Di Tella en los medios
Clarín
8/08/19

PASO: Cuando las pasiones se imponen sobre las razones

Por Roberto Gargarella

El profesor de la Escuela de Derecho alerta en su columna sobre "la asombrosa similitud de antecedentes y propuestas entre los dos contendientes principales, seguido por el radical antagonismo que acentúan sus partidarios. Las analogías entre los candidatos son tan explícitas, que sólo puede negarlas el que se obstina en no verlas", apunta.


Las elecciones que llegan ofrecen varios elementos llamativos. El primero tiene que ver con la asombrosa similitud de antecedentes y propuestas entre los dos contendientes principales, seguido por el radical antagonismo que acentúan sus partidarios: como si los inmensos parecidos que los unen no existieran realmente.

Las analogías entre los candidatos son tan explícitas, que sólo puede negarlas el que se obstina en no verlas.

Ambos candidatos muestran, ante todo: 1)similares antecedentes en cuanto a su pensamiento económico (lo cual se advierte, entre otros lugares notorios, en su “pecado original” junto al “cavallismo”); 2) continuidades en el desarrollo de su carrera política (el candidato opositor rompió con el kirchnerismo por exactamente los mismos temas que dieron fuerza vital al macrismo: la defensa del campo frente a la “125”; el repudio a la Ley de Medios; el rechazo al tratado con Irán; la crítica por el tratamiento de la muerte de Nisman; la defensa del gran empresariado local frente a los modos más duros del estatismo); y 3) una identidad notable en relación con todos los ejes centrales de esta campaña: en materia medio-ambiental, basta escuchar lo que dice cada parte frente a los debates más divisivos (medio ambiente, Vaca Muerta, glaciares o glifosato); en materia económica, basta con revisar las posturas históricas de cada uno de los referentes económicos de los candidatos; en materia de aborto, basta con ver en la ambigüedad que manifiestan ambas partes, amontonando irresponsablemente a pañuelos verdes junto a celestes.

Sorprende, por tanto, la indignación o condescendencia con que los adherentes de cada bando hablan de los adherentes contrarios. Asombra el terror con que cada uno de ellos anuncia la llegada posible de sus contrincantes.

Dicen unos: “si reeligen van a implementar, ahora sí, el plan de exterminio de Martínez de Hoz”. Y los otros: “si vuelven, van a llevarnos, ahora sí, adonde está Venezuela”. Ambos grupos atribuyen al otro “la Mentira y el Odio” como motor de cambio. Cito a una de las partes: ellos quieren “perpetrar mezquinas vendettas clasistas”. Cita a la otra: lo que está preparándose es el “Ministerio de la Venganza”.

Que sostengan semejantes extremos unos políticos de la vieja guardia, en el tramo final de la campaña, vaya por hecho. Que lo sostengan, sin sonrojarse, científicos, académicos y referentes de la cultura resulta, en cambio, angustiante. Porque: ¿cómo es que personas formadas pueden avanzar juicios semejantes, tan ajenos a la historia, al contexto internacional, a la coyuntura política?

Si el kirchnerismo llegó en su tiempo tan lejos como llegó, ello se debió a una incontenible mayoría parlamentaria, respaldada en un contexto económico insólitamente expansivo. Si el macrismo resultó tan insustancioso en sus políticas ello se debió, en buena medida, a su carácter minoritario en el Congreso, sumado a un contexto económico restrictivo.

Necesitamos volver sobre las bases materiales y estructurales de cada gobierno, para salir del lugar insólito en que los “intelectuales” de cada lado proponen situarnos: el lugar de las buenas o malas intenciones de los distintos grupos partidarios .

Como si al kirchnerismo y al macrismo lo explicaran mejor la bondad o maldad intrínseca de sus candidatos, antes que la estructura de alianzas sobre la que están parados.

Créase o no, desde el campo de las ciencias duras argentinas, normalmente afín al kirchnerismo, se escucha hablar (cito) de las motivaciones “cínicas y perversas” que motivarían al macrismo, frente a los impulsos “amorosos” que moverían a los líderes del viejo gobierno.

Créase o no, desde ciertos círculos de intelectuales cercanos al oficialismo, se habla del “odio destructivo,” como razón explicativa del kirchnerismo. Otra vez: sorprende que representantes de las ciencias sociales y exactas suscriban discursos no sólo desopilantes (o, en el mejor de los casos, reservados a pobres comandos de campaña en plena lucha electoral), sino además teóricamente insostenibles, que ocultan lo que cualquiera sabe, y silencian todo lo que necesita saberse.

Lo dicho hasta aquí de ningún modo niega la existencia de diferencias significativas entre los principales grupos enfrentados. Sin duda, la llegada de una u otra facción al gobierno vendrá seguida de consecuencias muy distintas.

Sin embargo, nadie, y mucho menos los sectores vinculados a la comunidad científica, merecen disfrazarse de políticos en campaña, para esconder la auto-crítica bajo ofensivas generalidades (“hubo algunos errores”; “no todo se hizo bien”); evitar dar nombre a los horrores cometidos; volver a hacer silencio público sobre referentes “propios” que (en privado) reconocen como impresentables; o –directamente- fundar sus análisis políticos sobre tonterías moralizantes.

Si muchos resistimos a ambas alternativas de gobierno, ello es porque tomamos nota de los sectores con los que están aliados; porque recordamos la diferente historia de la que cada uno proviene; porque entendemos que la corrupción es el resultado de un modo de organización escogido; porque –finalmente- reconocemos que la política se explica mucho menos por la moral personal, que por intereses y estructuras.

Se trata, en definitiva, de lo que aprendimos a los golpes: lo que se calla mientras se construye (porque “lo importante ahora es ganar las elecciones”), no se manifiesta (y por tanto no se remedia) mientras se gobierna (porque entonces sería “hacerle el juego a los opositores”). Apostemos a que nuestros mejores científicos nos ayuden a pensar este momento de modo crítico, lejos de sesgos y silencios comprensibles, en todo caso, en los militantes partidarios.

Roberto Gargarella es profesor de Derecho Constitucional (UBA- UTDT ).