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Infobae.com
7/10/20

Sus padres llegaron a la Argentina con 20 dólares, prosperaron y ahora él ganó una prestigiosa beca en Londres

Por Camila Hernandez Otaño

OL Jonatan Beun, licenciado en Economía Empresarial y ganador de una beca Chevening para cursar una maestría en Behavioral & Economic Science en The University of Warwick, contó la sacrificada historia de su familia, emigrada desde Corea del Sur.

Es hijo de inmmigrantes, y ahora se ganó una prestigiosa beca para seguir su formación

“No sé cuántos países te reciben como Argentina y te permiten desarrollarte”, asegura categórico Jonatan Beun (29), que se llama así solo en el documento de identidad, porque en realidad el nombre que le pusieron sus padres, nacidos en Corea del Sur, es OL. Así, con dos mayúsculas.

OL es hijo de Soo (62, le dicen César) y Lee (52), una pareja de inmigrantes que llegaron a Buenos Aires en 1986. “A mi padre le habían ofrecido un puesto en una pyme coreana, una manera de incentivar el comercio entre ambas naciones. Pero no había trabajo alguno, era todo una farsa”, relata. En vez de regresar a casa, su padre salió a descubrir la inmensidad del territorio nacional como mochilero. “Quedó fascinado, y decidió empezar su vida en acá”. Antes volvió a su ciudad Daegu, para casarse.

Así fue como de a poco, sin hablar el idioma, sin referencias, y con apenas 20 dólares en el bolsillo, el matrimonio se reinventó en un mundo totalmente desconocido para ellos. Él era agronómo, ella maestra, pero comenzaron haciendo changas para gente de la comunidad para poder sobrevivir. "Durmieron en casa prestadas, e inclusive como ocupas. Los primeros años fueron muy duros, sobre todo por la barrera cultural”, cuenta su hijo a Infobae.


OL es el hermano del medio. Kyore Beun (Antonio), 33 años, es el mayor y Kyol Beun (Nicolas), 24 años, el menor. En esta foto, en el local de ropa de Rosario

OL es el hermano del medio. Kyore Beun (Antonio), 33 años, es el mayor y Kyol Beun (Nicolas), 24 años, el menor. En esta foto, en el local de ropa de Rosario.

Luego de juntar algo de dinero pudieron abrir un kiosco en un galpón en Almagro, y les comenzó a ir bien. Finalmente, el cambio de vida llegó de la mano de un conocido de la comunidad que les ofreció hacerse cargo de un local de ropa en Rosario. “No tenían plata para pagar el local, y el dueño les dejó un plan de pagos. Trabajaban de lunes a lunes con mucho esfuerzo, como hacen los coreanos y les fue excelente. Yo llegaba del colegio, y me ponía a ayudar en el negocio, todos teníamos que colaborar... inclusive el 24 de diciembre. Nunca existieron las vacaciones como tales…”, reconoce OL.

Corea y Argentina, un choque cultural

En la Argentina viven alrededor de 30 mil personas de ascendencia coreana, que enriquecen con sus tradiciones de más de cinco mil años de historia a nuestro consabido “crisol de razas”. Eso incluye sus vestimentas, gastronomía, modales, ética, reverencia a los mayores y valores que OL jamás perdió y aplica en su día a día.

OL siempre se sintió un poco “extranjero” en su propio país de nacimiento. "Algo de la identidad siempre me costó, sobre todo durante la infancia, porque en casa jamás se permitió hablar español. Tampoco consumimos cultura local, como ver la tele o escuchar la radio, nunca vi Chiquititas, ni Cebollitas... iba a la escuela y no sabía de qué hablaban”, recuerda.

Otro hábito que le llamaba la atención a sus amigos argentinos era cómo se dirigía a los padres. “A los adultos no les decimos por el nombre, es una falta de respeto. Por ejemplo María para mí era la ‘madre de Alejandro’, nunca María. Y me miraban raro”, agrega.

Los sabores tradicionales de Corea eran otro distintivo de su hogar: Bi bim bap (arroz con vegetales salteados, carne, huevo frito, aceite de sésamo y gochujang -salsa picante-) y Sam guiop sal (el equivalente coreano al asado) eran sus platos preferidos. “Si no como dos veces por semana alguno de ellos, me muero”, exagera.

Según cuenta, las vacaciones no existen para los coreanos. “No saben lo que es disfrutar de la vida”, admite. Los veranos de la familia Beun era especiales: “Teníamos como misiones. Por ejemplo cruzar la frontera de Bolivia a pie, o caminar durante quince días para unir Córdoba capital con Rosario… nunca llegamos. Volvía a la escuela y me preguntaban que había hecho, y siempre inventaba algo porque me daba vergüenza... hoy me parece una gran anécdota”, resalta.

En Corea. En Corea. "Me invitaron a participar de una conferencia de líderes de descendientes coreanos alrededor del mundo y di una charla sobre mi experiencia habiendo crecido en Argentina".

Argentina, tierra de oportunidades

En poco tiempo la familia Beun pudo ganar estabilidad económica. Les fue tan bien que años más tarde pudieron traer a sus hermanos y padres a la Argentina. Todos lograron crecer laboral y profesionalmente. “No se que otra nación trata de esta manera a los extranjeros”, vuelve a reconocer. “Ni hablar de la educación y la salud pública garantizada”, agrega.

Sigue: “Los tres fuimos a escuelas privadas, y yo terminé estudiando economía empresarial en la Universidad de Di Tella, luego hice un master, y ahora me gané la beca Chevening para formarme en Ciencias de la Economía del Comportamiento en el Reino Unido”.

Gracias a su formación, la Argentina quedó seleccionado para la prestigiosa beca que se extiende por un año. El camino no fue fácil, ya que para postularse se requieren diversos requisitos, como hablar perfecto inglés y tener referencias académicas y laborales. “Durante medio año dividía mi tiempo entre trabajo y la preparación para aplicar, fue duro” explica.

OL tiene un currículum brillante: fue profesor de Innovación en la Universidad Torcuato Di Tella y es el Director Académico del Programa de Applied Behavioral Design de la Universidad Católica Argentina. Además, es miembro de Global Shapers, una red de jóvenes líderes iniciada por el Foro Económico Mundial.

Eso no es todo, trabajó en el gobierno, primero como Jefe de Gabinete de la Dirección Nacional de Innovación Pública y luego como Director para el Desarrollo de Capacidades de Innovación. Decidió dejar su cargo luego obtener una beca para estudiar en Georgetown University en donde realizó el Programa Global Competitiveness Leadership.

OL parte este sábado a su nueva aventura en el continente Europeo, una experiencia muy distinta a la que vivieron sus padres, pero no por eso menos desafiante. “Siendo inmigrante uno siempre supo que había un mundo afuera esperando, y a eso voy, a descubrirlo”.

Hoy los padres de OL dividen su tiempo entre Buenos Aires y el mundo. Siguen viajando como mochileros por Sudamérica. Cuando están en el país residen en el barrio de Villa Crespo, y viven de rentas. Están cómodos y felices. Con planes de envejecer en Argentina.

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Agradecido con la Argentina -“en realidad soy más argentino que coreano”-, luego de su experiencia en Europa, sueña con regresar al país que eligieron sus padres como hogar, “para contribuir en el desarrollo nacional y devolver todo lo que la Argentina nos dio”.