Di Tella en los medios
La Nación
20/02/21

Vuelta a clases: ¿Qué debería cambiar en la enseñanza para que los chicos aprendan de un modo eficiente?

Claudia Romero, profesora del Área de Educación de la Escuela de Gobierno e investigadora asociada al CEPE, explicó cómo revincular a los alumnos escolares que en 2020 quedaron desconectados del sistema educativo.

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Aulas invertidas y aprendizaje acelerado son dos de las recomendaciones de los expertos para esta nueva "normalidad" en las escuelas. DGE

Las clases finalmente comenzaron con los chicos en la escuela, y más allá de los cambios de conducta que imponen los nuevos protocolos que, por ejemplo, hacen que una maestra ya no le pueda atar los cordones a un chico de jardín de infantes, los docentes empezarán a corroborar con el correr de las semanas lo que se dijo una y otra vez durante estos 11 meses de enseñanza remota: que las aulas hoy son mucho más heterogéneas que antes, y mucho más desiguales. Los expertos en educación consultados por LA NACIÓN explican que en una misma burbuja van a convivir los alumnos que tuvieron un mejor año escolar 2020, los que transitaron un recorrido débil y entrecortado con los chicos y chicas que ni siquiera llegaron a aprender los contenidos mínimos propuestos. Así de complejo empieza el nuevo ciclo lectivo, con el aditivo que traerán los infinitos problemas de logística ante los escenarios de contagios, casos sospechosos y cuarentenas intermitentes de acuerdo con la realidad epidemiológica de cada distrito, y de cada escuela.

¿Cuánto tiempo llevará recuperar los aprendizajes? ¿Qué debería modificarse para que este año sea a nivel pedagógico lo más eficiente posible? “Hace semanas que el tema público es el protocolo sanitario. Barbijos, lavado de manos, circulación, horarios. Ocupa muy poco lugar lo que pudiéramos decir, para usar una palabra de época, el protocolo pedagógico –señala Irene Kit, presidente de la Asociación Civil Educación para Todos-. Aceptamos que la asistencia a la escuela va a ser reducida, ya sea en horas, días o semanas. No hay reglas fijas, y todo puede variar. Difícil organizar la familia en esa situación, pero también muy complejo como contexto de aprendizajes duraderos y sistemáticos, que se construyen mejor en coordenadas más previsibles”.

¿Qué son las aulas invertidas?

Nadie eligió esta situación, apunta Kit, pero el asunto, dice, es de qué manera mitigamos los efectos de este escenario aún lejos de lo deseable. Una de las claves, agrega el sociólogo Alejandro Artopoulos, especialista en innovación pedagógica y profesor de la Universidad de San Andrés, es continuar con la planificación de aulas híbridas, porque nadie sabe con certeza cuántas horas de presencialidad habrá este año. “El corazón del aula híbrida funciona ‘dando vuelta la clase’. Implementar el flipped teaching”, propone.

Un aula invertida es un tipo de aprendizaje combinado, en el que los estudiantes conocen el contenido en casa y practican, analizan y trabajan sobre esos temas en la escuela. Es una práctica que se utiliza más en la universidad, pero todo lo opuesto a la más común que se da en el ámbito escolar, donde el docente introduce un contenido nuevo en el aula y luego asigna tareas para que los estudiantes completen de forma independiente en casa. “Hay que seleccionar bien los contenidos y diseñar actividades en función de estos dos momentos, sincrónicos y asincrónicos. Se deben priorizar las actividades de aplicación de conocimiento para la sincronía, que es cuando los docentes pueden estar disponibles para el aprendizaje profundo”, explica Artopoulos.

Para Claudia Romero, profesora e investigadora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, sin dudas se trata de un año muy desafiante, porque las aulas serán más diversas y desiguales. Ante esta realidad, Romero descarta la idea de correr detrás de todos los contenidos que no se aprendieron. “Todos los chicos van a estar en puntos distintos en su recorrido de aprendizaje y es fundamental que cada escuela los identifique. Hay por lo menos tres grupos de estudiantes: los que perdieron todo contacto, los que hicieron un recorrido mínimo e insuficiente, que son la gran mayoría, y los que pudieron avanzar y aprender lo esperable para el año –describe Romero-. Los desconectados totales requieren lo que llamamos ‘estrategias de revinculación’. Hay que ir a buscarlos y recuperar un sentido de lo escolar. Estos alumnos van a requerir tutorías personalizadas, un plan de trabajo que integre contenidos y en secuencias didácticas de corto tiempo para que puedan ir construyendo pequeños logros que les permita recuperar la confianza”.

Programas de aceleración de aprendizajes

Para los alumnos que tuvieron una experiencia débil y no llegaron a lo mínimo de lo propuesto por la escuela se necesitan, según Romero, programas de aceleración de aprendizajes. “Aquí se hace una fuerte adaptación curricular, donde se selecciona lo básico, se hace foco en lengua y matemática y se trabaja al menos con dos docentes combinando estrategias generales y seguimiento individual. Es importante diseñar materiales especiales, en papel y en digital. A veces, la información sobre un tema es mucho mejor ofrecerla a través de material audiovisual, que permita síntesis entre imágenes y conceptos. Luego se da el trabajo con los docentes y compañeros, que es para construir conocimiento”, aporta Romero. También recuerda que, inicialmente, este tipo de programas se utilizaron para los alumnos de escuelas primarias con sobreedad y que habían repetido varias veces, con el fin de que pudieran hacer dos años en uno. “Los programas de aceleración pueden aplicarse ahora en todas las escuelas. No se trata de hacer lo mismo, pero más rápido, sino de orientar a que los alumnos puedan progresar en su escolaridad de una manera más eficiente”, subraya la experta.

