Di Tella en los medios
La Nación
1/04/20

Coronavirus: ¿Economía o salud?

Por Jaqueline Pels

La profesora de la Escuela de Negocios reflexiona en torno a la exacerbación creciente de diversas tensiones sociales.

Crédito: depositphotos.com


¿Si no cuidamos a la población, puede haber una economía? ¿Si no cuidamos a la economía, puede haber salud? La pandemia causada por el Covid-19 pone en evidencia que exacerbamos las dicotomías y las tensiones. ¿Por qué tendemos a pensar en opuestos y confrontaciones? Para responder, permítanme hacer un ejemplo en otro ámbito.

Hace muchos años fui entrenadora de un equipo deportivo en la categoría de infantiles. Como todo deporte buscábamos ganar, pero el tercer tiempo era el más importante. Era cuando se dejaban de lado las diferencias, ya no importaba (mucho) el resultado y surgía la camaradería, el amor por el deporte, la comunión. Entonces, ¿cuál era el rol de la competencia si lo importante era el tercer tiempo?

Una respuesta posible es que el enfrentamiento de los opuestos hiciera que el deporte, en su conjunto, mejorara. Mejoraba porque, en el desafío, cada uno buscaba dar lo mejor de sí y también era un estímulo a crear nuevas jugadas; finalmente, un buen partido era, sobre todo, bello, armónico y sorprendente.

Es decir, la tensión, en cualquier ámbito, tiene el rol de impulsar la innovación y la creatividad; pero hay partidos frustrantes, donde se cae en la pelea por la pelea misma, y el efecto es devastador. Si extrapolamos esta metáfora al contexto actual, parecería que nos encontramos en esta trampa: ¿salud o economía?

El desafío está en la innovación, en nuevas jugadas, en jugadas que no se realizaron antes. ¿Por qué? Sencillamente, porque las anteriores no nos llevaron a un mundo que no es ni bello ni armónico.

Entonces, la pregunta que los invito a explorar es:¿por qué en estos últimos años las tensiones se están exacerbando? Antes de responder a esta pregunta, sería interesante indagar si, más allá de la terminología, siempre ha habido tensiones. Pareciera que sí, que las tensiones nos acompañan de larga data. Por ejemplo, en el siglo XX, entre comunismo y capitalismo; más atrás en el tiempo, en el siglo XVI, entre protestantes y católicos; más atrás aun, en el siglo XII entre güelfos y gibelinos; y la lista sigue.

Entonces, si las tensiones siempre nos acompañaron, vale la pena preguntarnos si todas, en su sustancia, son iguales. Nuevamente la respuesta parece ser afirmativa. Para entender su similitud, es conveniente desplazar el foco del tema al que remite la tensión salud/economía y mirar su estructura. Es decir, visualizar las tensiones como extremos de un eje. Por ejemplo, es fácil visualizar la tensión entre comunismo y capitalismo como extremos de un eje que representa modos opuestos de ver el vínculo entre gobernante y modelo económico: planificado o libre mercado. Del mismo modo, es posible ver la tensión entre protestantes y católicos como extremos enfrentados de un eje que representa modos opuestos de ver el vínculo con Dios: directo o mediado por el Papa. También, en nuestro tercer ejemplo, la tensión entre güelfos y gibelinos representa extremos del eje del poder: divino (representado por el pontífice) versus terrenal (representado por el emperador del sacro imperio romano germánico).

¿Por qué es útil este ejercicio de pensar en ejes? Pensar en ejes (más que en contenidos) habilita un nivel más alto de abstracción; es decir, ver el bosque en lugar de quedarnos atrapados en la mirada de un árbol en particular. Así, un primer aspecto que nos permite ver es que mientras que la tensión ocurre dentro de un eje, es dialéctica y "hace bien". Es funcional al debate, al diálogo y actúa como estímulo al desarrollo. Volviendo a la metáfora del inicio, mejora el partido. Si bien en algún momento histórico puede haberse exacerbado y generado conflictos profundos; es posible conjeturar que, al igual que en el deporte, sin este tipo de tensión, es posible que no hubiera progreso y que estuviéramos, aun, en las cavernas.

Por el otro lado, y más importante para contestar la pregunta que nos formulábamos, ver las tensiones como ejes dialécticos nos permite comprender que hay momentos de cambio de era; momentos en los que nace un nuevo eje. Nuevamente, los ejemplos históricos nos ayudan: en el debate entre güelfos y gibelinos se discutía quien detentaba el poder (pontífice o emperador) pero no cuestionaba que el poder fuera centralizado, ¡es el nuevo eje protestantismo-catolicismo el que introduce la idea de descentralización! Del mismo modo, el debate protestantismo-catolicismo no cuestiona la existencia de Dios o la palabra divina (Biblia), ¡es el nuevo eje verdad revelada/verdad científica el que introduce la posibilidad del hombre como fuente del conocimiento!

Más recientemente, cuando cae el muro de Berlín, muchos creen que el capitalismo ganó la guerra fría; hoy es claro que este modelo también está en crisis. Es decir, cuando ambos extremos "caen", cuando se comprende que la solución no está ni en los extremos, ni en el punto medio; la "solución" es un cambio de eje.

Volvamos, ahora, a nuestra pregunta original, ¿por qué es estos últimos años, y con el Covid-19 se vuelve más evidente, las tensiones se están exacerbando? Porque estando frente a un cambio de era, estamos viviendo el nacimiento a un nuevo eje que, aunque en lo inmediato no lo veamos, está buscando la respuesta innovadora que supera la tensión. ¿Cuál será el nuevo eje? ¿el virtual/real? ¿el de la centralización/descentralización? ¿la inteligencia humana/inteligencia artificial? ¿los estados/empresas?

Es posible que tengamos aceptar el ejercicio de agotar los ejes actuales, estos dolores de parto, antes de poder disfrutar del tercer tiempo.