Di Tella en los medios
La Nacion.com
14/05/21

El Presidente en su limbo: un liderazgo que se esfuma

Por Andrés Hatum

El profesor del MBA y Executive MBA analizó la clase de liderazgo que ejerce el presidente Alberto Fernández.



A veces nos preguntamos qué clase de líder es el presidente Fernández. En el lavarropas emocional que nos tienen acostumbrados la mezcla de un gobierno errante y un contexto explosivo, es difícil poder entender qué juego de poder practica el primer mandatario. Sin embargo, hay algunas pistas que nos pueden ayudar a entender su propio perfil de líder.

Una encuesta del Grupo de Opinión Pública (GOP) y la consultora Tres Punto Zero analizó la percepción de los encuestados respecto de quién tiene el poder en el espacio del partido gobernante. Entre los votantes del Frente de Todos, el 48,7% menciona como líder del espacio a Cristina Kirchner, mientras que un 39,9% afirma que la jefatura la ostenta el Presidente. Por otra parte, entre los votantes de Mauricio Macri, el 87,2% consideró a Cristina la líder del Frente de Todos y solo el 2,5% señaló a Fernández.

Estos resultados muestran la percepción de muchos argentinos: el Presidente reina, pero no gobierna. Puede que esto sea el corolario de haber llegado al poder de la mano de Cristina Kirchner: una mano que parece un yunque.

¿Se puede liderar tironeado por un partido fragmentado donde el gran decisor es Cristina? ¿Qué consecuencias tiene? Estar en el medio, como el Presidente intenta, es la peor de las situaciones para un líder que quiere posicionarse. El Presidente trata de poner paños fríos entre las diferentes sectas del partido, y eso hace que sus decisiones se ralenticen o, directamente, que no existan. La historia demostró que la tibieza no es aceptada en el peronismo. Solo recordemos a Evita cuando dijo: “los tibios, los indiferentes, los peronistas a medias, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor”.

Volviendo a la historia, hay algunos ejemplos que explican que una estrategia diferente a la de Alberto Fernández puede resultar significativa a la hora de liderar. Veamos tres claros ejemplos:

En 1954, cuando Frondizi era diputado, publicó el libro Petróleo y política, en el cual consideraba esencial el monopolio de YPF y aseveraba que no se requerían capitales externos para lograr el autoabastecimiento. En su discurso por Radio Belgrano el 27 de julio de 1955, criticaba los contratos petroleros de Perón, diciendo que esos contratos “sería(n) como la marca física del vasallaje”, y sentó las bases de su propia propuesta de gobierno. Pero cuando llegó al poder hizo todo lo contrario, y avanzó en un esquema diferente al planteado, donde firmó contratos con empresas internacionales. Frondizi, subió al poder con aliados que después dejó, o lo dejaron. Y, definitivamente, pasó a la historia como alguien que generó el autoabastecimiento energético en el país.

Carlos Menem parecía un caudillo feudal, y se terminó convirtiendo en el parangón del liberalismo. Llegó con el peronismo, se comió a la Ucedé y dejó a su partido titilando con una crisis de identidad. El proceso de privatizaciones en la década de 1990 tiene el sello de alguien que, al sentarse en el poder, vislumbró la necesidad de cambio.

Finalmente, Néstor Kirchner, un desconocido que vino de la mano de Eduardo Duhalde, el exgobernador y exvicepresidente despechado con Menem.  Quedó segundo en la elección general de 2003 y no llegó al ballotage por el retiro de Menem, ganador en la primera vuelta.

Kirchner arribó al poder con un porcentaje bajo de votos, pero al llegar, barrió a su tutor y comenzó a construir su propio armado de poder. Su impronta sigue hasta hoy en la política argentina.

Estos líderes políticos se consolidaron en el poder no por tratar de apaciguar a aliados o generar concesiones. Por el contrario, dieron un golpe de timón que dejó a muchos pasmados y sorprendidos. También dolidos y resentidos. Fueron capaces de entender el juego de la realpolitik saltando el status quo y creando una nueva realidad que, en todos los casos, fue transformadora de la sociedad.

Esto es importante para el señor Presidente, porque si sigue así, sin lograr liderar con más firmeza hacia adentro de la coalición, no pudiendo despedir a un subsecretario como el de Energía, va a poner en jaque a la misma coalición que lo llevó al poder pero, peor aún, a su propio liderazgo. Las tibiezas en el poder se pagan caras. La gente no admite inseguridades o torpezas.

Señor Presidente, si sus decisiones son oscilantes y dubitativas, el votante lo va a ver a usted más con un líder “flanteca”: flan y manteca; alguien que figura, pero no puede tomar una decisión.

PhD, profesor en la Universidad Torcuato Di Tella y autor de El antilíder