Di Tella en los medios
Clarín
11/10/20

El centro de la revolución está en el bolsillo: el celular

El profesor del Departamento de Estudios Históricos y Sociales describió la evolución del sistema de pagos digitales en la Argentina.


Dinero electrónico. Bancos, tarjetas y fintech suman nuevas alternativas para los pagos móviles.

Cuando hace ya tres años, desde el Banco Central se impulsó la adopción de un estándar común para los pagos vía códigos QR, usábamos una foto del uso del sistema en una carnicería de una feria en China. La reacción generalizada de quienes veían esa imagen era de un profundo escepticismo: “Esto nunca va a pasar acá, a los argentinos les gusta el cash”.

Sin embargo, la penetración de pagos digitales en la Argentina fue aumentando en los últimos años, tanto con QR como con tarjetas prepagas y de débito. El centro de esa revolución está en el bolsillo de todos: el celular.

El mercado se sigue moviendo: tan sólo en el último mes, por ejemplo, la app con tarjeta prepaga Ualá anunció el inicio de sus operaciones en México en medio de un éxito arrasador en la Argentina; el Banco Nación lanzó “BNA+”, una app de pagos simple que, igual que “Cuenta DNI” del Banco Provincia, permite una interacción más fácil y pagos QR para millones de usuarios; NaranjaX, una fintech, superó en poco tiempo las 100.000 tarjetas emitidas; MercadoPago lanzó una campaña para que “todas tus finanzas” estén en esa aplicación; una nueva fintech, Ank, lanzó su app que permite realizar transferencias desde cualquiera de tus cuentas bancarias; y el proyecto de los bancos para pagar con QR desde aplicaciones bancarias, Modo, anunció que haría su lanzamiento en este trimestre.

El jardín está teniendo su primavera, y está cerca de convertirse en un ecosistema que supera el punto de no retorno a partir del cual, por una cuestión de comodidad, reemplazará al efectivo. ¿Qué falta? Lo más importante es que, así como entre todas esas aplicaciones bancarias y no bancarias puede enviarse dinero a través de un único sistema de alias (los nostálgicos siguen usando el CBU/CVU, incluyendo increíblemente a la AFIP), esa misma “interoperabilidad” exista con códigos QR.

Eso permitiría, por ejemplo, a los millones de usuarios de “BNA” y “CuentaDNI” que reciben allí un programa social, pagarle a un comercio adherido a MercadoPago. La adopción de esa manera de pagar se masificaría y el sistema se volvería más competitivo, porque una aplicación de pagos no tendría que ir a “cazar comercios” por sí misma para poder pagar con QR. Y las empresas que dan servicios de pago a comercios podrían ofrecer la aceptación de pagos con QR sin tener que salir a “cazar usuarios”.

El Banco Central tiene en su poder avanzar en esa línea. El proyecto de regulación, conocido como “Transferencias 3.0”, se vincula a este punto, porque establece reglas para que los actores del sistema usen más las transferencias bancarias como medio de pago automáticos, que pidiéndole al mozo el alias del restorán para pagar la cuenta. Eso incluye, entre otras posibilidades, los pagos con códigos QR. Mi impresión es que el proyecto tiene cierto exceso de ambición, procurando imitar regulaciones “totales”, como existen en México y Brasil.

Lo que en realidad se requiere es un empujoncito regulatorio minimalista, con tres elementos: 1) Exigir a todos los actores (bancos y fintech) que están enrolados en el sistema de transferencias CBU/CVU a tener un lector QR único. 2) Obligar a todos los actores que ofrecen la recepción de pagos con QR (hoy esencialmente MercadoPago, aunque hay otros como Yacaré o Fiserv) a que cualquier otro actor del sistema tenga la información necesaria para realizar un pago en esos comercios. 3) Establecer algún sistema por el cual la empresa que le cobra al comercio comparta ese arancel con la app que emitió el pago (en la jerga: establecer una “tasa de intercambio”, como existe ya con los sistemas de tarjetas).

Si bien estas obligaciones pueden sonar “intervencionistas”, es conocido que en una industria de red –como es un sistema de pagos– no siempre el libre mercado lleva al lugar más competitivo. Con tres reglas tan simples como las mencionadas, en no más que un par de meses la Argentina podría dar un paso que disminuiría los costos de fabricación y distribución del efectivo (crecientes en un país de alta inflación), la seguridad ciudadana (por menor uso del efectivo) y la inclusión financiera (porque quien realiza pagos con su celular accede también por esa vía a una mayor oferta de crédito y ahorro).


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