Para el último grupo de chicos, los que pudieron transitar el 2020 de manera más satisfactoria, Romero propone trabajar con procesos de consolidación y complejización creciente. “Afianzar lo aprendido con actividades de profundización, y ofrecerles la oportunidad de seguir aprendiendo. Es probable que estos alumnos cuenten con mejores condiciones tecnológicas y de acompañamiento familiar, y en estos casos podrán usarse más actividades asincrónicas y remotas”.

Lucía Feced es la subsecretaria de Coordinación Pedagógica y Educativa del Ministerio de Educación porteño, y cuenta que la primera información que recibieron los docentes que regresaron a la escuela, el 8 pasado, fue la de la elaboración de un documento curricular específico para este año lectivo. El texto que les servirá de guía se llama Documento de contenidos priorizados, que contempla a todos los niveles y tiene como fin que en todas las aulas se pueda cumplir con un “piso mínimo” de aprendizaje. “No es un techo, sino una base de lo que se tiene que poder enseñar este año según cada nivel. El otro de los ejes tiene que ver con poner el foco en que el tiempo de presencialidad se aproveche de la mejor manera. Dejar para los encuentros sincrónicos aquello que en la virtualidad no se da tan bien, como la construcción grupal, las discusiones y las conclusiones a las que se llega en conjunto a partir del error”, señala Feced, que también abona la teoría del aula invertida.

Intervenciones didácticas para aulas heterogéneas

Otra de las herramientas que menciona Feced es la plataforma en línea Progresiones de los aprendizajes, un complemento para que los docentes puedan fortalecer la intervención didáctica en materias como lengua y matemática, sobre distintos temas y en los distintos grupos de alumnos, sobre todo en aulas como las actuales donde los conocimientos en una misma burbuja pueden ser muy dispares. “Son propuestas ideales para aulas heterogéneas, porque sobre un mismo contenido como pueden ser las ecuaciones, por ejemplo, a un grupo de chicos les doy consignas para avanzar y a otro para reforzar conocimientos. También sirven para hacer un mapa de diagnóstico, para establecer un punto de partida más personalizado”, sugiere Feced.

Darío Álvarez Klar, fundador de Red Itínere, a la que pertenecen seis colegios privados de la provincia de Buenos Aires, coincide en que una de las prácticas innovadoras fue la incorporación significativa de la tecnología en los procesos de aprendizaje, aunque están en plena etapa de consolidación las habilidades de uso, la producción de contenidos y la creación de una ciudadanía digital responsable. “El sistema educativo no estaba preparado para la escolarización virtual, o para un formato con modalidades híbridas, y este año nos demanda articularlas. Si solo quisiéramos garantizar la transmisión de contenidos, la modalidad sería lo de menos, dado que sea cual fuera la fuente la información es accesible fácilmente. El desafío es cómo garantizar que en la virtualidad se pueda ‘traspasar’ las pantallas, experimentar, dialogar y también construir colaborativamente”, expone Klar.

Un día antes del retorno a las aulas en la Ciudad de Buenos Aires, el ministro de Educación, Nicolás Trotta, dijo que “todos tenemos que poner el esfuerzo en este regreso cuidado, que es un proceso en construcción”. Consideró que son los protocolos los que permiten esa vuelta y no la vacunación, ya que los estudiantes no serán inoculados. En plena transición entre la educación virtual del año pasado y la presencialidad, todo lo que señaló el ministro fue que, a partir de ahora y de manera unánime, se acordó con las 23 provincias, la ciudad de Buenos Aires y el Estado nacional “un proceso de reorganización pedagógica: la unidad pedagógica 2020 y 2021”, una frase poco feliz para explicar que los alumnos no pasaron de grado de manera automática. “No es que se les dio por aprendido cuestiones que no aprendieron. En este ciclo lectivo que se inicia se realizará un trabajo diagnóstico para poder abordar el proceso pedagógico de cara a lo que ha sido este aprendizaje desigual”, reforzó.

Sobre los mapeos sugeridos para conocer el nivel de aprendizaje y elaborar un diagnóstico del aula, Kit propone dos consideraciones a tener en cuenta. “La primera, es que los y las docentes tienen que conocer y comprender el punto, la situación de aprendizaje en la que están los estudiantes. Por la particularidad de este año, sería imprescindible que esa aproximación a los conocimientos no sea con una prueba diagnóstico al inicio del año escolar. Más bien que haya, al menos, un mes de enseñanza sistemática y potente, antes de tomar cualquier evaluación –aconseja la referente del Observatorio Argentinos por la Educación y especialista en fracaso escolar-. La segunda, es que tal vez sea necesario hacer un esquema donde ciertos grados tengan una mayor presencialidad que otros. Por ejemplo, los últimos grados de la primaria y de la secundaria. El año pasado dejó poca oportunidad de respuesta a los estudiantes que egresaron de cada nivel educativo. Podemos evitar esa carencia para los que egresan este año, con propuestas sólidas y creativas y también protegiendo su tiempo de clase en el aula”.