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25/04/20

La Universidad ante el virus: lecciones y oportunidades

Por Marcelo Rabossi

El profesor investigador del Área de Educación de la Escuela de Gobierno opinó sobre las lecciones que el Covid-19 le está ofreciendo a la educación.


Previa a la llegada de la COVID-19, el flujo de alumnos internacionales en busca de educación de calidad superaba los 5 millones.

En un abrir y cerrar de ojos, más de 20.000 instituciones de educación superior alrededor del mundo suspendieron sus clases presenciales ante la alarma de la llegada de un nuevo coronavirus. Así, ante el cierre masivo de universidades, más de 200 millones de alumnos quedaron a la espera de novedades. En algunos casos, la respuesta fue inmediata: la opción on-line. En otros, aun se busca la solución que traduzca las clases presenciales en opciones virtuales de calidad, sea consecuencia de la falta de conectividad de la propia universidad, del alumno, o producto de la insuficiente preparación del docente que obstaculiza una eficiente transformación del “cara a cara” en opción remota. La urgencia de lo inesperado y la angustia de la incertidumbre hacen el resto.

Las crisis ponen aun más al desnudo las asimetrías dentro y entre países. En América Latina y el Caribe, la tasa de conectividad varía ampliamente. Según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones para 2020, en Bolivia y Cuba menos del 20% de los hogares se encuentran conectados mientras que en el extremo opuesto aparece Argentina y Chile, países donde alrededor del 80% accede al servicio de internet. Para los dos primeros la implementación de la opción remota resulta conflictiva; para los últimos, una oportunidad. Así, más allá de cierta diferenciación entre instituciones en cuanto a la implementación efectiva del sistema remoto, las 132 universidades del sistema argentino continúan su marcha virtual. Sin embargo, algunas alejadas de las grandes capitales manifiestan tener dificultades de conexión. Habrá que corregir el problema. Lo positivo, saber que contamos con una “nueva” opción para complementar los saberes presenciales.

Muchos cambios podrán esperarse vencida la situación de pandemia. Pero también algunas lecciones deberán aprenderse. La ciencia, que avanza a paso cierto desde la revolución científica que florece en el Renacimiento, busca hoy la solución al problema a una velocidad nunca anteriormente vista. Mientras esperamos, paradójicamente, la actual cuarentena nos remite a situaciones similares a las del Medioevo. De hecho, el término proviene de una ley veneciana del Siglo XV. En esa época, los barcos que arriban a las costas de Venecia esperaban 40 días para que su tripulación y mercancías desembarcaran si es que la nave provenía de una ciudad donde algún tipo de plaga había despertado. Mientras tanto, y si de ciencia se trata, la magra financiación del sector de investigación y desarrollo en la Argentina nos hace cada vez más dependientes de la suerte de los países centrales. Por ejemplo, Israel, nación que apostó por la ciencia como palanca de desarrollo, invierte $2.000 dólares anuales per cápita mientras nosotros menos de $130. Estas fuertes asimetrías son las que debemos corregir, no solo para enfrentar más fortalecidos una posible próxima pandemia sino para despertar de una vez por todas como país serio y justo.

Previa a la llegada de la COVID-19, el flujo de alumnos internacionales en busca de educación de calidad superaba los 5 millones. De éstos, un 20% proviene de China. Con sus universidades emblema, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania han sido los grandes receptores de estos estudiantes junto a un nuevo jugador: Australia. Los cinco concentran casi el 50% de las exportaciones del servicio educativo de educación superior. América Latina, región más importadora que exportadora de este servicio, es elegida como destino por solo el 5% de los internacionales. Sin embargo, pasada la actual situación de pandemia, se espera que el flujo de alumnos presenciales de China tienda a disminuir. Tal vez, y a partir de la opción remota, las universidades argentinas apuesten a consolidar su reputación y surjan como opción de calidad para atraer una mayor cantidad de alumnos internacionales no presenciales. Dentro de este juego internacional nos hayamos aún sub-representados, más allá de ser el país de la región que más estudiantes extranjeros recibe. Por ejemplo, en 2017, dicho flujo le representó a la Ciudad de Buenos Aires ingresos equivalentes a 0,5 puntos de su PIB. A los países ganadores, recursos superiores al 2%. Pensando en el futuro y pasada la incertidumbre, las oportunidades abundarán. Solo habrá que aprovechar las lecciones que la actual COVID-19 nos viene dejando.

Marcelo Rabossi, Dr en Educación. Profesor del Área de Educación en la Escuela de Gobierno, Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT ).