Di Tella en los medios
Revista Ñ
5/08/22

Diplomacia, un asunto de familia

La profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales escribió sobre las familias responsables del servicio exterior argentino del siglo XIX e inicios del XX.

Diplomacia, un asunto de familiaDiplomacia, un asunto de familia

"Abrazo del Estrecho", a bordo del acorazado O´Higgins. Encuentro diplomático entre los presidentes Roca y Errázuriz, el 15 de febrero de 1899. AGN.


Un film publicitario de un bombón producido en Italia en la década de 1990, ponía en escena una soirée que era considerada una de las prestigiosas “recepciones el embajador”. Ornamentos dorados, arreglos florales, manteles suntuosos, mujeres con vestidos de paillette y elegantes hombres en trajes y un maître con esmoquin que porta una bandeja de plata son solamente algunos de los elementos que componen una escena que es descripta como novedosa, lujosa, cosmopolita y prestigiosa. Esta caracterización de los espacios propiciados por la vida diplomática es bastante usual.


Manuel Rafael y Eduarda con Eda y Manuel José en 1861.

Manuel Rafael y Eduarda con Eda y Manuel José en 1861.


Al observar los elencos de hombres y mujeres que representaban al país en el exterior y circulaban por ámbitos diplomáticos entre mediados del siglo XIX e inicios del siglo XX algunos medios de prensa contemporáneos los caracterizaban de una manera similar.

En general, los cronistas de época cubrían los eventos sociales de la diplomacia como espectáculos, como una carrera de hipódromo o cualquier otro evento deportivo. Daban detalles sobre las vestimentas de hombres y mujeres que sintetizaban lo que consideraban grados de “civilización” o civilidad. Se detenían, en particular, en los modales de esposas y partners diplomáticas para reflexionar sobre el país y sus habitantes.

Es usual pensar que los apellidos de la diplomacia provenían de las elites culturales y políticas y que sus portadores eran enviados a representar a la nación simplemente por ser parte de esos grupos sociales. Sin embargo, no todas las familias eran percibidas como “aptas” para conseguir nombramientos. Al observar algunas tendencias de mediano plazo, salta a la vista que algunas de ellas podían ser favoritas sobre otras.

Este hecho podría atribuirse, como en ocasiones, al amiguismo político. Sin embargo, las decisiones sobre a quiénes enviar al exterior podían ser variadas y estaban tensionadas por una dinámica de premios y castigos. Mientras que algunos destinos solían ser más requeridos que otros, como París, otras misiones, como las de países vecinos a la Argentina o de los países europeos no mediterráneos, eran menos codiciadas.


Guillermina Oliveira Cézar de WIlde

Guillermina Oliveira Cézar de WIlde.


A su vez, se consideraban los saberes con los que los enviados contaban (como el manejo de idiomas), las reputaciones que tenían en la vida social, y su estatus económico. De este modo, seleccionar figuras para enviar a una multiplicidad de destinos que fue creciendo al calor de la consolidación del Estado nacional se convirtió, entonces, para distintos gobiernos en funciones una tarea en la que pensar de manera cuidadosa.

En sociedades europeas de antiguo régimen, las relaciones entre familias reales y aristocráticas y las relaciones diplomáticas habían sido claves durante siglos. En la Argentina y otros Estados latinoamericanos, sin embargo, estas agrupaciones de parentesco no contaban con tradiciones en sus espaldas y sus credenciales sociales no eran de larga data.


Familias destacadas

Así y todo, en el marco de la selección de representantes en el exterior, algunos grupos familiares comenzaron a destacar sobre otros. Denomino a estos grupos “familias diplomáticas” para referirme no solamente a conjuntos de personas unidas por vínculos parentesco, sino también de afinidad, propiciada por la convivencia en circuitos y ámbitos del servicio exterior.

Las legaciones argentinas enviadas al exterior estaban conformadas por representantes hombres, sus esposas e hijos y, en ocasiones, otros familiares. Estos grupos estaban rodeados de personal administrativo, visitantes ocasionales, parientes lejanos y por el personal doméstico, conformado por mayordomos, cocheros y cocineras, entre otros perfiles.


Manuel Rafael García Aguirre.

Manuel Rafael García Aguirre.


Estas personas vivían en relaciones de cercanía y de cotidianidad que las nucleaban y que en ocasiones eran denominadas por sus protagonistas como “cofradías” o “colonias”. Eduarda Mansilla, que formó parte de una de las más reputadas familias diplomáticas argentinas, se refería en 1880 de este modo a estas dinámicas:

“La Legación es un centro donde se reúnen, donde se acogen lejos de su home los hijos del mismo suelo; es la fuente donde acuden los que ansían por noticias íntimas ciertas, directas que llegan de esa patria, tanto más querida, cuanto más lejana”.

