Di Tella en los medios
Revista Ñ
6/06/20

Lucas Llach: “Estar solo no es natural”

El profesor del Departamento de Estudios Históricos y Sociales fue entrevistado sobre su nuevo libro "Como sapiens", que analiza los orígenes de la especie humana para explicar el rumbo de su evolución.


Tribu Awá que sobrevive en el Amazonas: una comunidad de cazadores y recolectores.

Como sapiens, el libro escrito por Lucas Llach (Debate/Penguin Random House) empieza con una confesión: “el 14 de agosto de 2011 dejé de usar jabón y shampoo para bañarme”. La confidencia funciona en dos niveles: como hipótesis central sobre el desfasaje entre las condiciones de vida para las que fuimos diseñados y las que nos toca enfrentar y como declaración de principios. Bajo la premisa de que no se puede probar sin comprobar, el autor analiza –en carne propia– distintos aspectos de este desfasaje. ¿Cómo eran las formas de moverse, comer, reproducirse, trabajar y descansar del homo sapiens y cómo fueron modificándose? ¿Acaso existe una naturaleza humana o un destino genético a las que las nuevas tecnologías han alterado? Como si fuera un diario de viaje (literal en algunos casos, metafórico en otros) Llach se entrega a la polémica y ofrece un punto de vista original para los dilemas contemporáneos. “Cada uno de los capítulos puede pensarse desde dos lugares complementarios –le dice a Ñ– cómo es el día de un ser humano en su estado de naturaleza, cómo se alimenta, se relaciona con los demás, trabaja y planifica su futuro. Por el otro, traté de que hubiera, aunque no sea perfecto y en otro registro, cierta mirada sobre las etapas de la historia humana. Correr se vincula al modo en el que el humano adquirió su forma física, comer incluye distintos momentos de la caza, la recolección hasta la aparición de la agricultura, amar se relaciona con las formas culturales de reproducción mientras que trabajar y descansar apuntan a discutir el futuro. De manera un poco imperfecta quise representar las horas del día y las etapas de la humanidad”.

–¿Es un libro que aporta a la teoría del conocimiento (desde distintas disciplinas) o más bien una autobiografía que no puede evitar incorporar las preguntas contemporáneas acerca de la existencia humana?

–Es un ensayo que inevitablemente incorpora partes autobiográficas. Parte de algunas preguntas en relación a lo que somos como especie humana, como homo sapiens. Preguntas que me hice en algún momento de la vida y que intenté responder haciendo algunas exploraciones vitales. La pregunta principal es si esto es nuestra especie ¿qué consecuencias tiene sobre nosotros? Si hay un claro desfasaje entre lo que somos y lo que podemos ser, es decir, una colisión entre nuestra naturaleza y la cultura. Este desajuste me llevó a preguntas de historia económica e historia cultural, un recorrido que, obviamente, puede ser algo superficial porque nadie es especialista en todos los temas, pero siendo historiador económico pude cuestionarme sobre los grandes hitos de la humanidad en su relación con la naturaleza, las revoluciones industriales, agrícola, etcétera. Me gustaría pensar que es un libro donde los lectores puedan darse un tiempo para hacérselas también. Revisar los vínculos, el trabajo, la comida.

–A simple vista es un género que podría emparentarse con una versión de los libros de Yuval Harari ¿estás de acuerdo?

–Harari es parte de una tradición que podría pensarse como historia del muy largo plazo. Él la popularizó, pero hay otros libros y otros autores que son anteriores. Jared Diamond, por ejemplo. Yo tomo esa tradición como un insumo, pero lo que me interesa enfocar son las consecuencias del desfasaje que mencionaba antes. Este concepto también se usa en medicina evolutiva para definir ciertas enfermedades, consecuencias del desfasaje entre lo que somos y la vida que llevamos. De manera que yo me ubicaría entre la tradición que analiza la historia de largo plazo, donde Harari es su manifestación más conocida y una más relacionada con enfoques evolutivos sobre la vida contemporánea, como Michael Pollan sobre la comida o Jared Diamond, sobre qué podemos aprender de sociedades tradicionales.

–Al comienzo sugerís que el psicoanálisis no puede contestar algunas preguntas contemporáneas (o tardaría mucho en hacerlo). Sin embargo, tus hipótesis son las mismas que plantea Freud en El malestar en la cultura. ¿Podría ser que el malestar freudiano fuera la consecuencia del desfasaje?

–Sí, de hecho, cito al texto. Lo que señalo es que, para mí, el psicoanálisis da respuestas individuales. Cada uno de nosotros es el resultado del encuentro entre la naturaleza y las experiencias. El psicoanálisis pone el foco en las experiencias individuales y por eso Ideas no puede contestar cuestiones generales de la naturaleza humana, la pertenencia a nuestra especie. Me pregunto si la pertenencia a una especie, a tener características físicas e instintos, nos puede decir algo sobre nuestro comportamiento. Me interesa menos explorar lo que le pasa a cada individuo en su historia personal que como homo sapiens. Igual confieso que cuando fui a leer a Freud, lo hice con prejuicio y leyendo El malestar? me di cuenta de que en su teoría existe el desfasaje, de hecho, él era un gran lector de Darwin.

–Si la estructura de cazadores y recolectores – la que más se adecua a nuestro modo de comer como sapiens–, no concibe el acopio –porque los alimentos son perecederos y las formas tribales instaban a compartir lo que se cazaba– ¿esto no entra en contradicción con el sistema capitalista de acumulación?

