Di Tella en los medios
La Voz del Interior
3/09/22

Natalio Botana: La democracia es la historia de la libertad

El profesor del Doctorado y la Maestría en Historia fue entrevistado sobre su nuevo libro, "La libertad política y su historia".




El nuevo libro de Natalio Botana , La libertad política y su historia , representa un sorprendente ejemplo del trabajo de reorganización y reescritura que un historiador puede hacer de un libro viejo: hubo una primera edición hace 30 años, en 1991, centrado en las revoluciones republicanas entre los siglos XVIII y XIX. Ahora, con supresiones y agregados de capítulos, más la corrección y la ampliación de los que decidió conservar, el ensayo se concentra en el abordaje, desde distintas perspectivas, de las asociaciones entre cuatro conceptos que hicieron posible la definición de la vida cívica que practicamos, acaso sin preguntarnos cómo se originó: revolución, libertad política, república y constitución. Como Botana los toma en el período en que se entrelazaron por primera vez, entre fines del 1700 y principios del 1800, nos ayuda a comprender que por entonces no estaba definida de manera inequívoca una quinta noción, capital en nuestro presente: la organización democrática del gobierno.
Como telón de fondo de ese momento histórico, aparecen la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa. Pero en el primer plano, Botana ubica la independencia del Río de la Plata, analizada, en la primera parte del libro, desde la polémica que protagonizaron Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López; disputa en la cual reivindica la posición de Mitre como la que miraba hacia el futuro y apostaba, en consecuencia, por la instauración de una democracia republicana.


–Se suele decir que Mitre escribió la historia de los grandes héroes. Pero usted toma distancia de esa visión y entiende que en la obra de Mitre la protagonista es “la fuerza” histórica…
–Me parece que creer que la historia de Mitre está protagonizada por los grandes hombres es un error de interpretación. En Mitre, lo que existe como un esfuerzo primordial es el intento de construir una historia que hace a los personajes. Esta es la paradoja: la historia tendría una marcha ineluctable, desde una democracia instintiva hacia una república democrática. En ese contexto, cuando las grandes figuras, ejemplos de abnegación patriótica suprema, como el caso de Belgrano, o ejemplos de genialidad militar, como San Martín, se ven tentados por proyectos monárquicos, ahí mismo son derrocados por la misma historia. Porque la historia como tal no va a permitir nunca que haya proyectos monárquicos en el Río de la Plata.

–¿Esa marcha ineluctable de la historia no se podría asociar con el determinismo histórico del materialismo?
–El determinismo histórico no solo puede ser materialista, también puede ser espiritualista. La paradoja de Mitre, por cierto, como bien dice usted, contiene un determinismo que no va a culminar en la dictadura del proletariado, sino en una república democrática. Lo que quiere decir que el determinismo de Mitre, al realizarse, abre nuevamente la historia. Porque la democracia es la historia de la libertad, de múltiples proyectos, de conflictos y acuerdos, de consecuencias queridas y efectos no deseados de la decisión humana. Y todo ello se puede ver en la carrera política de Mitre: pactos y acuerdos, éxitos y derrotas. De Rivadavia a Mitre.

–Según usted, “el prototipo del liberal republicano” para Mitre sería Rivadavia. ¿Qué hay de rivadaviano en el Mitre político?
–En principio, la propia imagen de Rivadavia que crea Mitre, que es muy distinta a la que nos transmitieron Vicente Fidel López o Juan Bautista Alberdi. La clave es decir que, en medio del caos que significa 1820, la república representativa que se practica en Buenos Aires es el modelo para el país. En el fondo, es el sueño porteño de que Buenos Aires se transforme en la cabeza republicana del país. Porque Rivadavia es el padre del sufragio universal masculino en una decisión avanzadísima, no solo para América del Sur sino en general. Esta visión de Mitre contrasta fuertemente con la que nos ofrece López, muy centralizadora, muy borbónica (continuadora de la tradición de los borbones, quiero decir).

