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Clarin.com
26/07/20

Teletrabajo, ¿asalariado o cuentapropista?

Por Ernesto Schargrodsky

El profesor de la Escuela de Negocios y director del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) analizó cómo el teletrabajo está modificando el mercado laboral.


Dibujo Vior

La pandemia ha acelerado en todo el mundo la migración del trabajo presencial al teletrabajo. Clases, consultas médicas, operaciones bancarias y comerciales, servicios legales y contables, estudios de diseño, ingeniería y arquitectura, son sólo algunas actividades que ya se encontraban en ese proceso de migración. Pero la pandemia obligó a realizar inversiones en equipamiento, conectividad y sistemas cuyo costo frenaba el cambio de modalidad. Ahora que esos gastos ya están siendo afrontados, una parte de esta migración no se revertirá al finalizar la cuarentena.

Los números no son despreciables. Bonavida y Gasparini estiman que un 26% de los ocupados en la Argentina podría trabajar a distancia. Una encuesta de Isonomía muestra que muchos empleados no quieren regresar al trabajo presencial una vez finalizada la pandemia.

Esta migración, en parte irreversible, del trabajo presencial al remoto llevó al Congreso a debatir una ley que busca proteger con similares derechos a ambos tipos de empleados. Sin embargo, la cuestión no es simple. Involuntariamente, los legisladores pueden terminar transformando a potenciales teleempleados asalariados en trabajadores cuentapropistas.

Los Premios Nobel de Economía Ronald Coase (1991) y Oliver Hart (2016) se preguntaron por qué existen las empresas y qué explica su tamaño. Es decir, por qué algunas transacciones y tareas se realizan en el mercado entre compradores y vendedores libres, mientras que otras se realizan dentro de las firmas con trabajadores asalariados. Su respuesta fue que, mientras que en las transacciones de mercado se deben acordar precios, cantidades y calidades de productos en contratos cambiantes y complejos, dentro de una firma un gerente o dueño ejerce autoridad sobre la división de trabajos y asigna tareas a empleados que perciben un sueldo.

Armen Alchian y Harold Demsetz agregaron que, cuando un proceso productivo requiere tareas en equipo, resulta más fácil observar dentro de una empresa cuánto input provee cada integrante que determinar, fuera de una empresa, las contribuciones individuales al output colectivo. Oliver Williamson (Premio Nobel 2009) añadió que las empresas prefieren invertir en activos en instalaciones propias para garantizarse su uso exclusivo y su cuidado.

Por sí solas, todas estas ventajas de organizar la producción dentro de empresas podrían haber llevado a que existieran firmas de enorme tamaño.

Sin embargo, cuando una empresa crece, se incrementan sus costos de organización, incentivos y controles internos. Del balance entre beneficios y costos de realizar transacciones y tareas dentro o fuera de una firma surge el tamaño óptimo de cada empresa, que difiere -por supuesto- en distintos sectores productivos y mercados.

La migración al trabajo virtual altera notablemente este equilibrio. En el trabajo virtual es muy complicado medir el input de los empleados.

Por ejemplo, es muy difícil controlar cuántas horas trabaja un empleado. Aún si se pudiese medir el tiempo que pasa sentado frente a una computadora, debería verificarse que efectivamente esté trabajando para la empresa.

En cambio, en el teletrabajo es más fácil medir el output que cada trabajador reenvía realizado, y si hay una producción en equipo, es inevitable dividir claramente las responsabilidades de cada integrante. Además, los activos provistos por la empresa quedan al cuidado del empleado en su hogar. Podrían ser utilizados para otras tareas, o incluso usarse para realizar trabajos para otras firmas competidoras, por lo que se reducirían los incentivos de las empresas a proveerlos, en particular si se trata de activos, programas o datos exclusivos o confidenciales.

En resumen, en el trabajo virtual, por un lado, se diluyen para la empresa muchas de las ventajas de mantener a los trabajadores en forma asalariada porque es más difícil controlar el input de cada trabajador y proteger activos propios de la firma. Por otro lado, se facilita el trabajo independiente porque la empresa puede medir mejor el output y el trabajador puede colaborar simultáneamente con distintas firmas.

Por estos motivos, resulta probable que la migración al teletrabajo se vea acompañada por una sustitución de empleos en relación de dependencia por empleos independientes.

Esto reforzaría tendencias actuales de precarización laboral en la Argentina con sustitución de trabajo formal privado por trabajo por cuenta propia.

Para atenuar este proceso, en parte inevitable, la legislación debería evitar la introducción de regulaciones rígidas al teletrabajo asalariado y en cambio aumentar su atractivo mutuo permitiendo que empleados y empleadores compartan ganancias de flexibilidad horaria, ahorros de alquiler de oficinas, y reducciones de gastos de transporte y alimentación fuera del hogar.

Con la intención de equiparar sus condiciones laborales con las de los trabajadores presenciales, los legisladores pueden, involuntariamente, terminar transformando a los teletrabajadores en monotributistas.

Ernesto Schargrodsky es economista, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella e investigador del CONICET.