Di Tella en los medios
Clarín
28/06/20

En el frente de tormenta

El profesor emérito del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales analizó la configuración de un escenario político atravesado por la pandemia y el caso Vicentin.


Ilustración: Mariano Vior

Ya no hay tiempo nublado; ahora avanza un frente de tormenta que agita el cuadrilátero de las crisis. Este pronóstico se agravó: en el primer rincón, recrudece la pandemia tras el cansancio de un trimestre de cuarentenas; en el segundo, se estremece la megalópolis del AMBA que concentra muertes y contagios; en el tercero, persiste el riesgo del default mientras se acentúa la caída en picada de la economía; en el cuarto, no cesa el faccionalismo que provoca el estratégico comportamiento del kirchnerismo.

En el centro del cuadrilátero se destacan dos confusiones. Confunde un relato dispuesto a borrar los juicios que atañen a la Vicepresidente y desconciertan los vaivenes de un Poder Ejecutivo en equilibrio inestable. En un caso, el objeto en disputa es la Justicia; en el otro, se ponen en juego la gobernanza y los consensos imprescindibles para sortear las crisis.

Está en veremos el diseño del proyecto de reforma de la Justicia. Si este propósito es loable, preocupa en cambio la intención de poner esta reforma al servicio de la impunidad. Este objetivo esta apuntalado por el liderazgo carismático de CFK que sobresale sobre el conjunto; un liderazgo con firme adhesión y mayor repulsa (rasgo típico de estos carismas) que permanece en relativo silencio y cuenta con un séquito que va marcando los pasos a seguir.

Estas voces son agonales y, por ende, divisorias. Trazan la frontera que separa al amigo del enemigo y ocupan espacios en el Estado, en la sociedad y en la economía. La iniciativa parece pues provenir de este sector que aúna militancia y disciplina.

Empero, esas arremetidas cargan con un pasado de fracasos y con los desaires de una sociedad fragmentada que se moviliza y cuestiona con frecuencia los dictados del poder. Las contestaciones sociales son muy intensas en nuestro país; cada Gobierno tiene la suya y la sufre en consecuencia.

Este es el cuadro de una sociedad conflictiva, creativa y desigual en la que este antagonismo permanente impulsa la declinación. Es un “agonismo creativo”, en palabras de Julio María Sanguinetti, que termina produciendo un despilfarro de oportunidades sin que ningún proyecto, de los tantos que se suceden, logre al cabo prevalecer. Ni la hegemonía kirchnerista, ni la modernización de Cambiemos pudieron durar.

Por estos motivos, el conservadurismo (por no decir reaccionario) implícito en lenguajes anacrónicos como el de “soberanía alimentaria”, o el anterior de “justicia legítima” son propios de un estilo adicto a restauraciones que no disponen de un extendido apoyo político y social. Según el temor de muchos, el ánimo revanchista podría ganar mediante un golpe de mano. Sin embargo, a esta operación poco ayuda el azote de las crisis.

A no olvidarlo: las cortas hegemonías que soportó el país se montaron sobre una prosperidad económica asimismo breve. Hoy aquellas ocasiones favorables son un espejo lejano. La circunstancia inmediata es la del desempleo, la clausura de las fuentes de trabajo, la escasez y el miedo ancestral que infunde el virus.

Con todo, la fuerza destructiva de la pandemia puede revertirse para incentivar políticas deficientes; el ejemplo de Venezuela, con Maduro persiguiendo con más saña a la oposición, es devastador. No obstante, entre nosotros no rige una dictadura con decisivo apoyo militar, sino un gobierno sobresaltado, tironeado por la dinámica del faccionalismo interno. La debilidad corre parejas con la confusión y el episodio de la empresa Vicentin no hace más que respaldar esta hipótesis. La suma de hechos contradictorios es, en dicho trance, sorprendente.

Frente a una empresa seriamente endeudada en concurso de acreedores, las voces extremas de las que se hace eco el Presidente reclaman una ley de expropiación del Congreso. Lo que no se contempló (paradoja de las consecuencias) es la reacción del tejido agropecuario de la sociedad civil. Una respuesta espontánea con alcance nacional puso en evidencia la contextura de una franja modernizante que desde el litoral, pasando por Santa Fe y Córdoba, llega hasta Mendoza.

La movilización tuvo por tanto un carácter territorial y social; pero además estas expresiones cuestionan el centralismo unitario que nos aqueja y que engendró la desmesura demográfica de la megalópolis bonaerense. Como dijo el Intendente de Avellaneda, el pueblo en que se forjó Vicentin: “Estamos aquí para defender el arraigo. Para darles la oportunidad a nuestros jóvenes de que puedan quedarse, vivir y trabajar en el lugar que los vio nacer”.

Ignoramos en qué terminará este asunto, si será con estatización nacional, provincial o mixta. Lo que sí sabemos, como enseña la teoría política, es que en una democracia las movilizaciones sociales requieren una traducción institucional; sin ellas, giran en un vacío que solo puede llenar el sistema representativo. Y aquí, otra vez, asoma la fragmentación en un Congreso que está partido en dos, tanto por la separación formal entre Senadores y Diputados como por la clase de régimen político que insinúan ambas cámaras del Poder Legislativo.

En el Senado, hay una mayoría oficialista que no llega a los dos tercios bajo el liderazgo de la Vicepresidente y de la jefatura del bloque de un Senador formoseño. Dos hegemonías tradicionales, con reeleccionismo de larga data, conforman el eje Santa Cruz-Formosa al que se añade el po deroso resorte electoral del conurbano. Los efectos hegemónicos de esta combinación quedaron a la vista luego de la sesión del jueves pasado en que se impuso una comisión investigadora de los créditos otorgados otorgados a la empresa Vicentin.

En la Camara de Diputados el ambiente denota, al contrario, más pluralismo. Dos grandes bloques, prácticamente a la par, dominan el recinto sin que ninguno alcance la mayoría de no contar con la asistencia de un estrecho conjunto de agrupaciones. En semejante esquema, la gravitación del tercerismo es proporcional al empate de los dos grandes.

Se explica entonces que el tercerismo oscile entre la autonomía de sus representantes y las amenazas de cooptación del oficialismo. El episodio de Vicentin es, al respecto, revelador. Ante el peligro de la derrota el oficialismo explora fórmulas alternativas a la expropiación. ¿No será acaso necesario reconocer esta realidad y encaminarnos hacia una concertación constructiva para afrontar la tormenta? Por el momento, es una pregunta sin respuesta.

Natalio R. Botana es politólogo e historiador. Profesor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella.


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