–Otra lectura suya a contracorriente: el revisionismo histórico adopta la mirada de Mitre respecto de la participación del pueblo, que habría actuado “por instinto”, en el proceso revolucionario de Mayo y la posterior lucha por la independencia.
–Yo creo que allí hay otro desliz interpretativo: si hay una historia donde el pueblo tiene el papel protagónico es la de Mitre, en contraste con la de López, que es la historia de las élites, sobre todo de la bonaerense y secundariamente la de Córdoba (uno de los héroes de López es el Deán Funes). Pensemos que la Constitución aristocrática de 1819 es el modelo que debiéramos haber adoptado, según López. Para Mitre eso es un verdadero desastre, califica a la Constitución del 19 como oligárquica porque él le da muchísima importancia a la participación del pueblo y sobre todo a la participación instintiva de los caudillos: Artigas, Estanislao López y Pancho Ramírez hicieron posible la caída de la constitución del Directorio, lo que va a dar lugar a la experiencia porteña de la representación democrática con sufragio universal.

–Vista así, la polémica Mitre-López ya no parece una discusión sobre cómo se escribe la historia, el valor de los documentos versus el de los testimonios orales, sino el enfrentamiento de dos proyectos políticos.
–Es las dos cosas. Porque no hay ninguna duda de que Mitre es el fundador de la historiografía argentina, porque se ve en su obra el uso exhaustivo que ha hecho de la crítica histórica. Mientras que la obra de López es como una historia de la memoria de su padre, Vicente López y Planes. Ahora, lo que yo intento demostrar en este libro es, detrás del grandioso aparato documental de Mitre, cuál es la línea argumental y hacia dónde inevitablemente se dirige la historia. El legado del general Paz En la segunda parte del libro, además de volver a Sarmiento y a Tocqueville, y de analizar la doble batalla que el constitucionalismo iberoamericano del 1800 libró contra “la amenaza y presencia del despotismo” y “en procura de poner coto a la anarquía”, Botana examina las Memorias póstumas de José María Paz, “uno de los hombres que más cautivan a cualquier lector”, según su apreciación, aunque haya escrito simplemente “por necesidad”, mientras se encontraba prisionero de Estanislao López, gobernador de Santa Fe, en la década de 1830.

–¿No hace Paz una historia de la memoria a lo López, pero no para legitimar a la generación precedente, sino para dar testimonio del quehacer de su propia generación?
–Sí, las memorias de Paz son memorias en el sentido puro del término. Son los recuerdos de un hombre al que le toca vivir lo peor de la revolución. No hay destino, no hay solución futura en la vida de Paz: muere justo cuando cae Rosas. Es un testimonio despojado de cualquier tipo de orientación, esa es la riqueza extraordinaria de este hombre, que además era un admirable escritor. Creo que es uno de los grandes prosistas del siglo XIX. Lo de López, en cambio, reitero, es una memoria que viene a través de la de su padre, la memoria del hombre que ha vivido en la mesa familiar hitos que son históricos pero que para él parecen hechos familiares por ser el hijo de un gran protagonista. Paz tiene una habilidad extraordinaria para montarse como el gran memorialista, y todos los que circulan a su alrededor terminan despojados de su dignidad, de su genialidad y de su heroísmo. Las pinturas que nos deja el general Paz de los guerreros unitarios son patéticas.

–¿Se podría decir entonces que el legado de Paz es ser capaz de criticar a la propia facción?
–Sí, sin ningún lugar a dudas. Por lo menos esa es mi interpretación. En ese sentido creo que es extraordinario. La suya no es la pluma flamígera de Sarmiento contra los caudillos, sino que critica a los propios unitarios, y no solo a los guerreros. El retrato que presenta de Julián Agüero, una de las cabezas de la Ilustración unitaria más notable de la época, comparable a la de Deán Funes, es patético: aparece como un personaje menor, un demagogo que solo sabe contar chistes subidos de tono.