–Definitivamente. Una pregunta interesante que no aparece en el libro es que la acumulación egoísta quizás no es un instinto sino una práctica cultural que de tan arraigada se ha incorporado hasta parecernos instintiva. De lo que sí hablo es de la visión de Keynes sobre el futuro y la prosperidad: dice que lo que hoy se considera virtud, el deseo de acumulación, en el futuro será visto como defecto. Para él, el elogio de la riqueza era de mal gusto.

–Y, sin embargo, viviendo en este sistema capitalista, consumir alimentos sapiens sería más caro que los procesados ¿no estaríamos acrecentando las desigualdades?

–Parte de la tesis del libro es que las mejoras tecnológicas y de bienestar permiten o permitirán dejar atrás patrones culturales menos amigos de nuestra naturaleza, pero que surgieron porque daban alguna ventaja a las sociedades que las adoptaban: la agricultura permitía poblaciones más gran des; la represión sexual a la mujer, una transmisión más nítida de la propiedad; las largas horas de trabajo y ahorro, acumulación y riqueza. El aumento de la productividad y la píldora hacen menos necesarios o innecesarios estos patrones culturales. La relajación del conflicto entre nuestra naturaleza y nuestras actividades puede darse a distinta velocidad en distintos grupos. Hoy tenemos humanos viviendo como en la época agrícola (campesinos), como en la industrial (obreros), como en la de servicios (oficinistas y ahora teletrabajadores) y unos últimos cazadores recolectores en el Amazonas. Por ejemplo: a la alimentación sapiens puede accederse en muchos lugares a precios razonables, si incluye componentes baratos como tubérculos y carne de órganos, no más caros que el pan; y el acceso a métodos anticonceptivos que permiten la libertad sexual está muy extendido.

–¿Y con el trabajo? Vos señalás que el régimen del trabajo intensivo (con su correspondiente ética) tampoco se corresponde con lo que supuestamente el hombre está preparado para llevar a cabo (ni física ni psíquicamente).

–Bueno, es verdad que un mundo con menos horas de trabajo parece estar más cerca en Noruega o Nueva Zelanda que en países en desarrollo. También hay otros dos desfasajes: uno en relación al movimiento corporal y el esfuerzo físico. Eso explica la necesidad de salir a correr, estar al aire libre. Es natural que las personas necesiten estar pasar tiempo en espacios abiertos, en la naturaleza. El otro tiene que ver con que el hombre trabaja mejor y es más efectivo en grupo. Pasar muchas horas en solitario también va en contra de esa naturaleza.

–En el capítulo “Descansar” mencionás que, a partir de los avances en genética, lo que antes era eliminado por la selección natural, ahora sobrevive. Sin embargo, estos mismos avances permiten el descarte temprano de los embriones “fallados”. ¿Hay una eugenesia de lo posible y no de lo existente?

–Mi idea era describir lo que ocurre y no emitir ningún juicio de valor, pero existen tres novedades que no podemos negar: hay una selección embrionaria, no existe selección natural y podemos editar genes. Por un lado, se logró desactivar por completo la selección natural, corrigiendo y controlando patologías. Si todos sobrevivimos, incluso los genes defectuosos, estos tendrán más probabilidad de ser transmitidos de generación en generación. Por el otro, está empezando a aparecer la edición genética, que además se aplica también a otras especies como vacas o perros, esto no puede no traer consecuencias a largo plazo. La tercera cuestión es la relacionada con la selección de embriones. Existen análisis que permiten reconocer patologías a las pocas semanas de la concepción con la consiguiente posibilidad de descartarlos. Hay que lidiar con esto. No me animo a decir más que eso.

–Planteado así, ¿qué es natural y qué es instintivo en materia de reproducción? 

–Creo que lo que nos impulsa a tener hijos es la atracción sexual. Pero no sé si existe el instinto mater/paterno. Hace poco tiempo, una generación o más, se logró separar totalmente el sexo de la paternidad y la maternidad. Esto plantea la posibilidad que ser padre o madre no sea instintivo, lo instintivo es el sexo. Este tipo de decisiones quizá no entren en contradicción con lo que somos porque somos seres muy sexuales. En el libro yo planteo que en la actualidad es poco común, pero podrían plantearse, comunidades íntimas que involucren a más que dos personas (madre y padre) y pocos hijos. Este modelo puede parecerse bastante al que pudo ser el del homo sapiens, una crianza más comunitaria, donde los hijos no se piensan ni como propiedad ni como transmisores de una herencia determinada. Todos son hijos de todos y todos son sus padres, adultos encargados de cuidarlos. Esto, de alguna ya está sucediendo: el poliamor o el coparenting (un acuerdo entre dos personas que no son pareja amorosa para tener un hijo). Estos modos ya están cuestionando la idea de crianza en soledad de la familia monógama. No sabemos cómo impactará esta tendencia en las próximas generaciones, en la organización social, en todo caso podemos ensayar respuestas provisionales, pero no por eso las preguntas dejarán de subsistir. El libro se trata justamente de eso, de aceptar las incógnitas y tensarlas hasta donde puedan ser exploradas.

Como Sapiens permite el acceso al sitio https://librocomosapiens.blogspot.com/. Allí se encuentra el material gráfico y audiovisual que acompaña al texto.

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