Di Tella en los medios
La Nación
18/07/21

Presidentes en la tormenta. Frondizi, un mandato en soledad y bajo presión

La profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales analizó los conflictos enfrentó Arturo Frondizi durante su presidencia.



Arturo Frondizi fue presidente de la Argentina entre 1958 y 1962. Archivo General de la Nación - Archivo

“No renunciaré, no me suicidaré, no me iré del país”, escribió Arturo Frondizi en su testamento político por temor a un posible atentado contra su vida, previo al golpe del 29 de marzo de 1962. Su presidencia adquirió tonos dramáticos, como lo describió en una larga entrevista que le hizo Félix Luna días antes de su derrocamiento: “Estoy en medio de una tormenta de intereses, de ideas, de pasiones que se han enfrentado durante estos años. He tenido que ajustarme a la realidad concreta con una política concreta. He aprendido que lo subjetivo tiene importancia pero que la objetividad de la realidad es muy dura y cuesta mucho transformarla”. ¿Cuáles fueron esas condiciones objetivas a las que debió enfrentarse y que se convirtieron en una tormenta imposible de pilotear?

En 1958 ganó las elecciones con el 49% de los votos, como candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), frente a Ricardo Balbín, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), que obtuvo un 31%. La UCRI, además, logró la mayoría de bancas en diputados y senadores. Si bien los números parecían augurar una presidencia poderosa, los frondizistas sabían que iban a tener que “gobernar sin poder”. En su libro Oposición y gobierno: los años de Frondizi, Catalina Smulovitz sostiene que esa convicción se convirtió en una profecía autocumplida al enfrentar tres limitaciones fundamentales. En primer lugar, los votos cosechados no eran de Frondizi sino que provenían, en su mayoría, del pacto secreto que había sellado con Juan Domingo Perón antes de las elecciones. A cambio de este apoyo, el candidato se comprometía a levantar la proscripción del partido y beneficiar a los trabajadores. En segundo lugar, los militares desconfiaban de Frondizi y no aceptarían la integración del peronismo. Y la tercera limitación residía en los partidos de la oposición, especialmente en la UCRP, que vivían como una traición el pacto con Perón. El poder del presidente nacía, pues, hackeado.

Consciente de ello, Frondizi se propuso sentar las bases de su programa desarrollista durante los primeros 100 días de gestión y lanzó una batería de medidas que desatarían tensiones adentro y fuera de la coalición.

Consciente de ello, Frondizi se propuso sentar las bases de su programa desarrollista durante los primeros 100 días de gestión y lanzó una batería de medidas que desatarían tensiones adentro y fuera de la coalición. Como un gesto al electorado peronista, aumentó un 60% los salarios, permitió el uso de símbolos del gobierno depuesto y aprobó una ley de asociaciones profesionales que retomaba el modelo sindical vigente hasta 1955. Luego lanzó la “batalla por el petróleo”, que abría su explotación al capital extranjero, provocando un giro en el discurso nacionalista y antiimperialista que había sostenido en el pasado. La medida generó descontento entre los sindicatos, partidos opositores e, incluso, entre miembros de la coalición. En simultáneo, propuso la ley de enseñanza libre que permitía la creación de universidades privadas, abriendo un frente de protestas en el movimiento estudiantil y en amplios sectores de la cultura.


La llegada de Arturo Frondizi a la Casa Rosada el último día de su gobierno, el 28 de marzo de 1962; al día siguiente fue el golpe de Estado

El año 1958 se cerró con crisis de balanza de pagos y alta inflación. Luego de recurrir al FMI, el presidente anunció el 29 de diciembre un plan de ajuste antiinflacionario con devaluación y reducción del gasto público. Durante el año siguiente se multiplicaron las protestas obreras. Frente a estos embates y la resistencia peronista, en 1960 se puso en vigencia el Plan Conintes que habilitaba la represión interna de las Fuerzas Armadas. A esa altura, las filas opositoras se habían ampliado y consolidado.

En paralelo se tejían constantes conspiraciones militares. A lo largo de su presidencia, Frondizi sufrió 32 planteos militares y esta presión recrudeció con el estallido de la revolución cubana. En un principio, el presidente consideró el apoyo a Cuba para evitar que la revolución terminara asociada al bloque soviético. En agosto de 1961 se entrevistó con el Che Guevara y el encuentro derivó en una crisis con los militares. Finalmente, el titular del Ejecutivo cedió a las presiones y rompió relaciones diplomáticas con Cuba a inicios de 1962. Cerrado el frente externo, se abrió un conflicto en el frente interno. En marzo se realizarían comicios para legisladores y gobernadores. Con el objetivo de cumplir su promesa electoral, Frondizi permitió la participación del peronismo, que se impuso en 11 de los 18 distritos electorales, incluso en la provincia de Buenos Aires. Las conspiraciones militares se activaron y aunque el presidente intentó frenarlas, interviniendo las provincias donde había ganado el PJ, el gesto no fue suficiente para calmar los ánimos. Las Fuerzas Armadas, si bien divididas frente a la “cuestión peronista” y al lugar que debía ocupar en el escenario político, cerraban filas ante una gestión en la que no confiaban.

Siguiendo el guion de la crónica de un golpe anunciado, en la mañana del 29 de marzo el gobierno fue depuesto y su titular enviado a la isla Martín García, donde permaneció bajo confinamiento durante un año.

El presidente, tal como demuestra Carlos Altamirano en su biografía de Frondizi, mantuvo el control sobre sí mismo hasta último momento, como si “eso lo hiciera dueño de la situación y de sus contrincantes”. El autor ilustra esta actitud con una anécdota del final del mandato, cuando Frondizi sugiere a uno de sus contrincantes que, en caso de derrocarlo, el arresto se llevara a cabo a las 8 de la mañana, “con el cambio de guardia demorado quince minutos, de modo que las tropas que custodian al presidente no se sientan obligadas a combatir”. Siguiendo el guion de la crónica de un golpe anunciado, en la mañana del 29 de marzo el gobierno fue depuesto y su titular enviado a la isla Martín García, donde permaneció bajo confinamiento durante un año. “El peso de la soledad” que sintió durante su presidencia, como le confesó a Félix Luna, continuó acompañándolo en la isla. Sin ser dueño de los votos que le dieron el triunfo, no logró cumplir con lo que esperaba de esa soledad que, con ser “dolorosa” –decía– puede convertirse en “una fuerza y no en una debilidad”.

Historiadora


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