Di Tella en los medios
El Economista
9/09/19

Grandes avances de la humanidad: primera parte

Por Sebastián Galiani

El profesor e investigador de la Escuela de Gobierno UTDT escribió acerca de "los principales triunfos que la humanidad ha conseguido en la historia reciente" a partir del libro "Grandes Avances de la Humanidad" del autor sueco Johan Norberg. "La gran historia de nuestra era muestra que somos testigos de la mayor mejora de los niveles de vida globales que jamás se haya producido", sostuvo Galiani.

La exposición permanente a noticias acerca de crímenes, guerras, desastres naturales y hambrunas nos llevan a creer que la humanidad es más miserable y se encuentra en mayor riesgo que nunca

La frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que –felizmente– la gente las echa en el olvido”, afirma el protagonista de la novela El Túnel de Ernesto Sábato. En “Grandes Avances de la Humanidad” (2018), el escritor sueco Johan Norberg da cuenta de estas palabras. De acuerdo a Norberg, la exposición permanente a noticias acerca de crímenes, guerras, desastres naturales y hambrunas nos llevan a creer que la humanidad es más miserable y se encuentra en mayor riesgo que nunca, pero la gran historia de nuestra era es que somos testigos de la mayor mejora de los niveles de vida globales que jamás se haya producido.

En dos entregas, siguiendo el libro de Norberg, repasaremos brevemente los principales triunfos que la humanidad ha conseguido en la historia reciente.

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Alimentación

Hasta hace relativamente poco, la hambruna era un fenómeno universal y regular. Francia, uno de los países más ricos del mundo, experimentó alrededor de ochenta grandes hambrunas nacionales y varios cientos de hambrunas locales entre el Siglo XI y el Siglo XVIII. Entre 1695 y 1697, cerca de un tercio de la población de Finlandia murió de inanición. Incluso en condiciones normales, la alimentación era deficiente y costosa. A fines del Siglo XVIII, una familia típica francesa gastaba la mitad de sus ingresos en granos y, aún a principios del Siglo XIX, un elevado porcentaje de la población inglesa estaba condenada a la mendicidad, ya que no contaba con suficiente energía como para trabajar.

En 1779, Malthus concluyó que la humanidad sufriría por siempre de inanición, debido a que la producción tendía a crecer exponencialmente, pero la producción de alimento crecía de forma lineal. Afortunadamente, estaba equivocado. Al obtener derechos de propiedad, los agricultores se vieron incentivados a producir más. La apertura comercial indujo a que cada región se especializara en el cultivo más adecuado a su entorno, y el desarrollo tecnológico propició un incremento notable de la productividad agrícola. En paralelo al aumento de la producción, la tasa de fertilidad caía a medida que la riqueza y el nivel educativo de la población crecían. La conjunción de estos factores refutó la hipótesis de Malthus.

La situación de los países en vías de desarrollo seguía siendo dramática hacia mediados del Siglo XX, pero se han dado avances significativos desde entonces.
Debido a los incrementos de la productividad agrícola ligados a la Revolución Verde y a la acelerada caída de la fertilidad en estos países, la desnutrición se ha reducido notablemente. Mientras que en 1950 alcanzaba al 50% de la población mundial, en la actualidad aflige a poco más del 10% de la población de los países en vías de desarrollo. Además, las grandes hambrunas prácticamente han desaparecido: a pesar de que la población mundial se ha multiplicado por cuatro en los últimos 100 años, la cantidad de muertos por hambrunas es hoy 98% más baja que a principios del Siglo XX.

Expectativa de vida

En la prehistoria, la esperanza de vida era de entre 20 y 30 años.
Hacia principios del Siglo XX, la situación no era muy distinta: a nivel mundial, la expectativa de vida era de 33 años. En todo el mundo, la población sufría de desnutrición crónica, la medicina era deficiente y las condiciones sanitarias dejaban mucho que desear, por lo que aquellos que no morían al nacer o en hambrunas perecían durante epidemias terribles. La Peste Negra de mediados del Siglo XIV mató a más de un tercio de la población europea, y, de acuerdo a algunas estimaciones, la tuberculosis fue responsable de un cuarto de las muertes europeas en el Siglo XIX.

Durante el Siglo XVIII, sin embargo, las cosas habían empezado a cambiar en las regiones ricas de Europa. Por un lado, se introdujeron mejoras en la higiene, como la separación de los suministros de agua de los desechos.

