrando bien. ¿Estoy en el horno doctor?

Lo que no debería hacer Josefina: acercarse a la oficina de su jefe y dejar un muñeco vudú pinchado en varias partes del cuerpo. Tampoco debería romperle la computadora y dejarle un mensaje que diga: “Y así te voy a romper tu ego”. Finalmente, no debería acercarse al auto alemán del jefe, pincharle las ruedas, tirarle un tacho de pintura y dejarle un mensaje en el parabrisas que diga: “Dejame ir o vas a andar en patineta”.

Lo que sí debería hacer Josefina: las personalidades como el jefe de Josefina son manipuladoras narcisistas que tienen una alta capacidad de convencer y, al mismo tiempo, maltratar, generando confusión en sus colaboradores. La relación de amor–odio se da frecuentemente y estos expertos manipuladores saben cuándo apretar y cuándo aflojar. Si la decisión es quedarse en la organización, hay que evitar involucrarse emocionalmente con los jefes psicópatas. Manteniendo la distancia es probable que podamos sostener el sentido crítico como para no ser absorbidos por completo por esos jefes.

Hay que evitar entrar en el juego de sarcasmos de los psicópatas que pueden usar ese recurso para denigrar y, eventualmente, defenestrar a un colaborador. Los narcisistas, subidos al caballo del ego, requieren y valoran a los buenos profesionales que les permiten generar resultados concretos y quedar bien frente al accionista o sus jefes y van a hacer cualquier cosa para retenerlos. Probablemente este sea el problema en el que se encuentra Josefina.

Josefina se quedó muda. Como estaba en el diván mirando al techo, no logré verle la cara, aunque sospecho que el ronquido que escuché debe ser porque se adormeció, seguramente producto del difusor importado con lavanda, vainilla y patchouli que generaban un ambiente relajado.

–Doctor –dijo al levantarse de su microsiesta–, estoy tironeada entre seguir en la empresa y cobrar mi suculento sueldo, que no para de subir, o irme y ser feliz en otro lado, aunque, tal vez, más pobre. ¿Usted qué piensa?

–Creo que, más allá que es su decisión, esto está relacionado con lo que a usted la motiva. Y por ahora demostró que el dinero es un factor de alta motivación. Los ruidos que está sintiendo en su interior son producto de un malestar que nos dice que el dinero no es todo. Y creo que debería sopesar la motivación intrínseca y trascendente, es decir, pensar en lo que le gusta y lo que la hace feliz. El dinero es muy lindo, pero, al estar disconforme como usted ahora, es un motivador de corto plazo.

Josefina se levantó del diván con esfuerzo. Me agradeció y pagó la sesión. Se dirigió a la puerta y miró a la orquídea huérfana, se dio vuelta y me dijo: “Mire, doc, me llevo la otra orquídea para que no se sienta triste. Vea el lado positivo, el lugar gana en simetría. Una sola orquídea queda mal y yo tengo un rinconcito en mi casa donde va a prender re bien”.

Josefina tiene dos problemas: entender qué la motiva y obrar en consecuencia; y tratar con un jefe egocéntrico, narcisista y manipulador, de la peor calaña. Si sobrevivió con un jefe así es porque, seguramente, al jefe le sirven sus conocimientos y competencias. Y Josefina ha sido hábil en manejar a la bestia. Pero el dinero tiene patas cortas. Trabajar dominado por la motivación extrínseca, esa que da dinero y prestigio, puede ser interesante por un tiempo, pero no deja de ser superficial y de corto alcance. En algún momento, requerimos otros motivadores para trabajar: vocación, convicción y pasión, entre otras. Y estas no se logran exclusivamente con dinero. A la larga, si usted lector tiene más de 40 años, se está dando cuenta (o ya se dio) de que uno quiere algo que es más imperceptible, pero que nos permite seguir adelante pese a cualquier tormenta, y es poder ser feliz con lo que uno hace.

Buena suerte, Josefina, esperemos que decidas con tu instinto, que va bien orientado, y no con la billetera.