Di Tella en los medios
La Nación
16/07/22

Un testigo del pasado El general camaleónico que luchó a favor de todos y contra todos

Camila Perochena, profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales, escribió sobre la digitalización de las memorias escritas por el general Tomás de Iriarte, protagonista de las diferentes guerras que se libraron en nuestro territorio en el siglo XIX.



“El pasado es un país extraño”: así titula I David Lowenthal un célebre libro donde analiza la manera en que la memoria y las reliquias arrojan luz a ese territorio desconocido que nos precede y al que no podemos visitar. Las huellas a través de las que conocemos el pasado a veces son más nítidas y otras se tornan borrosas. Todo depende de la época y el fenómeno que queremos observar. Dentro de esas huellas, las memorias, escritas por protagonistas y testigos de los hechos, son una forma privilegiada de conocer ese país extraño.

Así sucede con las memorias escritas por el general Tomás de Iriarte, un militar que nació en 1794 y murió en 1876. A lo largo de esos años fue protagonista de las diferentes guerras que se libraron en nuestro territorio. Según sintetiza el historiador Ignacio Zubizarreta, autor de Unitarios: Historia de la facción política que diseñó la Argentina moderna: “Iriarte luchó a favor de todos y en contra de todos. peleó para rosas, peleó contra rosas, peleó para el general paz y contra paz, para Dorrego y contra Dorrego. Luchó contra los patriotas y para los patriotas. para los federales y contra los federales, para los unitarios y contra los unitarios”.

Esa versatilidad convierte a sus extensas memorias en un mirador privilegiado para entender la historia del siglo XIX.

Esas memorias se extienden a lo largo de diez mil páginas divididas en doce tomos. Hasta hace poco, era muy difícil conseguirlas porque no habían sido reeditadas.

Afortunadamente, hace dos meses, fueron digitalizadas y están disponibles para quien desee acercarse a ellas. Uno de los responsables de difundir esta valiosa fuente -a la que han recurrido distintas generaciones de historiadores- es el tataranieto de Iriarte, Alberto Allende Iriarte, que recibió las memorias manuscritas y el archivo de su antepasado de la mano de su tía.

Alberto relata que se las entregaron en una gran bolsa de donde comenzó a extraer papeles del siglo XIX: “Primero saqué una carta dirigida a mi tatarabuelo firmada por Juan Lavalle, luego una de Urquiza, dos de Mitre; una de Mariquita Sánchez de Thompson, escrita en inglés, decía my dear general”.
Todo este archivo fue donado a la Academia Nacional de la Historia. Luego, junto con otro tataranieto, Mario Calafel Loza, digitalizaron las memorias que hoy están disponibles en Amazon por el precio más bajo que permitía la plataforma (2,99 dólares).

¿Qué puede leerse en las memorias? Según Roberto Azaretto, presidente del Instituto Histórico Brigadier General Tomás de Iriarte, “las memorias de Iriarte son un aporte muy importante de un señor que fue testigo y protagonista de la época”.

Iriarte nació en Buenos Aires y de pequeño partió a España, donde estudió en el Real Colegio de Artillería de Segovia. Participó de las guerras napoleónicas con el ejército español y en 1816 regresó a América para pelear con el ejército realista. Luego de una fracasada invasión realista a Salta, se pasó a las fuerzas patriotas de Martín de Güemes. Sin embargo, su relación con el líder salteño fue tensa. Mientras Iriarte lo despreciaba y consideraba un inferior, Güemes desconfiaba de él por haberse cambiado de bando.

Peleó después en el Ejército del Norte a las órdenes de Manuel Bel- grano y más tarde participó en la guerra contra el imperio del Brasil. Su papel en los ejércitos de la revolución, especialmente en la artillería, fue muy importante.

Según nos relata Alejandro Rabinovich, autor de Ser soldado en las guerras de independencia, “lo que tiene de interesante Iriarte como militar es que pertenece a un grupito de oficiales que se destacan no tanto por su valor en combate sino por ser organizadores y disciplina- dores de unidades”.
Y agrega: “La artillería es la unidad más difícil de organizar, porque es la más técnica, la más estudiosa, la más matemática, e Iriarte, cuando el ejército tiene que ir a la guerra con Brasil, se encarga del escuadrón de artillería de campaña. Tiene un papel en ese grupito de oficiales que abogan por ser más profesionales, ser más disciplinados, cumplir el reglamento, tratar de dejar de ser ejércitos milicianos y pasar a ser un ejército de línea”.

Al regresar de la guerra contra Brasil, cuando Juan Lavalle lleva a cabo el golpe contra el gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, Iriarte se posiciona con los federales. Luego, al asumir Juan Manuel de Rosas la gobernación, lo nombran general. Está con el rosismo hasta el momento en que se opone a la renovación de las facultades extraordinarias al “restaurador de las leyes”. Así quedó alineado a los federales identificados como “lomos negros”, que eran antirrosistas. Por ese motivo terminó exiliado en Montevideo.

