Di Tella en los medios
Clarín
3/04/21

EE.UU., Gran Bretaña y Malvinas

El vicerrector de la UTDT identificó algunos cambios que podrían fortalecer la posición argentina en relación a las Malvinas.


Ilustración: Fidel Sclavo

Si se entiende una coyuntura crítica como un momento singular en el que sobreviven elementos del pasado y se reconfiguran elementos nuevos, al tiempo que se incrementan las alternativas disponibles para los actores políticos, el tema de Malvinas está inserto en una coyuntura crítica.

Hay una ventana temporal que podría ser aprovechada por la Argentina. Es claro que no hay una solución inmediata respecto a las islas, pero también lo es el hecho de que se vislumbran cambios que podrían fortalecer nuestra posición.

Para eso son necesarias dos condiciones, una interna: tener una economía sólida y sustentable que genere bienestar, ya que sin una base material robusta cualquier aspiración de recuperar Malvinas tendrá un límite infranqueable. Y una externa: aumentar los apoyos, es decir; contar con más y nuevos amigos de América Latina y el Caribe, del Sur Global y de potencias claves.

Una lectura del frente internacional, en especial de Gran Bretaña y Estados Unidos, resulta esencial. En el caso británico, su situación muestra un cierto debilitamiento. En el plano jurídico ha tenido dos reveses.

La Corte Internacional de Justicia (2019) y el Tribunal Internacional del Derecho del Mar (2021) sostuvieron que la república de Mauricio tiene soberanía en las islas de Chagos en la disputa con el Reino Unido. A su vez, en el plano político y comercial, y a raíz del BREXIT, la Unión Europea dejó de considerar a Malvinas territorio británico de ultramar, con efectos comerciales desventajosas para los isleños.

Por primera vez en décadas, la fuente de disgusto y frustración de los isleños está en Londres; algo que nos debería alentar a una actitud más constructiva de Buenos Aires hacia ellos. En el plano de los servicios financieros, en enero de 2021 Ámsterdam fue el mayor operador financiero en Europa, desplazando a Londres. Ya en octubre de 2020 US$ 1.5 billones de dólares en fondos colocados en el Reino Unido se retiraron del país.

Dado que Gran Bretaña ya no será una potencia expansionista, procurará ser, al menos, influyente. Así, lo más probable es que en el corto plazo combine una mayor hostilidad hacia China y una muy cercana (pero desbalanceada para Londres) “relación especial” con Estados Unidos en los campos de la defensa y seguridad.

Respecto a América Latina—y sin olvidar Malvinas--Londres buscará ampliar los lazos con Brasil, tal como se evidenció en el cuarto Diálogo Económico y Financiero de diciembre de 2020: el comercio bilateral alcanzó ese año a 6.000 millones de libras esterlinas; más de cinco veces el comercio argentino-británico.

Sobre Estados Unidos es relevante hacer dos precisiones. En primer lugar, históricamente Washington ha buscado mantener su neutralidad en casos que involucran el principio de soberanía y el de auto-determinación. EE.UU. supo tener esa postura pragmática frente a Malvinas.

Un ejemplo, entre otros, es el aerograma confidencial enviado por la Embajada al Departamento de Estado el 16 de mayo de 1979. Ahí se afirmaba: a) que ante el diferendo argentino-británico la posición de EE.UU. era “estrictamente neutral”; b) que la posibilidad, facilitada por Buenos Aires, de una base soviética en la isla era “remota”; y c) que se trataba de un caso en el que prevalecía “ciertamente un dominio colonial británico anacrónico”. Esa posición se quebró en 1982.

El entonces senador Joe Biden se manifestó enfáticamente: lideró dos Resoluciones (378 del 27 de abril y 382 del 29 de abril de 1982) reclamando que EE.UU. no fuera neutral en el conflicto de Malvinas y que respaldara a Gran Bretaña. Años más tarde, en el gobierno de Barack Obama y como vice-presidente, Biden no cuestionó lo que en marzo de 2010 aseveró la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, para quien Malvinas se trataba de un asunto entre Londres y Buenos Aires.

Sin embargo, añadió: “Si podemos ser de alguna ayuda a la hora de facilitar estos esfuerzos, estamos listos para hacerlo”. En síntesis, es posible contemplar un papel eventualmente positivo de Washington. Un ejemplo interesante lo aporta el estudio de Carlo Patti y Rodrigo Mallea que reveló el papel del legislador estadounidense Peter Findley en 1977 y cuya iniciativa inspiró lo que en 1991 fue la creación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares; un notable acuerdo de no proliferación.

Un segundo punto para subrayar frente a Estados Unidos es que es imperioso no convertir Malvinas en epicentro de la rivalidad entre EE.UU. y China; algo que favorecería aún más el acercamiento de Londres a Washington.

La prioridad naval estadounidense está en otro lugar y es bueno mantenerlo alejado del Atlántico Sur, preservándolo como zona de paz y cooperación. Para entender mejor esto es bueno reflexionar sobre lo siguiente: hace unos días el almirante Philip Davidson indicó que el Comando Indo-Pacífico requería de un presupuesto de US$ 27.000 millones de dólares, mientras que el presupuesto para 2021 del Comando Sur es algo inferior a US$ 200 millones de dólares.

Cuanto menor atención militar coloque el Pentágono en el Atlántico Sur menos relevante será el rol británico. Eso, a su turno, implica que la Argentina debiera, junto a Brasil, afirmar la seguridad de esa parte del Océano y no atraer a China (que ya respalda a Argentina en el tema Malvinas). Se puede tener una sutil diplomacia de equidistancia hacia Washington y Beijing si se entienden los alcances de los vínculos respectivos.

La Argentina necesita beneficiarse de la coyuntura crítica que se atraviesa a los efectos de la recuperación pacífica de Malvinas. Hay que hacer varias cosas muy bien. Aumentar la cuantía y calidad de los apoyos a su posición requiere de una planeación estratégica seria.

Juan Gabriel Tokatlian es profesor de Relaciones Internacionales. Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT )


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