Di Tella en los medios
Clarín
21/11/21

Implicancias globales de la cumbre virtual Biden-Xi

El profesor de los posgrados en Estudios Internacionales escribió sobre la reunión virtual entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping.


Reunión virtual entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su par chino, Xi Jinping. Foto: Mandel Ngan/AFP

En los días previos al reciente diálogo virtual chino-americano, consagrado a organizar las reglas de la competencia estratégica, Washington y Beijing se “prepararon” para el evento con una agenda interna funcional a los intereses de Joe Biden y de Xi Jinping.

En simultáneo se trató de fortalecer la figura de ambos: el presidente Biden logró la aprobación en el Congreso de su mega proyecto de infraestructura y en el Plenario del Partido Comunista quedó consagrada la visión de la historia china del presidente Xi.

Biden logró, con algunos votos republicanos, consolidar un proyecto que pretende modernizar la obsoleta infraestructura americana y le queda pendiente en el Congreso la otra gran promesa electoral vinculada a lo social.

La aprobación de ambas leyes pone a prueba su liderazgo con vista a las elecciones de mitad de período donde también se jugará el futuro político de Donald Trump. Mientras tanto, en Beijing el Plenario del Partido aprobó la “Resolución sobre las realizaciones mayores y el balance histórico de cien años de lucha del comunismo chino”.

Esta nueva lectura de la historia impacta porque consagra un gran espacio a la revisión de “la historia oficial”. Respecto del período Mao, en el nuevo texto - publicado en “China Daily”- la Revolución Cultural es caracterizada como un “desastre”.

Aquí se advierte la aversión del presidente Xi al caos, si bien el liderazgo de Mao es rescatado como fundacional. En el caso del reformismo de Deng, “la Resolución sobre las realizaciones mayores” destaca la voluntad de cambio y sobre todo justifica la represión de la Plaza de Tiananmen.

En el mismo Documento se alude a “los efectos abominables de algunas de las reformas” y la crítica mayor está centrada en las implicancias: nepotismo y corrupción.

En esta nueva historia se instala el presidente Xi. Su visión se ajusta a un nuevo proyecto donde el poder no está compartido. Cabe señalar que en la gestión Mao había espacio para un segundo, como el Primer Ministro Zhou Enlai, gestor del Estado y vínculo con el mundo, mientras que en el presente ese cargo está visiblemente devaluado.

La visión de la sociedad también difiere. Mao reinaba sobre una sociedad agraria, aislada y retrasada; en cambio, Xi promueve una sociedad donde la meritocracia y la ciencia ocupan un lugar destacado en el seno del poder. Hoy en el Partido el elitismo es un capital que se cotiza.

La agenda de la reciente cumbre estuvo signada por la búsqueda de las “líneas rojas” que deben transformarse en reglas. Taiwán constituye la centralidad del conflicto China/EE.UU., que suma a las discrepancias en torno al Mar de la China, y sobre esa agenda reposan las posibilidades de cooperación y conflicto.

Para el presidente Xi es muy importante la dimensión nacionalista del nuevo culto a la personalidad, mientras para Mao era la ideología porque su visión competía con el marxismo de la URSS. La soberanía es el gran valor que Xi destaca y muchas veces impacta su coherencia. Un ejemplo: China, en numerosos aspectos aliada a Moscú, no reconoció la ocupación rusa de la Crimea ucraniana y tampoco la invasión a Georgia.

Este es el contexto donde se acaba de celebrar la “Cumbre Virtual” Biden/Xi. Ninguna semejanza es posible encontrar con las “cumbres EE.UU./URSS” de la Guerra Fría. China no forma parte ni lidera ningún bloque, no pretende exportar una utopía, busca consolidar sus intereses y remite a una cultura/civilización previa al marxismo.

La URSS era, como hoy lo es Rusia, una suma de materias primas y sistemas de armamentos, China es una potencia militar, económica y tecnológica. Por esa razón los Estados Unidos enfrentan un desafío inédito.

Ahora bien, ¿dónde están las fortalezas y las debilidades? Sin duda el principal desafío que enfrentan los EE.UU es la creciente erosión de sus instituciones. El trumpismo ha sido el emergente de una crisis que amenaza los cimientos de la democracia americana y que de ninguna manera está superada.

Además existen otros factores que le impiden al presidente Biden maximizar el potencial económico y tecnológico americano. Concretamente, las grandes empresas tecnológicas -las GAFA- privilegian su autonomía y se consideran protagonistas globales y autónomas.

En paralelo un sector no menor de las finanzas, concretamente algunos grandes fondos de inversión, se sienten atraídos por el potencial del mercado chino. Esta es la misma lógica que explica porqué Washington apostó al “dulce comercio”, creyendo que a través de la globalización el camino a la democracia y al mercado estaba garantizado en China.

La continuidad del presidente Xi parece asegurada a la luz de las recientes conclusiones del Plenario del Partido Comunista chino. No se advierte ninguna oposición al modelo de equilibrio autoritario y durable, así definido por Jean Pierre Cabestan.

En el espacio de los grandes grupos tecnológicos, los controles estatales se han incrementado y han perdido visibilidad los empresarios emblemáticos. Esa es la gran fortaleza del “modelo Xi”.

Ahora bien, ¿esto significa que no existan debilidades? Decididamente no. El discurso único, los controles y la ausencia de una sociedad abierta, en algún momento pueden alimentar el síndrome de hubris. La desmesura es una posibilidad insoslayable. Por esa razón la incertidumbre impregna la política internacional contemporánea.


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