Más tarde se unió con los unitarios con el propósito de derrocar a Rosas. Según Zubizarreta, “esa flexibilidad faccional o ideológica hace muy interesantes a sus memorias; en ese sentido es objetivo”.
Pero las memorias no solo sirven para conocer los acontecimientos, sino -y sobre todo- para captar la mentalidad, los modos de vida y las formas de hacer política en una época signada por la revolución y la guerra. Alejandro Morea, historiador y autor de El ejército de la Revolución: una historia del Ejército Auxiliar del Perú durante las guerras de independencia, utilizó en ese sentido las memorias de Iriarte: “Lo que me sirvió de su texto son las descripciones que hace sobre Tucumán, el ejército y sus hombres. Mucho de la sociabilidad tucumana que formó parte de mis investigaciones tienen un apoyo en esas memorias”.

Por su parte, Alejandro Rabinovich también muestra que las memorias sirven para entender los valores de aquella época, como la visión que se tenía sobre el papel de la mujer: “Hay un pasaje fabuloso de cuando organiza el escuadrón de artillería para ir a Brasil. Mientras que todos pasan por silencio el hecho de que en los ejércitos de la época hay muchas mujeres que acompañan a los soldados y cumplen funciones de logística, a Iriarte, al que le molestan tanto las mujeres, sí las nombra, y lo que dice es que esas mujeres que acompañan a sus soldados artilleros son un horror, que por la vida militar que han llevado ya no parecen mujeres y les dice marimachos. Ahora ¿por qué las nombra y por qué explica esto? Porque a él lo que le molesta de las mujeres es que cuando cometen una falta, como no están dentro del reglamento, no se les puede aplicar la disciplina militar y no se les puede aplicar castigos físicos. Le molesta que sean indisciplinadas y no cumplan las normas. Por eso es el primero en organizar una compañía de mujeres, no por feminista, sino porque quiere poder someterlas al reglamento militar. Quiere que su lector no vaya a pensar que es un bárbaro, por eso explica que son marimachos y no mujeres, dice que son indistinguibles de un soldado”.

Otro de los aspectos centrales de las memorias, destacado por todos los entrevistados para esta nota, es la “sinceridad” del narrador.

Ricardo Low, un médico apasionado por las memorias de Iriarte e involucrado en el proceso de digitalización, sostiene: “En mi opinión es el mejor escritor e historiador de la primera parte del siglo XIX. Tan honestamente habla en sus memorias que le prohibió a la familia que las publicara en cien años. Describe a los personajes de manera limpia y transparente. Todos los próceres de la patria quedan mal parados, excepto Belgrano. Muestra las debilidades de todos”.

Para Zubizarreta eso es lo que diferencia las memorias de Iriarte de las de otros protagonistas de la época: “Dice cosas que llamaría la atención que quiera que sean públicas, critica a todo el mundo. Da a entender cómo se deberían haber hecho las cosas. Además, las memorias son fascinantes porque hay algo del chisme de la época. El lector se entera de quién es están peleados con quién. Te da un nivel de intimidad de la historia que no se encuentra en otras fuentes”.

Pero además de la sinceridad y la abundante información sobre los hechos del siglo XIX, las memorias de Iriarte contienen muchas ideas que son muy iluminadoras para la época. Conceptos e hipótesis que luego han sido tomados por los historiadores más destacados de este período.

Para Zubizarreta, entre esas interpretaciones pueden destacarse: “La idea retomada por José Carlos Chiaramonte de que el Estado se fue formando desde lo local, después pasó a lo provincial y, finalmente, a lo nacional; la idea de Marcela Ternavasio de que Rosas tuvo que conservar las instituciones de Rivadavia, como el sistema representativo; la idea, retomada por Tulio Halperin Donghi, de la carrera de la revolución y lo que yo trabajo en mi libro sobre cómo en cada facción había subfacciones, entre los hombres de las letras y los hombres de las armas”.

Ahora bien, la investigación histórica exige tomar ciertos recaudos cuando se trabaja con testimonios autobiográficos, escritos en primera persona, ya que existen -inevitablemente- ciertas deformaciones al estar concebidos para la posteridad. Como sostiene Marc Bloch, la historia no puede ser una alumna inmóvil de sus crónicas. El historiador reúne y lee documentos, pero luego los interroga. Los documentos solo hablan cuando el historiador sabe interrogarlos y cruzarlos con otras fuentes.
Según Alejandro Morea, “uno trabaja las memorias y las autobiografías con una precaución metodológica. Los documentos hay que contrastarlos con otras fuentes de información. Las memorias y las autobiografías, como dice Adolfo Prieto, suelen estar atravesadas por un intenso color dramático que las hace muy ricas para lograr identificar qué es lo que le interesa al autor contar de lo que fue su pasado, qué emociones e intereses hay detrás”.

Para Zubizarreta, en el caso de Iriarte, “hay una distorsión en la visión que él tiene de sí mismo donde se da un lugar más importante en procesos que el que en realidad tenía”.

En la Argentina, los avances sobre la digitalización de los archivos son pocos y mucho más lentos que en otros países. En ese contexto, es digno de ser celebrada la iniciativa que pone a disposición del público estas largas memorias que nos acercan a ese país extraño que es el pasado a través de la mirada de un destacado protagonista de los hechos.
Publicado en: Ideas
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