Era también un espacio en el que se anotaban descendientes, se comunicaban defunciones y se accedía a libros publicados en el país, además de a los periódicos mencionados en la cita.


Familias reconocidas

Algunas de las familias más reconocidas en los espacios provistos por la diplomacia se cuentan la familia Mansilla, emparentada con los García Aguirre. Hacia mediados del siglo XIX Manuel García Aguirre y Eduarda Mansilla eran un reconocido matrimonio diplomático que circuló representando al país en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otros destinos. Él, por su parte, contaba con antecesores que habían servido en representaciones exteriores del país.

Sus hijos también ocuparon cargos diplomáticos, siendo Daniel García Mansilla el más conocido por haber escrito el libro de memorias Visto, oído y recordado. Apuntes de un diplomático argentino (1950), que narra sus experiencias diplomáticas y las de sus padres. A su vez, Lucio V. Mansilla, hermano de Eduarda, ocupó fue nombrado en 1898 Enviado Especial y Ministro Plenipotenciario para ocupar la legación de Berlín como representante argentino frente a Alemania, Austro-Hungría y Rusia.

Mientras que su hermana idealizaba los espacios diplomáticos como islotes de patria fuera de la patria, Lucio consideró que ejercer esa función era una especie de castigo, insistió para que enviaran a sus sobrinos como secretarios de legación para no sentirse solo, amagó reiteradamente a renunciar, solicitó ser traslado a París en varias ocasiones, y bautizó a una columna que enviaba a un periódico desde su destino como “Diario de un expatriado”.


Eduardo Wilde, nombrado Ministro el 11 de febrero de 1882.

Eduardo Wilde, nombrado Ministro el 11 de febrero de 1882.


De los Mansilla a los Oliveira Cézar

Otra familia con reputación en el ámbito diplomático fue la familia Wilde-Oliveira Cézar. Eduardo Wilde y Guillermina Oliveira Cézar conformaron otro afamado matrimonio diplomático que fue rodeado por otros miembros de la familia de ella en las misiones en Washington, Madrid y Bruselas, como sus hermanos Filiberto –con reputación en tanto escritor– y Luis.

A su vez, su hermana Ángela, una reconocida voz del pacifismo del cambio del siglo XIX al XX, formaba parte de los vínculos diplomáticos de quiénes portaban su apellido.

Las dinámicas que estas familias pusieron en marcha en tanto representantes del país permiten preguntarse en qué medida estos grupos sintetizaban valores a la hora de servir a la nación en el exterior.

Es en este punto dónde se puede caer en la tentación de simplificar el rol que cumplieron y asumir que se trataba simplemente de privilegiados en su patria que replicaban hábitos y costumbres de manera amplificada al contar con un presupuesto estatal para convertirse en cosmopolitas y circular por el mundo.

Sin embargo, a la hora de estudiar a estos grupos, es interesante rescatar algunas informaciones que las fuentes arrojan. Por ejemplo, en cartas personales, diarios y cartas oficiales, son recurrentes las menciones a la escasez del presupuesto para estar a tono con lo que en otros países se esperaba de los representantes diplomáticos.

Eduarda Mansilla por Francisca Noguerol. Universidad de Salamanca.

Eduarda Mansilla por Francisca Noguerol. Universidad de Salamanca.


En ocasiones, las familias debían recurrir a su patrimonio para cubrir gastos de papelería, comprar mobiliarios para las casas que alquilaban para establecerse (las legaciones no contaron durante muchas décadas con residencias fijas que fueran propiedad estatal), hacerse con un vestuario apropiado para los protocolos de los países receptores y cubrir las expectativas que estaban vigentes, por ejemplo, en países europeos con siglos de ceremoniales internalizados.


Palacio San Martín, sede de la Cancillería.

Palacio San Martín, sede de la Cancillería.


En algunos casos, de hecho, se constata que algunas familias contrajeron deudas y entraron en situaciones económicas desastrosas para mantener una apariencia que no acarreara vergüenza para su nación.

Desde ya, con el transcurso del tiempo y cuando la figura del diplomático profesional formado en una institución estatal se definió con claridad, estas prácticas dejaron de ser las usuales. Pero durante décadas, algunas familias diplomáticas representaban al país haciendo algunos esfuerzos pecuniarios.

Al conocer estas particularidades, la noción de “servicio exterior”, asume otros matices, un poco menos brillantes y glamorosos que los de las “recepciones del embajador” escenificadas en la mencionada publicidad.