Di Tella en los medios
Clarín
10/07/20

La radio, un refugio en la cuarentena

La profesora del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales analizó la evolución histórica de la radio hasta su rol en la cuarentena.


Nat King Cole, Blackie y Antoinio Carrizo en 1959, en los estudios de Radio el Mundo, Buenos Aires.

En tiempos de cuarentena extensa, estar en casa se volvió una obligación que nos llevó a poner en práctica un “distanciamiento social”, y en muchos casos un “aislamiento”.

En ese “estar solo”, a veces alejado de los afectos, o tal vez encerrados en una rutina que puede tornarse monótona y asfixiante, la radio pareciera haber recreado un vinculo con el afuera y hacerlo entrar en nuestra vida diaria. En el contexto de la pandemia, los programas radiofónicos pueden preservarnos de la saturación (a veces brutal) de imágenes que la televisión y las redes exponen repetitivamente. Lejos de ese bullicio, de las noticias falsas de las redes, la parodia breve del Tiktok y el soliloquio del Podcast, la radio escucha.

Desde siempre fue entretenimiento: la música en todas sus formas, los deportes y el radioteatro poblaron el aire con voces admirables. Y siempre fue información profesional: los últimos acontecimientos, las entrevistas, los informativos fueron un sostén imprescindible.

Con el paso del tiempo, hacer radio se volvió una conversación. En ese mundo del éter (y la red), las palabras cuentan. El diálogo con un oyente que de manera imaginaria acuerda, pregunta, expresa, discute. Por definición, escuchar radio es ser (y tener) compañía.

Según el Sistema Nacional de Información Cultural en Argentina hay más de 2000 emisoras de diferentes alcances y condiciones: AM, FM, comerciales y comunitarias. Un relevamiento de 2017 señala que el 70% de la población encuestada escucha radio en un promedio de tres y cuatro horas diarias.

El comportamiento por edad es diferente: el oyente teen y sub25 elige programas donde la música es protagonista (47%), mientras que los mayores de esa edad buscan programas de interés general e información (43%).

Hablamos de un universo amplio y diverso, de fácil acceso, con diferentes soportes materiales, que provee información y diversión.

Como todos los medios, tiene sus reglas invisibles. Desde el punto de vista del escucha si la locución es acartonada o muy obvia, el oyente se aburre. Del mismo modo que el humor guionado no resulta muy atractivo. Preferimos el chiste que explota y la anécdota que nos mueve a la risa y nos deja rumiando lo ridículo del mundo que nos rodea. Por tratarse de una conversación, quien escucha busca la frescura, la autenticidad de las palabras, descubrir la intención.

Para algunos la radio es la mañana. El olor a café o el mate y el ruido de la casa que despierta. O la tarde en el trabajo, cuando las horas se hacen largas y necesitan a esos personajes tan parecidos a los propios amigos. También es la noche: la tranquilidad, las entregas de la facultad, el trabajo o el insomnio.

Como si fuera poco, es también el movimiento; se es oyente en el auto, el subte, el colectivo. En cualquier caso, la radio es siempre un afuera, un otro con quien nos relacionamos. En la intermediación se produce la empatía con el que está “del otro lado”: cuando entendemos su punto de vista, cuando la anécdota divertida nos hace descostillarnos de risa, o simplemente cuando la música nos lleva a algún lugar de la memoria. Ese instante en que algún oyente mandará un WhatsApp, un email o un llamado, y nos confirmará que estamos en la “misma sintonía”.

Esta es una época excepcional. Como ha ocurrido en otros países, es esperable un aumento de oyentes sobre todo en la programación matutina dado que al no tener que salir a trabajar habrá habido un aumento del encendido y permanencia. La diversidad de opciones que nos da la radio es una invitación a buscar nuestra compañía en esta pandemia. Encontrar el programa (el refugio) que nos aleja del aislamiento y nos mete en una comunidad de sonrisas cómplices, tarareos coreados en el anonimato y la distancia, voces confiables y mensajes que nos tranquilicen y animen a ser parte de una conversación necesaria.

Andrea Matallana es socióloga y y Doctora en Historia ( UTDT ). Profesora e investigadora del Departamento de Estudios Históricos de la Torcuato Di Tella.



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