Por el otro, los pensadores de la Ilustración alentaron el método experimental y la ciencia basada en evidencia, lo cual dio lugar a un incremento sustancial de la velocidad a la que se adquiría conocimiento y se desarrollaban soluciones médicas como las vacunas y la penicilina.

Gracias a estos avances, y a las mejoras en materia alimentaria, la esperanza de vida creció a un ritmo sin precedentes: entre 1850 y 1950, pasó de 36,3 a 64,7 años en Europa Occidental. A mediados del Siglo XX, otras regiones comenzaron a aprovechar las ideas y tecnologías que ya habían reducido la mortandad en Occidente, lo que posibilitó la extensión más rápida de la esperanza de vida de la Historia de la Humanidad.

Entre 1950 y 2015, esta pasó de 41,6 a 72 años en Asia, de 50 a 74 años en América Latina y de 35,6 a 60 años en África.

Pobreza

Aun a principios del Siglo XIX, la humanidad era increíblemente pobre: en los países más ricos, entre 40% y 50% de la población vivía en un estado que hoy denominamos de ‘pobreza extrema’.
Para peor, la tendencia parecía sugerir que esto seguiría siendo así durante mucho tiempo, en tanto el ingreso per cápita mundial creció apenas 50% entre el año 1 y 1820.

Al igual que sucedió con la alimentación y la salud, el quiebre de tendencia se dio primero en Europa. En Inglaterra, la reducción en el control gubernamental de la economía y la creciente apertura a la experimentación y el desarrollo de nuevas tecnologías por parte de las élites propició un incremento notable de la productividad. Pronto, las ideas e instituciones gestadas en Inglaterra se difundieron a otros países y posibilitaron que estos también florecieran. Luego de miles de años de virtual estancamiento, Occidente creció a una tasa ligeramente superior al 1% per cápita entre 1820 y 1870, al 1,6% entre 1870 y 1913 y a una tasa aún mayor luego de la Segunda Guerra Mundial. A medida que la riqueza generada crecía, la pobreza caía. Por ello, hacia la década de 1950 se completaba el primer Gran Ascenso desde la pobreza y la privación humana, con la erradicación de la pobreza extrema en Europa Occidental.

Esa misma década también iniciaba el segundo Gran Ascenso, cuando varios países del este asiático comenzaron a integrarse a la economía global mediante una especialización en productos trabajo-intensivos que eventualmente los llevaría a producir bienes y servicios intensivos en tecnología y conocimiento. Desde entonces, China, India y más recientemente algunos países africanos han empezado a seguir los pasos de los tigres asiáticos.
La creciente integración económica ha rendido enormes frutos, y continuará haciéndolo. La fracción de la población mundial que es extremadamente pobre ha caído desde el 44% en 1981 al 9,6% en 2015. De continuar la tendencia actual, llegaría al 4,9% en 2030.

Violencia

El mundo de hoy es mucho menos violento que el de antaño.

Entre los siglos XIII y XV, la tasa de homicidios de las regiones más avanzadas de Europa fue de alrededor de 40 víctimas por cada 100.000 habitantes. En la actualidad, la tasa de homicidios europea no llega a 3, y a nivel global es de 6,2. La tortura, el sacrificio humano y las violaciones, moneda corriente en muchas de las grandes civilizaciones de la pre-modernidad, son hoy consideradas intolerables, y la frecuencia con la que se cometen este tipo de actos ha caído considerablemente.

Asimismo, la probabilidad de que dos naciones entren en guerra es cada vez menor.

Los niveles de violencia se han reducido por varias razones. Con la aparición del individualismo moral, las personas comenzaron a ser consideradas responsables de sus delitos; y la institución de sistemas de Justicia centralizados hizo que ya no fuera necesario que cada individuo se forjara una reputación de violento para disuadir ataques contra sí mismo o contra su familia. A estos factores se suman el aumento de la esperanza de vida y la reducción del tamaño de las familias, que contribuyeron a que se valorara más cada vida humana; y la profundización de los vínculos comerciales internacionales, que al aumentar la interdependencia económica redujo el atractivo de iniciar conflictos armados con otras naciones.

Intermezzo

Los avances de la humanidad no terminan con esto. En la segunda parte de este artículo continuaremos repasando los principales triunfos que la humanidad ha conseguido en la historia reciente, y hablaremos de las fuerzas que podrían impedir que el futuro sea aún mejor.

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