Di Tella en los medios
La Voz del Interior
30/07/21

Educación: qué aprendimos en pandemia

Por Mariana Otero

En su publicación “¿Aprendimos algo en pandemia?”, el Cepe analizó el impacto regional de la enseñanza remota de emergencia en el último año y medio.


Inicio de clases nivel primario tras el receso invernal en la escuela Rene Favaloro de Barrio 16 de Noviembre. (Ramiro Pereyra)

En el inicio del último tramo del segundo año en pandemia, las escuelas ensayan estrategias para minimizar las pérdidas emocionales y de aprendizajes y para capitalizar las habilidades y estrategias emergentes, pero ocultas en un mar de dificultades en la emergencia.

Cada institución es un mundo que hay que atender de manera particular; en estos tiempos, la heterogeneidad se elevó a la potencia.

En esta conyuntura, los gobiernos -que deben responder a la inmediatez y a las urgencias- también se ven obligados a saber dónde estamos parados y a pensar a largo plazo para trazar un nuevo camino. En concreto, documentar, evaluar y rediseñar políticas públicas para escenarios inéditos.

El Centro para la Evaluación de Políticas basadas en Evidencia (Cepe), organismo de investigación aplicada en políticas públicas de la Universidad Torcuato Di Tella, analizó en su conferencia anual cuál es el impacto regional de la enseñanza remota de emergencia.

En la publicación “¿Aprendimos algo en pandemia?”, resume e identifica lo ocurrido en el último año y medio, como punto de partida para pensar la agenda educativa.

Según este estudio, ¿qué aprendimos?

1. La falta de educación presencial tiene un efecto negativo en los aprendizajes y en la salud mental de los alumnos. Después de Asia, el cierre de escuelas más largo del mundo ocurrió en Latinoamérica y el Caribe. La educación, insisten los expertos, debe ser prioridad en la agenda pública.

2. La continuidad educativa estuvo garantizada por los docentes y las escuelas, más allá de los recursos y lineamientos provistos por el Estado. Hay mucha experiencia acumulada, pero dispersa. Es necesario documentar y evaluar los formatos innovadores implementados, para encontrar protocolos que permitan anticiparse a futuras eventualidades.

3. El cierre de escuelas provocó pérdidas relevantes en los aprendizajes, aunque todavía hay poca evidencia sobre el impacto de la educación remota de emergencia. El relevamiento de datos es crucial para desarrollar políticas públicas que permitan revertir y mitigar los efectos pandémicos.

4. La educación remota de emergencia visibilizó el llamado “efecto cuna”; es decir, las desigualdades preexistentes entre estudiantes de diferentes niveles socioeconómicos, áreas y género. La agenda requiere abordar la pobreza multidimensional y analizar la manera de compensar las limitaciones.

5. Se agravó la brecha de género durante el aislamiento. Las políticas educativas pospandemia, que incluyan métodos híbridos con trabajo escolar en el hogar, deberán contemplar este aspecto.

6. La educación remota resignificó el rol de la familia, que se vio obligada a acompañar el proceso de aprendizaje de forma directa. Las nuevas políticas tendrán entonces que redefinir la alianza escuela-familia.

7. Aprendimos que la tecnología es un factor fundamental, pero que por sí sola no permite el aprendizaje. Por ende, no hay posibilidad de una educación híbrida exitosa si no se cierra la brecha digital y se adapta la formación docente.

8. El trabajo de los docentes fue clave para migrar a la virtualidad. La experiencia acumulada servirá para retroalimentar el diseño de las plataformas de enseñanza virtuales y redefinir la pedagogía que incorpore nuevos recursos tecnológicos.

9. El mundo digital permite dar una voz más relevante a los estudiantes y generar dinámicas innovadoras y colaborativas.

10. La pandemia obligó a repensar la enseñanza más allá del espacio físico y los aprendizajes sincrónicos. Se advirtió que el proceso también puede ser asincrónico y adaptarse a las necesidades y ritmos de cada estudiante. El paradigma cambia.

11. El formato online llegó para quedarse. Esto incluye el uso de la inteligencia artificial y la realidad virtual, para dar forma a esquemas híbridos de enseñanza y aprendizaje. Para avanzar en esta línea, opinan los especialistas, urge un balance entre la enseñanza virtual y presencial, una transición ordenada de contenido para el formato en línea, fortalecer la capacitación en habilidades digitales (que en este tiempo se desarrollaron de manera espontánea y anárquica) y garantizar la seguridad de los entornos virtuales de educación.